Los economistas camuflados

Los economistas camuflados

diciembre 19, 2018 Desactivado Por inQualitas

El sálvese quien pueda y los economistas camuflados

La marinería inglesa abandona el Titanic europeo, mientras ni se sabe cómo acabará el forcejeo en los botes salvavidas. Mientras tanto, bajo la línea de flotación, va aumentando el lastre de los países latinos. Italia, con el 130% de deuda soberana sobre su PIB anual; España, con prácticamente el 100%; y Francia, con el 70%. ¡Ni siquiera el gallo francés puede levantar cabeza! El más modosito es el gobierno español, que pide permiso a Bruselas para retocar un poco los decimales. Nadie es capaz de predecir a estas alturas si del norte protestante bajarán los caballeros de gris a poner orden en el sur católico o… si Roma encabezará una nueva Contrarreforma. Lo que sí sabemos es que cuando el sueño europeo termine no le quedará a la humanidad ninguna estructura política sólida a qué asirse. Así de desordenado tenemos el planeta.

Como la cuestión económica parece que está en la raíz de casi todos estos males, rescatamos un editorial, del 15 de diciembre de 2009, escrito a la sazón del éxito de El economista camuflado. La economía de las pequeñas cosas, de Tim Harford, uno de estos best sellers con que periódicamente nos obsequian las grandes editoriales hispanas que pueden permitirse el lujo de ir a cazar autores en las vastas frondosidades anglosajonas. Al mal tiempo buena cara. Pero atención, porque a veces las grandes verdades pueden expresarse de manera sencilla, aderezada además con sentido del humor.

LOS ECONOMISTAS CAMUFLADOS

Ahí va un texto fresco pescado en la Red. Tal como ha caído en el cesto lo servimos en nuestro mercadillo de las ideas. Real como la vida misma, nos parece que viene muy a cuento para ilustrar uno de los principales achaques de la enfermedad que padecemos.

CURIOSO, MUY CURIOSO:

Es noviembre, una pequeña ciudad de costa, en plena temporada; cae una lluvia torrencial hace varios días, la ciudad parece desierta.

Todos tienen deudas y viven a base de créditos.

Por fortuna, llega un ruso forrado y entra en un pequeño hotel con encanto. Pide una habitación.

Pone un billete de 100€ en la mesa del recepcionista y se va a ver las habitaciones.

El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero.

Este coge el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.

A su turno éste se da prisa a pagar lo que le debe al proveedor de pienso para animales.

El del pienso coge el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con la prostituta a la que hace tiempo que no paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.

La prostituta coge el billete y sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado.

En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, coge el billete y se va de la ciudad.

Nadie ha ganado un duro, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza!

MORALEJA: SI EL DINERO CIRCULA SE ACABA LA CRISIS

Volodymir Ivanovich Palahniuk

A lo mejor el seudónimo enmascara al nuevo fenómeno de ventas captado por la diligente industria editorial hispana en el prolífico océano mediático anglosajón. Vete a saber si escribe también en el Financial Times, ha sido tutor de Economía en Oxford o se llama Tim. Aunque más bien parece provenir del público intelectualmente inquieto que, a través de Internet, pugna por romper el corsé de los medios de comunicación tradicionales, muchos embobados hasta el ridículo o sectarios hasta la hediondez. Otro de los espontáneos que emergen de la multitud inteligente que, desde el entorno digital, está marcando el rumbo de nuestra época.

Tras la primera lectura, nos hemos estrujado las meninges buscándole un significado oculto al mensaje. Porque aquí tiene que haber gato encerrado, no puede ser que la realidad sea tan simple. Hay un momento, por ejemplo, en el que parece que se tuerce el hilo del discurso: no parece verosímil la mujer de la vida trabajando a crédito. Aunque la vida está tan jodida… Otra posible derivación del discurso la intuimos en la parte final. La Maritornes llega a pagar su deuda y así todo cuadra, pero imagínense ustedes que el ruso baja un segundo antes, la pilla esgrimiendo el billete cerca de donde él lo ha dejado y (¡oh, miserable destino!) lo recupera antes de que el posadero llegue a tomar posesión el símbolo monetario. Pero, claro, cabe preguntarse con un mínimo de compasión humana, ¿la pobre mujer tiene que acabar siendo la que pague el estropicio? Total por un papelucho resobado al que la autoridad pertinente, en virtud del ordeno y mando, ha conferido un determinado valor.

En fin, no le demos más vueltas al asunto.

El concepto clave que resume esta perspicaz pincelada del momento económico está a nuestro entender, en la última palabra del penúltimo párrafo: confianza. Y la pregunta del millón, que resume casi todo, es ¿aquí y ahora, está irremisiblemente perdida la confianza en la autoridad pertinente? Éste, y no la falta de crédito o el estancamiento en el consumo o la atonía inversora-emprendedora, es el quid de la cuestión.

Ya estamos al final del cuento. Ahora ya no son conspicuos profesores ni sesudos estadísticos a sueldo quienes nos describen la cruda realidad. Ellos no parecen ser capaces de resolver el entuerto descomunal que nos paraliza, y tampoco podrán mantenernos por más tiempo en la inopia. Los economistas camuflados que recorren cada día el mercado con la cesta de la compra saben muy bien qué cuesta un café, cuántos pueden permitirse al mes y en qué establecimientos. Los ciudadanos anónimos son los que ahora deciden si es verdad o no que hay brotes verdes y qué suerte de fructificación es previsible esperar en el caso de que los haya. Habrá que ir con mucho ojo en el control de las muchedumbres solitarias y silenciosas.

Los economistas-psicológos de base le están tomando el pulso a la situación. Roguemos para que su descontento se manifieste con civismo e incluso con un cierto sentido del humor. Ya que, a la postre, ellos decidirán si le dedican una cacerolada masiva a la antedicha autoridad. O si, en un arranque de buen-mal humor, deciden organizar “fiestas de la democracia” paralelas a las oficiales depositando unas cuantas camionadas de votos en blanco en las urnas constitucionales, estatutarias o municipalistas. Entonces José Saramago tendría que reescribir su lúcido Ensayo sobre la lucidez, en una versión hispánica a machamartillo. La trama de la nueva novela podría girar en torno a una honorabilísima jubilación de los principales protagonistas: Don José Luis, D. Mariano, D. Manolo, D. José y toda la pesca, y, por supuesto, D. Francisco y Doña Esperanza, la cual, además de ostentar nombre de elevadísimo concepto, ni se crea ni se destruye —y en este caso ni se transforma— y acaso, esperemos, sea lo último que se pierda.

Thank you, Volodoymir, y sigue colgando en la Red historias edificantes para solaz de pescadores y navegantes.

F.R.R.