Colaboración entre culturas diferentes en el área mediterránea
marzo 19, 2014Laurent Cohen
Co-presidente de la Associació Catalana de Jueus i Palestins (JUNTS)
«No habrá estabilidad política y democracia si las condiciones de vida de las poblaciones no mejoran significativamente»
Laurent Cohen Medina ha nació en París y, desde 1996, ejerce como traductor e intérprete free-lance en Barcelona. De nacionalidad francesa, es judío de origen egipcio por parte de padre e italo-sefardí por parte de madre. Se reivindica mediterráneo y ciudadano del mundo. Desde el año 2009, co-preside la asociación JUNTS (Juntos, en castellano) Associació Catalana de Jueus i Palestins (Asociación Catalana de Judíos y Palestinos), junto con Omar Abdul-Jawad, médico de padre palestino y madre catalana residente en Barcelona, pero actualmente en Canadá por motivos laborales.
¿Podría resumirnos los objetivos y la trayectoria de la Asociación JUNTS?
La Asociación nació a raíz de la operación Plomo Fundido sobre Gaza, en diciembre de 2008-enero de 2009. En aquel momento, algunas personas de la Comunidad Palestina de Catalunya, como el historiador Salah Jamal, y diferentes personas judías de izquierda que se conocían, movidos por la indignación y el deseo de actuar, decidieron presentarse ante el presidente de la Generalitat de Catalunya, para, pedir conjuntamente el cese de los bombardeos sobre Gaza. Estas personas compartían y siguen compartiendo un mismo análisis de la situación, es decir que se trata de un problema político: la ocupación continua por parte de Israel de la Palestina histórica, que por lo tanto se puede resolver por vías políticas, rechazando la confusión generada por el tema de la religión y el tema étnico. Desde entonces, JUNTS se dedica a explicar esta realidad a la sociedad catalana y a hacer llegar su protesta en los ámbitos catalanes, del Estado español y de la UE para pedir justicia y, por parte judía, decir: “No en nuestro nombre”.
¿Cuál es su percepción del problema territorial y religioso en Israel y Palestina? O, resumiendo mucho la cuestión, ¿Jerusalén es judía, musulmana o cristiana?
Primero y ante todo decir que hay dos ámbitos claros y separados: el de la religión y de la política. Con demasiada frecuencia se confunden —a propósito— estas dos categorías.
En el ámbito histórico, político y jurídico, la realidad es la siguiente: la ciudad tiene dos nombres: Jerusalén, traducción del hebreo y Al Quds en árabe. Pero el problema es más amplio: Las resolución 476 (1980) de Naciones Unidas insta Israel a retirarse de todos los territorios ocupados incluido Jerusalén-Al Quds, también reitera que todas las medidas tomadas por Israel para cambiar el estatus, la fisonomía y la composición demográfica son ilegales. La Resolución 478 (1980) censura a Israel por proclamar en su parlamento a la ciudad ocupada de Jerusalén como “eterna e indivisible” y pide a los estados que retiren sus embajadas de Jerusalén como castigo. Con esto queda claro que la ocupación de Jerusalén Este y la proclamación de Jerusalén como capital del estado de Israel son ilegales. De hecho, solo EEUU ha reconocido esta última. En la realidad, asistimos a una “judaización galopante”, no solo de la parte Este y de los barrios árabes de la ciudad, sino también de las áreas circundantes, todo ello con una estrategia clara: separar Jerusalén-Al Quds de su entorno natural, es decir Cisjordania, e impedir que sea la capital del futuro Estado palestino, lo que constituye una clara violación de la legalidad internacional.
En cuanto al aspecto religioso, Jerusalén-Al Quds es una ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas en sus diferentes variantes (iglesia ortodoxa por ejemplo). La ciudad vieja tiene cuatro barrios: el musulmán, el judío, el armenio y el cristiano. Los lugares santos se encuentran próximos unos de otros y son custodiados por las diferentes iglesias. Por lo tanto, la respuesta es que Jerusalén es, a la vez, judía, musulmana y cristiana. Lo que no plantea ningún problema específico, pues las tres religiones han convivido allí desde siglos. Salvo durante las Cruzadas —es decir bajo dominio cristiano— en el que tuvieron lugar los episodios más violentos.
Que quede bien claro, pues: para nosotros éste es un conflicto político, por la tierra de Palestina, y sus soluciones son políticas. La religión sólo es un factor del mismo conflicto, un factor desafortunadamente manipulado y utilizado para que no se pueda llegar a ningún acuerdo. Porque ¿quién puede discutir la voluntad de Dios…?
De cara a las acciones concretas para conseguir la paz, parece que a Occidente, por ejemplo, le gusta la música de Daniel Barenboïm, pero en cuanto a la letra no acaba de ver la cosa del todo clara.
No acabo de entender este comentario. Daniel Barenboïm, junto con Edward Said, brillante intelectual palestino, crearon la orquesta Al Diwan, con músicos palestinos e israelíes que demuestran que el conflicto no es un tema de personas. Las personas son perfectamente capaces de convivir juntas, pues los seres humanos compartimos aspiraciones y necesidades, sea cual sea nuestro origen o religión. En JUNTS, por supuesto, también trabajamos juntos, judíos y palestinos, para una solución del conflicto porqué compartimos un mismo análisis político de la situación, una misma visión. Ésta es que se trata de un conflicto de origen colonial y que el sionismo, ideología excluyente que sustenta el Estado de Israel, es el principal obstáculo, pues no reconoce que todos los ciudadanos de un mismo Estado, sea cual sea su religión u origen étnico, deben tener los mismos derechos para que se pueda hablar de verdadera democracia.
En el ámbito mediterráneo, precisamente, de democracia queremos hablar, pero resulta que el coro que formamos todos está mal conjuntado. Europa e Israel son democracias consolidadas, mientras que en el mundo árabe vemos que no acaba de asentarse el sistema democrático-liberal. ¿A qué creen que es debido?
Me remito a la anterior pregunta. ¿De qué democracia hablamos cuando una parte de la población de un estado, en este caso el 20% de ciudadanos palestinos/árabes de Israel son ciudadanos de segunda categoría que aunque tengan derecho a voto, sufren una discriminación constante en varios ámbitos de la vida diaria (vivienda, economía, vida personal)? En cuanto a la población de los Territorios Ocupados —Cisjordania y Gaza— Israel les niega el derecho a un Estado propio —Palestina—, y les mantiene en un limbo jurídico y una asfixia política y económica que constituyen indudablemente una forma de apartheid.
Por otra parte, cuando se dan las primeras elecciones libres en Palestina —en las que Hamas es claramente ganador de las mismas en Gaza— a Occidente no le gusta el resultado y corta el grifo de las ayudas. Desde entonces, 1.5 millones de personas sufren un bloqueo ilegal con unas consecuencias terribles para su vida cotidiana ¿Qué ejemplo de democracia es ése? Y sabemos que los diputados de Hamas elegidos en Cisjordania se encuentran encarcelados por la Autoridad Nacional Palestina, que por cierto gobierna con el beneplácito israelí y occidental, sin legitimidad democrática, habiendo aplazado las elecciones sine die.
Vamos a ampliar el abanico territorial: ¿Desembocará la primavera árabe en el norte de África, y otras partes de la cuenca mediterránea, y Oriente Medio en sociedades y sistemas políticos laicos, consolidados e irreversibles?
No somos adivinos, pero una cosa es segura. No habrá estabilidad política y democracia si las condiciones de vida de las poblaciones no mejoran significativamente. Por otra parte, debemos entender que el Islam es una realidad y un hecho tanto religioso como cultural en buena parte de la región.
El respeto hacia las minorías es una de las bases fundamentales de las democracias serias. ¿Pueden garantizarla los países en los que la religión es un factor determinante de su praxis política?
Israel quiere que se le reconozca como Estado judío, lo que es claramente un obstáculo a la democracia. A causa de las concesiones históricas realizadas por los fundadores del Estado de Israel, que por cierto eran sionistas ateos, los partidos religiosos ortodoxos acaban teniendo un papel que no se corresponde con su peso en la población del país (el 10%). Eso repercute en ámbitos de la vida cotidiana, como por ejemplo que no haya bodas o entierros civiles en Israel, lo cual sorprende en una llamada democracia liberal en siglo XXI. Es decir que, por ejemplo, una judía no puede casarse con un no judío. Tienen que ir a Chipre para ello. La lucha entre laicos y religiosos es cada vez más encarnizada. Los laicos han conseguido que los religiosos, por ejemplo, hagan el servicio militar. Por otra parte, no se puede olvidar que los colonos más militantes actúan en nombre de su versión —errónea— del judaísmo, conquistando a mano armada la tierra que consideran es suya por derecho divino. Hasta ahora, con el apoyo del ejército y el beneplácito del establishment, pues la conquista y la ocupación de Cisjordania avanzan cada día, a pesar de las declaraciones. Esto es un obstáculo aún mayor para la paz.
También el hecho de que Israel pretenda ser el Estado de todos los judíos del mundo —lo que cuestionamos seriamente— tiene por consecuencia que, por ejemplo, ciudadanos norteamericanos que no residen en Israel puedan tener una influencia considerable en la política israelí, sin sufrir sus consecuencias.
Nosotros estamos acostumbrados a ver el problema desde nuestro punto de vista europeo, en nuestro caso liberal y laico. ¿En qué creen que acierta y en qué se equivoca el mundo cristiano-occidental al analizar el enfrentamiento de judíos y musulmanes?
Después de haber perseguido a los judíos durante 1.500 años, el occidente cristiano apoya ahora claramente a Israel de manera incondicional, e Israel juega con la culpa cristiana y europea en el genocidio judío de la Segunda Guerra Mundial. Históricamente, la Iglesia anglicana ha jugado un papel importante en el apoyo al proyecto sionista de conquista de “Tierra Santa”. Ahora bien, la geopolítica solo es una cuestión de intereses, políticos, económicos y estratégicos y no de religión.
Divide y vencerás. Israel se ha posicionado como aliado incondicional de Occidente desde sus comienzos, para el control del petróleo y la división del mundo árabe, y lo ha conseguido. ¿Hasta cuándo será una pieza clave para EEUU en el control de la zona? Parece que ahora con la firma de un acuerdo con Irán y la producción de petróleo por fracking en EEUU, Israel ya no será tan importante para los intereses occidentales. Occidente tiene que entender que para todo el mundo árabe, y más allá en el Tercer Mundo, el trato otorgado a Israel es una espina clavada en el corazón de los musulmanes y un claro ejemplo del doble rasero que aplica Occidente para defender sus intereses. Mientras no cambie de postura, tendrá varios frentes abiertos en la región.
Resulta que, después del llamado proceso de Barcelona a mediados de los noventa, la capital de Cataluña —como sede de la Unión por el Mediterráneo (que engloba a los países de la ribera norte, sur y este)— ha pasado a ser la capital institucional del Mediterráneo, ¿Qué podemos hacer desde Cataluña y desde España para ayudar a la tolerancia y a la convivencia entre las sociedades y culturas diversas en Oriente Medio?
Estamos convencidos de que el pueblo catalán —que no sus actuales dirigentes— entiende perfectamente que en este conflicto hay una víctima muy clara: la población autóctona de Palestina, sacrificada y abandonada por Occidente para granjearse los favores económicos de Israel y EEUU. Una política claramente servil y vergonzosa. Todo el resto son historias. Nosotros pensamos que Barcelona, Cataluña y el Estado Español tienen la oportunidad de demostrar que diversas culturas y religiones, así como todas las personas de buena voluntad, pueden convivir en paz y armonía, siempre y cuando se respeten sus derechos y su personalidad, en un marco claro de igualdad jurídica de todos los ciudadanos. Y la valentía en este ámbito es extender este marco a las personas inmigradas que lleven entre nosotros el tiempo que consideremos oportuno.
El lema de nuestra revista —y el del portal web www.comunimed.info, que impulsamos desde el equipo de producción de Dobleerre Editorial— es “paz, libertad y comercio”. ¿Qué les sugieren a ustedes estas tres palabras?
La Unión para el Mediterráneo, heredera del llamado Proceso de Barcelona, pretende trabajar siguiendo seis ejes temáticos y técnicos, que eviten los problemas políticos. Pero sinceramente ¿Cómo se puede hablar del tema del agua, por ejemplo, sin hablar de política? La Franja de Gaza prácticamente ya no dispone de agua potable. Existe un proyecto de la UPM para financiar una planta desalinizadora. ¿Qué inversor se va a atrever a invertir millones en una infraestructura que puede ser destruida por la aviación israelí en un abrir y cerrar de ojos? No se puede evitar la política. El conflicto palestino-israelí es 100% político y depende de la voluntad de los actores políticos.
La paz no es solamente la ausencia de guerra. La paz no es vivir al lado unos de otros, sino vivir juntos, de verdad, habiendo superado las diferencias, con una base común de convivencia.
Libertad es un concepto más abstracto, que en lo concreto se debería traducir con la libertad de movimiento de las personas, por ejemplo, libertad para cada persona de ver colmadas sus aspiraciones, de ver realizados sus sueños, para uno, su familia, su comunidad, su país.
El comercio es una actividad ancestral que sin duda ha favorecido el progreso. En el caso que nos ocupa, un acuerdo de paz sin duda beneficiaría a los intercambios comerciales entre los países de la región. Hoy en día, los productos de Cisjordania por ejemplo solo se pueden exportar a través de aduanas y puertos de Israel, y Cisjordania no puede comerciar directamente con sus países vecinos, lo que constituye una traba más a la economía agonizante de los Territorios ocupados, además de la obligación de importar todos los bienes de consumo de Israel.
Francesc Ribera
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www.acjp.cat
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