Programas a medida para directores generales en IESE

Programas a medida para directores generales en IESE

marzo 1, 2012 Desactivado Por inQualitas
César Beltrán
César Beltrán
Director de Executive Education en IESE Business School
«La calidad la medimos por lo que dicen nuestros alumnos de nosotros»
César Beltrán de Miguel es licenciado en Dirección y Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid y MBA de IESE. Desde hace diez años trabaja en el Departamento de Dirección de Programas para Ejecutivos del IESE. Es director de Executive Education Barcelona y Brasil.
¿Cuál es su área de responsabilidad dentro de IESE?
Desde el punto de vista territorial, Cataluña, Valencia, las Baleares, Navarra, Aragón y también Brasil. Brasil es una iniciativa que comenzó en el año 2000. No somos gente que estemos ahí porque toca o esté de moda. No, nosotros fuimos allí cuando Brasil estaba hundido en la miseria, y puedo decir que estamos muy contentos, porque hemos aprendido mucho. Hasta ahora no ha sido una operación muy grande, pero está resultando extraordinariamente fructífera, y vuelvo a remarcar que allí estamos aprendiendo mucho. Hemos podido conocer un mercado muy distinto y hemos obtenido pruebas de calidad muy altas, en nuestro trabajo y entre las empresas que colaboran con nosotros.
¿A nivel interno, vuestra área principal de actividad son las empresas, o son más bien los ejecutivos que ya os vienen con un nivel alto de formación?
Aquí he de remarcar que nuestro foco es la persona. Todos los programas de IESE son muy personalistas, pero en nuestro departamento nos dedicamos a formar a ejecutivos de empresas, con gente ya con un perfil ejecutivo desarrollado. Es decir que, efectivamente, desde el punto de vista técnico están formados. La empresa no les paga para que sepan de operaciones, de finanzas, de mercados, etc. sino que les paga y están en sus empresas porque son personas capaces de asumir responsabilidades, sobre todo en cuestiones relacionadas con otras personas, de tomar decisiones acertadas y que tienen visión global. Trabajamos todas las características que definen a un alto directivo a todos los niveles, sea en empresas medianas, grandes o pequeñas. Tenemos en nuestra área de actuación alumnos desde los 32 a los 65 años, que van des de consejeros delegados a directivos con responsabilidades menores.
Para ofrecer un dato que sirva para evaluar nuestra labor, aproximadamente, al año, están pasando por nuestros programas unos 500 ó 600, solo en el área de Barcelona. Por lo tanto, la verdad, es que nos relacionamos con mucha gente preparada y aprendemos todos los días mucho.
¿Los envían las empresas o son ellos los que deciden venir a completar su formación en IESE?
Bueno, es raro que vengan sin haber hablado con las empresas, porque esto requiere un tipo de dedicación que, o tienes un acuerdo con una empresa, o no lo haces. Hay empresas que creen que estos programas ayudan mucho a sus directivos a crecer, a ganar en potencia, a recuperar ilusión, a volver a saber dónde están, a descansar, a ver que, por ejemplo, no son tan «tontos» como algunos se creen.
Luego mucha gente también viene individualmente, porque también les interesa ese crecimiento profesional y práctico. Pero los nuestros no son programas para poner simplemente en el currículum vitae. No son programas para gente que requiere una formación para hacerse valorar en el mercado laboral. Y además no son solamente técnicos, son programas muy de integración; hay que analizarlos en su conjunto.
En el IESE los que vienen de fuera se encuentran a menudo con que somos todos muy de dirección general. En cuanto empiezas a escarbar un poco te encuentras con esa norma distintiva. Tenemos, por supuesto, gente que sabe mucho de muchas áreas, pero siempre nos gusta pensar que la empresa no son solo las matemáticas o los números o las cosas, por lo que frecuentemente por eso quizás se suele meter la pata. De hecho la crisis ha venido de pensar de una manera muy simple que dos más dos siempre son cuatro, además de porque la codicia —que también ha estado en su origen— es muy mala consejera.
Volvemos a la persona…
Por supuesto, para nosotros las empresas son fundamentalmente entes de personas, por lo tanto el aspecto más importante es la integración de personas. La gente que viene aquí, por ejemplo, no sufre por las ventas. Muchas veces sufre más porqué no le entienden, porque ven que le persiguen. Acabo de hablar con una persona que me decía, pues yo sufro porque no tenemos producto y la central no me quiere desarrollar el producto aún y no aguanto más. Son personas, en el más noble concepto de la palabra, comprometidas con un proyecto empresarial o profesional. Esto es lo primero, es lo que decía antes de la persona como centro de la actividad económica y empresarial.
Si una empresa no tiene claro que está para desarrollar a sus personas, no tiene futuro. Morirá si no la empuja un gran emprendedor o una persona muy lista. No durará. Ya suelen duran poco, pero esta en concreto no puede durar.
Por desgracia tenemos muchas de estas empresas, con una mentalidad que aún no ha cambiado.
Sí. De todas las maneras, desde mi experiencia diaria en IESE, yo soy muy optimista. La gente que viene a formarse es porque se da cuenta de que necesita esta formación y, por lo tanto, ya dan el paso adelante de darse cuenta de que no lo saben todo, de que tienen que escuchar a otra gente. Repito, yo soy optimista. Hay gente muy buena. Gente que en su labor profesional y empresarial quiere regirse por criterios humanos. Yo me acuerdo de un director que me decía: «César, muchas gracias, estaba a punto de dejar esto de la dirección de personas porque mis criterios parecía que no eran de este mundo. Y he llegado aquí y por lo que he visto con mis compañeros, por lo que he trabajado en clase, me he dado cuenta de que no lo sé todo, pero ahora sé que voy en la línea adecuada». Luego, claro, hay que tener en cuenta que el día a día de la vida de las empresas, y más en la época que estamos atravesando en nuestro país, a todos nos pone un poco nerviosos.
Hay un factor muy importante que has mencionado: la calidad de los alumnos. Ya están seleccionados y entre ellos me imagino que el contacto es muy enriquecedor.
Sí, gracias a Dios. Pero esto ocurre con los provenientes de todo tipo de empresas. A veces piensa la gente que por ser del IESE y con un programa de este tipo solo nos acercamos a la élite más selecta. Pero aquí en Barcelona, para seguir con el ejemplo, tenemos una estructura de programas calcada del PIB de Cataluña, muy basado en la industria y el comercio. Es decir, de estos sectores es de dónde nos vienen las empresas y las personas. Además he de remarcar que tenemos en Cataluña un gran potencial de gente muy bien preparada para trabajar a nivel internacional. Todo eso se nota. Lo que necesitamos, y lo que nos gusta, es que esas personas vengan con inquietudes globales de integración. Para que el programa tenga la calidad alta que requiere, necesitamos que la gente venga con esa intención.
¿Y cuando el perfil del alumno no es el adecuado?
Si veo gente más «júnior» o con una carrera profesional no tan directiva, tengo que ayudarles dirigiéndoles hacia un MBA. Porque es un programa técnico. Si veo que tienen unas carencias técnicas, tengo que recomendarles ese programa. Si les pones en programas de dirección específicos, que van a la toma de decisiones en un consejo de dirección, como no tienen seguridad en el tema de balances, de gestión, etc. es mejor que no lo hagan. Normalmente lo que hace un comité de dirección o la gente que tiene cargos directivos, es integrar la información, por lo que se necesita dominar esos conocimientos para que el programa funcione bien.
Has definido vuestra área de influencia, en la zona mediterránea más Brasil. Es un caso emblemático lo que está haciendo el IESE en China. Este contacto con realidades tan diversas debe ser muy enriquecedor para vosotros y vuestros alumnos.
Sí. Y más si se tiene en cuenta que los participantes en el proceso que tenemos aquí son internacionales. La gente ha salido, la gente conoce, la gente está viajando de un lado a otro. Eso forma parte de la internacionalización. Dicho eso, si quieres te hablo de mi departamento y de todos los que hay en IESE.
Desde siempre nuestro objetivo ha sido un destino global. Esa internacionalización se ha conseguido abriendo nuestros cursos a gente de todo el mundo. Sabemos la dirección a la que hay que ir. En esa internacionalización el IESE está presente con sede propia en Madrid, Barcelona y Nueva York. La de Nueva York tiene cuatro años. Además de la experiencia que has mencionado en Shanghái, tenemos oficina en Múnich y los programas de Brasil desde el año 2001. Esto hace que por Barcelona, ya que estamos en el ejemplo catalán, venga gente de todos estos lugares. Tenemos programas como el AMP, que es uno de los programas de alta dirección, en el que tienes gente de diferentes nacionalidades. Puntualizo que eso no asegura la calidad de la internacionalización, pero es un requisito interesante.
Hay un prestigio internacional del IESE, que lo remarcan los alumnos que vienen de fuera. ¿Os consideráis la élite en el «mercado» de la educación empresarial?
No, no me gusta la palabra élite. Eso, en todo caso, lo tiene que decidir la gente que pasa por nuestros programas. La calidad se mide por lo que dicen nuestros alumnos. Nosotros los profesores del IESE estamos ofreciendo a los directivos y ayudando a que sean mejores, pero el resultado es sin duda algo etéreo. ¿Cómo percibe la gente esa calidad? En general la calidad la vemos la ve en su vecino, la gente la ve en la persona que tiene al lado. Hacer un programa de IESE es una inversión de tiempo y de dinero muy alta. Internacionalmente está reconocido que estamos a un nivel muy alto. La única manera de que la gente entienda esto es con la prescripción de los mismos que han pasado por aquí. Además, un servicio como la formación en dirección pues la percibe, la mueve y la prescribe la satisfacción del alumno que dice «oye, estoy contento con lo que he aprendido aquí». Los alumnos con los que hablo y les pregunto por qué quieren hacer un programa en el IESE me dicen que lo hacen porque les han dicho que les puede ayudar mucho en la profesión. Porque se lo ha dicho su mejor amigo. Ahí está el quid. Esto es lo que mueve a la gente. Es verdad que también tiene peso el esfuerzo de comunicación, pero la verdad, lo que está de fondo, es que hay 39.000 antiguos alumnos que han pasado por alguno de nuestros programas en todas estas partes del mundo y muchos de ellos están muy contentos. Algunos no, por supuesto que habrá excepciones, pero cuando se produce eso tienes que hablar con ellos y saber qué les ha pasado. En la formación, como en cualquier otra cosa, hay gente que no encaja con un estilo, con una manera de trabajar.
Vamos a centrarnos un poco en el exterior, ¿cómo ves la experiencia previa de Shanghái, antes de vuestra presencia en Brasil?
En Shanghái IESE ha ayudado a sacar adelante el CEIBS (China Europe International Business School). Es una escuela de negocios que va creciendo mucho y nos da una visión en Asia brutal. El hecho de ir allí y de levantar esa escuela en aquel momento demuestra la potencialidad de la casa. Se produjo en torno a la fecha tan grata para todos del 1992. Fue una apuesta de la UE que ayudó a montar escuelas de negocios allí y pidió ayuda a escuelas europeas. El IESE se lo tomó muy a pecho y ayudó. Ha habido una mejora en China, gracias a Dios, y también una mejora de nuestros profesores y de la gente que va allí y ve el mercado y entiende su mentalidad. El IESE no tiene ningún problema para trabajar en China y nos hemos adaptado muy bien.
Hablemos un poco de vuestra más reciente experiencia en Brasil
El IESE llegó a Brasil en el año 2001 y hemos tenido una muy buena experiencia que nos hace estar muy dentro de la sociedad brasileña: hemos sufrido con ellos una crisis muy dura. Eso hace que veas el país de una manera mucho más propia y que el desarrollo de la escuela aunque sea lento, tenga consistencia. Yo, si me preguntaran qué podemos aprender de los brasileños, diría: una de las cosas que cada vez que voy me gustan más es que saben escuchar. Escuchan muy atentamente todo lo que se les dice. Eso luego puede tener sus problemas si quieres, pero ante todo saben escuchar. Luego también está el tema relacional. Son personas que saben cuidar a la gente y lo hacen con mucha ilusión. Personalmente aún no estoy completamente adaptado a su mentalidad, pero soy muy optimista, porque creo que hay gente muy fabulosa y cuando nos quitemos el corsé mental que aún llevamos los europeos saldremos adelante. Todo mi equipo vemos a lo largo del año a dos mil directivos y remarco que nos encontramos con gente estupenda.
¿Y en relación a la situación de crisis económica tan profunda que padecemos en el sur de Europa, qué sensaciones te da con respecto a la realidad de un país emergente como Brasil?
Aquí hay gente formidable que se está dejando la piel. El otro día hablé con un directivo que está montando una empresa de Internet y se va a Silicon Valley. Muy bien. Luego ya volverán. Veo gente con mucha ilusión. Hay gente joven, de treinta, cuarenta años, que está muy preparada, que tienen ganas de hacer cosas y que están muy bien formados. En Brasil se nota también su presencia. Hay una gran colonia española de directivos muy buenos, algunos ya afincados ahí. Entonces yo veo en Brasil un potencial de crecimiento muy rápido con una posibilidad de salir de la pobreza muy grande: en los últimos años han salido 30 millones de personas de la pobreza en Brasil. Allí se nota ese núcleo de personas con ilusión, con muchas ganas de hacer cosas positivas. Y además ellos tienen una cosa que no tenemos nosotros, y que tendremos que aprender a conseguir: una unidad brutal, sin fisuras. No sé cómo lo consiguen, porque hay una variedad acusada de perfiles regionales, culturales, etc. Acaso es porque tienen menos historia. Luego hay que tener en cuenta que han conseguido en algunos aspectos y sectores una calidad de trabajo excepcional. Tienen empresas muy punteras en sectores estratégicos y con unos directivos muy preparados.

Más información:
www.iese.edu

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Irene García – Francesc Ribera