Entrevista a Ingemar Naeve
noviembre 2, 2010Ingemar Naeve es ingeniero superior en Física por la Universidad Politécnica de Estocolmo. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en España como director general y consejero delegado de la multinacional sueca Ericsson. Es miembro del Comité de Dirección del Grupo Ericsson y del Comité Ejecutivo de la Región EMEA y, desde 1997, vicepresidente para Nuevas Cuentas de la Unidad de Negocio Sistemas GSM, con responsabilidad sobre Europa, Asia y África. Preside el Comité Específico dedicado a la Industria y la Competitividad del Círculo de Empresarios y la Comisión de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) del Club de Excelencia en Sostenibilidad.
El Círculo de Empresarios, creado en 1977, se ha caracterizado estos últimos años por la calidad de los documentos y propuestas que plantea a la opinión pública. El último, “Una industria competitiva, clave para recuperar el crecimiento”, se presentó el 14-9-10 (puede leerse entero en www.circulodeempresarios.org). Cual es su visión del caso español como alto directivo de una multinacional con fuerte presencia aquí.
Nuestra sociedad disfruta de las evidentes ventajas de la globalización, teniendo al alcance una variada gama de productos atractivos y relativamente baratos, importados en gran parte de países con unos costes laborales bajos. Pero no hemos aceptado plenamente las servidumbres de este modelo, que son la necesaria y rápida adaptación para ser competitivos en el mercado global. Tal vez pensamos erróneamente que será posible disfrutar de las ventajas sin sufrir los costes que entraña la adaptación a un entorno cambiante. Debemos ser más flexibles y adaptables, también como sociedad. Lo hemos sido en el pasado, de modo que podremos serlo de nuevo siempre que se ponga en ello el esfuerzo requerido.
Defina brevemente los principales males de la economía española o nuestros puntos débiles.
Los principales problemas de la economía española se pueden resumir de la siguiente forma: una altísima tasa de paro; bajo nivel de competitividad de nuestra economía y un endeudamiento externo muy fuerte y que crece muy rápidamente.
Y, a grandes rasgos, nuestros puntos fuertes.
España cuenta actualmente con una dotación de capital empresarial y humano como nunca ha tenido. Es la sede de grandes empresas globales de éxito internacional. Tiene ventajas, naturales, culturales y de localización con un alto valor estratégico para actividades turísticas, de ocio y residenciales. Cuenta con una moderna red de infraestructuras y, además, se están desarrollando proyectos importantes en sectores de futuro, aunque sería deseable que el número se incrementase.
En esencia, en el documento se abunda en el cambio de modelo productivo. Lo que preocupa a la mayoría es si puede hacerse a corto plazo y en qué sectores.
Lo importante es que se aborden las reformas estructurales que el Círculo de Empresarios viene proponiendo desde hace tiempo. Reformas en la educación, en el mercado laboral, en el marco regulatorio y en la energía. Asimismo, habría que incrementar la liberalización de algunas actividades que afectan al buen funcionamiento de la industria y que se reflejan en sus costes de producción, tales como los transportes, las telecomunicaciones y las infraestructuras relacionadas. Si esto se hace, la propia dinámica empresarial irá definiendo, en función de las oportunidades, los sectores de futuro en los que habrá que especializarse.
Entre las reformas estructurales que preconizan ustedes ponen un énfasis especial en el ámbito laboral y el educativo. En cuanto al primero, a corto plazo, ¿qué nos hace falta para ponernos al nivel de la media europea?
Hay que superar la dualidad contractual actualmente existente que se caracteriza por trabajadores con contrato indefinido y alta protección junto a trabajadores con contratos temporales y escasa, o ninguna, protección. En esencia, un contrato único con costes de extinción de la relación laboral mayores que los de los contratos temporales, pero menores que los de los indefinidos. Siempre para nuevos contratos y sin efectos retroactivos. También habría que descentralizar el actual sistema de negociación colectiva, para que las condiciones pactadas tengan en consideración las situaciones puntuales de las empresas. Asimismo convendría hacer de las políticas activas de empleo un instrumento eficaz en la intermediación de los flujos de oferta y demanda de trabajo. En ese sentido habría que favorecer la competencia en la intermediación, sin relegar a los servicios públicos pero posibilitando la gestión privada.
En el terreno de la formación profesional y el aprendizaje permanente, la oferta educativa no parece corresponderse con las demandas de las empresas.
La Formación profesional en España no ofrece ni las titulaciones ni la formación en competencias y habilidades que demandan las empresas. Uno de los puntos débiles más significativos es la insuficiente conexión entre la FP reglada y la empresa. Hay que avanzar hacia un modelo de formación dual que combine la formación en la escuela con la formación en la empresa para que una vez finalizado el periodo de formación las personas sean inmediatamente empleables.
Nadie pone en duda que las empresas y las economías de éxito se fundamentan en el capital humano y que nuestro futuro económico ha de basarse en sectores de alta intensidad tecnológica. En el medio plazo, por ejemplo, es grave la falta de ingenieros en España, en prácticamente todas las especialidades. ¿En qué falla el sistema educativo español?
Fundamentalmente en cuestiones relacionadas con los valores. Desde el sistema educativo debería fomentarse el reconocimiento del esfuerzo y de los valores imprescindibles para la prosperidad y el bienestar social, como el espíritu crítico, la autonomía, la iniciativa personal, el trabajo en equipo, conocimiento de idiomas, etc.
Otra piedra en el zapato de la economía española es la ruptura gradual de la unidad de mercado debida al exceso de reglamentaciones que cada comunidad autónoma aplica sin tener en cuenta al conjunto estatal.
Antes le hablaba de la necesidad de un marco regulatorio de calidad. Este tiene que ofrecer seguridad jurídica y estabilidad. Se trata de un campo en el que queda mucho por hacer, especialmente para evitar la ruptura de la unidad del mercado interior debido a la proliferación de normativas autonómicas descoordinadas que regulan de forma distinta materias idénticas.
El alto costo de la energía, la reforma de la red de transportes, la incentivación real de la I+D+i o la implantación de auténticas culturas innovadoras, de manera generalizada, en nuestro tejido productivo son aspectos que ustedes remarcan en su informe. ¿Tenemos posibilidades de recuperar el tiempo perdido respecto a los países europeos más avanzados?
Sin duda alguna. Lo que no tenemos que hacer es no dejar pasar más tiempo sin acometer las reformas estructurales que necesita nuestra economía. Evidentemente, cuanto más tardemos en implementarlas más tardaremos, no sólo en salir de la crisis sino, en ponernos a la altura de los países con los que tenemos que competir en los actuales mercados globales.
Al contrario que los grandes países de nuestro entorno, seguimos sumidos en nuestra crisis económica particular, a la que todavía no se le ve una salida clara. Va cuajando en amplias capas de la población la idea de que padecemos una crisis estructural profunda. Sin embargo estamos obligados a encarar el día a día con una actitud positiva ¿qué medidas concretas e inmediatas podrían tomarse para volver a crecer y a generar empleo?
Lo más inmediato es reconocer el verdadero alcance de la crisis, la situación de encrucijada en que se encuentra España y, a partir de ahí, aplicar las reformas que le he comentado. Sólo así se logrará generar la confianza necesaria en los mercados, tanto nacionales como internacionales, que es condición sine qua non para salir de la crisis.
Francesc Ribera