Entrevista a Eduard Arruga

Entrevista a Eduard Arruga

junio 3, 2020 Desactivado Por inQualitas
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Eduard Arruga
Presidente de la Societat Catalana d’Economia
La Unión Europea es un buen ejemplo de idea muy bien concebida en su momento, pero que hoy precisa de una urgente actualización de sus objetivos y de sus instrumentos
Eduard Arruga i Valeri  es Licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, por la Universidad de Barcelona, en las especialidades de Economía general y de Economía de la empresa. Ha simultaneado durante 40 años su carrera profesional como alto ejecutivo de Nestlé con la continuación de su actividad académica. En la Universitat de Barcelona, como profesor de Estructura Económica Mundial (1966-1975); en la Universitat Abat Oliba, de Economía Mundial (1975-1997), y en la Universitat Polítècnica de Catalunya, de Comercio Internacional (1997-2011). También ha impartido cursos sobre la Política Agraria Común de la UE en diversos centros docentes. Como directivo y economista de la mencionada multinacional de la alimentación, ha sido director de Planificación Estratégica (1975-1993) y director de Exportaciones (1993-2004) en Nestlé España, y director de Política Comercial Internacional de Nestlé Europa (2004-2007). Ha presidido la Fundació Privada Banc dels Aliments (2014-2017) y es fundador, en 2013, de la Federació Catalana de Bancs dels Aliments; en este ámbito ha dirigido el Board de la Fédération Europénne des Banques Alimentaires (FEBA). Ha publicado y publica artículos y ponencias sobre diversos ámbitos de la economía y la actividad empresarial, mientras colabora desinteresadamente en actividades deportivas relacionadas con la natación y el waterpolo profesional. En la actualidad, y desde 2010, preside la Societat Catalana d’Economia, entidad miembro del Institut d’Estudis Catalans, institución de referencia en la actividad científica y académica en los territorios de lengua catalana.

Entre las diversas vertientes de su actividad social, destaca la que realiza en la Societat Catalana d’Economia, del Institut d’Estudis Catalans, ¿Puede resumirnos sus principales objetivos y actividades?

Desde 1951, en que fue creada, la Societat Catalana d’Economia se dedica a fomentar el estudio y la investigación en los ámbitos de la ciencia económica en general, y de la economía catalana en particular, así como a procurar su respectiva difusión. No se dedica a realizar dichos estudio e investigación, sino a fomentarlos y a difundirlos. La investigación en sí consideramos que corresponde a los estudiosos y especialistas, a los profesores universitarios, los investigadores —individuales o en grupos de investigación consolidados—, muchos de ellos miembros de nuestra Societat. Las principales formas de fomento y de difusión son: conferencias, presentación de libros, homenajes a economistas catalanes, premios en metálico a los investigadores en ciencia económica, en economía catalana, en infraestructuras, en seguros, etc. Desde 2017 organizamos un Congreso Internacional, de carácter bienal, al que acuden economistas de nuestras tierras y de fuera de ellas, para presentar sus aportaciones científicas más recientes.

En cuanto a su actividad deportiva, ahora como colaborador en la natación y el waterpolo profesional, ¿qué le ha aportado en lo personal y cómo ve el futuro del equipo que usted dirige?

El deportivo, en natación y waterpolo- es un ámbito de mi persona que me apasiona tanto como el profesional y el académico. Lo vengo practicando desde 1957, y tengo en el honor de haber sido portero titular de un equipo, el del Club Natació Barceloneta, que en 1969 tuvo el mérito de ser el primer equipo español de waterpolo en batir al del Club Natació Barcelona (que no había perdido ningún encuentro en competiciones españolas en 57 años), y también alcanzar por tres veces el Campeonato de España, así como las semifinales de la Champions Europea en 1970. Como nadador, vengo participando ininterrumpidamente en la Copa Nadal de natación, desde 1962 (año en que nevó en Barcelona el día de Navidad), competición amateur que organiza el Club Natació Barcelona. En 1976, con un animoso grupo de nadadores y waterpolistas, fundamos la Agrupació Esportiva de Veterans de la Natació i Waterpolo de Catalunya, que desde entonces se dedica a organizar competiciones para deportistas mayores de 25 años no participantes en competiciones oficiales y a fomentar su participación en pruebas de organizaciones españolas e internacionales para deportistas ahora llamados “masters”. Por último, desde 2015, soy vicepresidente del Club Natació Atlètic-Barceloneta, encargándome del área económica y de las relaciones internacionales del Club en su faceta de participante en la European Champions League de Waterpolo. Tanto en un aspecto como en otro, estoy muy contento de los resultados alcanzados: desde hace varios años, el Club tiene una economía saneada, y el primer equipo de waterpolo masculino ha logrado situarse entre los cuatro mejores del continente europeo, incluso el primero en 2014.

Entre sus estudios figuran artículos sobre economía en general, comercio, turismo, etc. ¿Pero cómo analiza la economía o la “industria” del deporte, que mueve tantos recursos, privados y públicos?

No he escrito sobre economía del deporte. Lo han hecho otros especialistas, como David Moner Codina, José María Gay de Liébana, los integrantes de la Sociedad Española de Economía del Deporte, y los miembros de la Comisión de Economía y Finanzas del Deporte, del Col·legi d’Economistes de Catalunya, entre otros. Y no me considero suficientemente experto sobre ello para hacerlo. Pero deseo indicar mi opinión al respecto. Desde el punto de vista macroeconómico, no cabe duda de que, en una sociedad desarrollada, el deporte (el gasto destinado a ello) cumple una función importante, de estímulo de la inversión, de creación de puestos de trabajo, de cuidado de la salud, etc. Ya lo notamos ampliamente en los años previos y durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Aunque no estoy de acuerdo, por ética (uso responsable de los recursos), en los sueldos millonarios de deportistas de primer nivel, intermediarios, medios informativos, etc. Porque ello, pasando al terreno microeconómico, contrasta con las enormes dificultades que sufren la mayor parte de clubes, asociaciones y federaciones deportivas, gestionadas muchas veces con más buena voluntad que con rigor y profesionalidad. Es en este aspecto donde considero que habría que hacer, entre otras cosas, una labor de preparación del personal responsable de la economía de estas entidades, así como una dotación financiera específica para la modernización y adaptación de las instalaciones.

La implicación personal en el Banc dels Aliments parece que ha dejado una gran impronta en usted. ¿Cómo y por qué surgió? ¿Cómo percibe la economía social, el voluntariado, las fundaciones y actividades benéficas en nuestro entorno?

Entré en el Banc dels Aliments de Barcelona de la mano de su fundador, Jordi Peix i Massip, quien me confió primero la secretaría del Patronato y luego su presidencia. Durante mis 10 años de colaboración en esta entidad benéfica, he aprendido mucho: el alto nivel de despilfarro de alimentos que existe en nuestro país (unos 400 millones de kilogramos al año) en contraste con el gran número de personas (más de 250 mil) que no pueden asegurarse la comida del día siguiente, por escasez de recursos. El Banc dels Aliments es un banco sin más dinero que el estrictamente preciso para su supervivencia y al que le gustaría quedarse sin clientes; es decir, que no hubiera precariedad alimentaria en nuestro entorno. Trabaja esencialmente con voluntarios (más de 200), cuya colaboración es excelente, y recibe los productos (comestibles, en general no comercializables) también de forma gratuita, para hacerlos llegar —a través de otras entidades benéficas (Cáritas, Cruz Roja, Asociaciones)— a las personas necesitadas, para que tengan una alimentación suficiente (en cantidad), segura (en calidad) y saludable (en composición). Debo reconocer que, con el apoyo de todos ellos (proveedores, voluntarios, colaboradores, entidades benéficas, patrocinadores y Administración), hemos hecho un buen trabajo. Pero todavía queda mucho por hacer.

El sector agroalimentario es estratégico para nuestra economía y la de los países del sur de Europa, ¿pero tenemos una visión global acertada del problema del sistema mundial de alimentación? ¿Qué aspectos piensa que hay que tener en cuenta en lo que es consumo en los más ricos y mera alimentación de subsistencia entre los pobres?

Recomiendo encarecidamente la lectura del libro, publicado por la Fundación Triptolemos,  El sistema alimentario; globalización, sostenibilidad, seguridad y cultura alimentaria, que constituye en mi opinión una excelente recopilación de opiniones de los mejores expertos sobre el sector agroalimentario, a nivel mundial y español. En la actualidad, estoy aprovechando mi experiencia como directivo en Nestlé y como responsable en el Banc dels Aliments de Barcelona para colaborar en la Comisión de Economía Agroalimentaria del Col·legi d’Economistes de Catalunya, en su función de seguimiento de la evolución del sector, su problemática, su posible solución. El sector agroalimentario es un sector básico en una economía, en su doble función de aprovechar los recursos naturales (campo, mar) y de suministrar productos básicos a la población. Esta actividad la debe desarrollarse eficientemente a lo largo de toda la cadena: agricultores, ganaderos, pescadores, transformadores, transportistas, distribuidores, importadores, exportadores, restauradores, consumidores, etc. En cada eslabón debe conseguirse un uso eficiente de los recursos y a la vez una remuneración suficiente para mantener un nivel de vida digno, sin que ello repercuta abusivamente en los precios que deben pagar los consumidores, por tratarse en muchos casos de bienes de primera necesidad. Dado que la naturaleza no permite proporcionar las materias primas básicas de forma continua y constante a lo largo del año, es un sector que precisa ser regulado por medio de políticas que, con visión a corto, medio y largo plazo, aseguren el suministro de productos agroalimentarios en forma sostenible, es decir, en condiciones de consideración económica, social y medioambiental.

En cuanto a la Unión Europea, en general y en cada una de las distintas zonas de desarrollo económico, técnico y cultural, ¿tenemos una política económica bien cimentada a corto, medio y largo plazo? ¿Y en el conjunto del Estado español?

Cada etapa de la historia presenta su problemática concreta, pero el ser humano dispone de un arma muy eficaz para resolverla: su inteligencia. Y así lo ha hecho a lo largo de los tiempos, mejorando en cada momento los instrumentos de que dispone, en particular de la técnica. En la actualidad, por ejemplo, la problemática del desarrollo económico y social de los países (que es el de sus habitantes) es muy distinta de la existente hace por ejemplo 60 años, cuando tuve la oportunidad de seguir un Master al respecto en la Universidad de Nápoles, con profesores de la categoría de Vera Cao-Pinna, Alberto Castagnola, Oskar Morgenstern, Claudio Napoleoni, Jan Tinbergen y Eugène Zaleski. Aunque de ellos aprendí la imperiosa necesidad de adaptación de la política económica a las circunstancias, sin perder de vista los objetivos fundamentales. La Unión Europea es un buen ejemplo de idea muy bien concebida en su momento, pero que hoy precisa de una urgente actualización de sus objetivos y de sus instrumentos, si no quiere verse desbordada por los acontecimientos y sobre todo por visiones cortoplacistas y electoralistas de los gobiernos de los Estados que la componen. En España también deberíamos plantearnos cuál es el futuro que deseamos, porque —como dice Jesús Moneo— “no sabemos adónde vamos, pero vamos muy deprisa”. Y esta actuación no es en absoluto recomendable.

En nuestro entorno más inmediato ¿Cuáles son las perspectivas de desarrollo o de mejora económica para Catalunya y para el conjunto de España? ¿Se atrevería a resumir nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles y a esbozar algún remedio para los segundos?

Catalunya es un país cuyos habitantes han sabido aunar, a la inteligencia (arma antes mencionada), otro elemento importante: el esfuerzo. Esta conjunción (nuestros principales puntos fuertes) le ha permitido ser uno de los motores económicos de Europa y de España y alcanzar un buen nivel de bienestar económico y social. Quedan algunos puntos débiles, como la insuficiente dotación en infraestructuras y la necesaria mejora en la relación entre tres actores importantes: empresas (incluyendo patronales y sindicatos), escuelas-institutos-universidades, y Administraciones (catalana, comarcal y local). Si estos dos puntos consiguen mejorar, estoy convencido de que Catalunya ofrecerá un progreso importante en su panorama económico y social. En cuanto a España, que dispone de amplios recursos en muchos campos, creo que institucionalmente todavía piensa demasiado en el pasado, y por ello no los aprovecha suficientemente, pero tiene capacidad para avanzar en el camino del desarrollo y especialmente en el de reducir sustancialmente la desigualdad económica y social existente.

Parece evidente que nuestro futuro económico ha de basarse en sectores de alta intensidad tecnológica o de conocimiento. Y también va cuajando en amplias capas de la población la idea de que lo nuestro es una crisis estructural profunda, con más derivaciones que las estrictamente económicas. ¿Qué medidas podrían tomarse para salir, de verdad, de la crisis que venimos arrastrando desde 2008?

No nos hemos de dejar dominar por el pesimismo. Estamos dotados de habilidades para superar muchas situaciones problemáticas, si nos lo proponemos. No estoy de acuerdo con que lo nuestro sea una crisis estructural profunda, sino una crisis institucional, por la falta de acuerdo entre los actores básicos de la sociedad respecto a los objetivos concretos a alcanzar y a las medidas a adoptar para alcanzarlos. Por un lado, tendríamos que soltar lastre, como por ejemplo, eliminar la corrupción, el fraude, el abuso, la mentira. Y por otro avanzar hacia una sociedad menos desigual, estimular la inversión productiva (por ejemplo, en los sectores que ustedes mencionan) y la investigación científica, ofrecer puestos de trabajo estables, con remuneraciones dignas. Debería revisarse urgentemente el sistema fiscal, tanto en el aspecto de impuestos (por mencionar un pequeño pero significativo ejemplo, es una vergüenza que los ciudadanos paguemos un IVA del 21 por 100 en los consumos de electricidad y de gas, cuando se trata de servicios básicos) como en el de gastos (entre los que se debería sobre todo evitar despilfarros e injusticias comparativas).

¿Estamos aprovechando bien la preparación y el talento de nuestros jóvenes graduados, directivos y emprendedores?  ¿Qué les aconsejaría a los que hoy se están preparando, acceden a un primer puesto de trabajo estable o inician un proyecto empresarial propio?

Tanto en mi experiencia profesional como académica he observado que la ilusión es un importante componente del progreso, tanto individual como colectivo. Sin ella se hace muy difícil avanzar en la senda del desarrollo. Hemos de hacer todo lo posible para que los obstáculos que siempre aparecen no desanimen a los que proyectan y se embarcan en iniciativas en pro de un futuro mejor. Siempre habrá fracasos o desilusiones, pero hemos de aprender de ellos para buscar alternativas, nuevos métodos, colaboración. Y, una vez conseguido un objetivo (título académico, éxito profesional), más que enorgullecerse de ello (lo cual es legítimo), plantearse nuevas metas y procurarse los medios para lograrlas.

En un plano más personal, ¿cómo ha podido conciliar su vida profesional y social con la familiar? ¿Cuáles son sus expectativas para nuestro mundo?

He tenido la gran suerte de contar con una esposa bella e inteligente, también economista, directiva en una entidad bancaria y profesora universitaria, que me ha apoyado continuamente, y con la que hemos podido formar una pequeña y unida familia. Evidentemente, los horarios a los que nos han obligado nuestras actividades no nos han permitido gozar de este éxito familiar todo lo que hubiéramos querido. Pero estamos contentos, y convencidos de que es posible conciliar todas las actividades, con adecuadas dosis de sensatez, comprensión y sobre todo de afecto por lo que une. En cuanto a expectativas, aunque haya muchas dificultades, como cristiano y como catalán, deseo dos objetivos en el mundo: paz y progreso. Mis principios básicos de actuación son: eficiencia económica, justicia social, libertad individual, solidaridad cívica, y respeto medioambiental. Quizá no son suficientes, e incluso podrían ser discutibles, pero ésos son los que me han transmitido mis padres y hemos tratado de inculcar en nuestros hijos y nietos.

 

                                                                           Redacción Barcelona

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