La Educación: pilar del Estado de Bienestar

La Educación: pilar del Estado de Bienestar

febrero 5, 2019 Desactivado Por inQualitas
Josep Maria Esteve
Josep Maria Esteve
Director del Institut-Escola Jacint Verdaguer de Sant Sadurní d’Anoia
«En primer lugar debemos entender qué supone educar en el siglo XXI y qué necesita esta nueva educación

Josep Maria Esteve Gibert es licenciado en Historia, diplomado en EGB, tiene formación en TIC aplicadas a la educación y un máster en dirección de centros educativos. Ha participado en congresos y en cursos de formación, asesoramiento y diversos masters en educación. Sus aportaciones se han concretado principalmente en la función directiva, las TIC aplicadas a la educación, los proyectos de trabajo, las competencias básicas en la práctica, las competencias tecnológicas, la metodología APB, el liderazgo escolar, la evaluación y el trabajo cooperativo.

El centro que dirige ha recibido los siguientes premios y referencias: Primer premio Baldiri Reixach, primer premio del CNICE a los materiales digitalizados “Calaix de sastre”, primer premio Marta Mata, primer premio del Cercle d’Economia, segundo premio del Cercle en otra convocatoria, primer Crea Jove 2012, Pruebas Canguro de Matemáticas 2011, premio a e-twinning a la ESO 2007 y Sello de Calidad Europeo 2013-14 “Jobs in the past, present and the future”. Colabora en programas divulgativos en varios medios de comunicación y ha impulsado numerosas prácticas innovadoras en pedagogía.

La Educación es uno de los grandes pilares del estado del bienestar, pero ¿en qué consiste la calidad en el ámbito de la educación escolar y la enseñanza secundaria?

Antes de nada, no olvidemos que el objetivo final de todo ser humano es la felicidad. Aunque ésta no es siempre completa, todos tendemos a ella.
Es cierto que todos los políticos hablan siempre de la importancia de la educación, pero esta importancia está basada en una visión tradicionalista i obsoleta de la misma. No se trata de tener a los niños escolarizados y controlados en unos edificios haciendo todos lo mismo y de la misma manera. La educación de un país es una cosa mucho más compleja y ha de ser un compromiso de todos.

En primer lugar debemos entender ¿que supone educar en el siglo XXI? y ¿qué necesita esta nueva educación?

Necesitamos redescubrir la educación, hacer que los centros i la sociedad sean lugares de aprendizaje real, dónde los alumnos vayan a gusto y vean que lo que van aprendiendo les ayuda a vivir y a crecer como personas.

La calidad de la educación no puede estar basada en las disciplinas académicas y los exámenes (objeto solo de debate de los políticos). La educación es algo mucho más importante y supone grandes cambios que nunca llegan a realizarse (cambios en infraestructuras, en recursos, en la formación inicial de nuestros docentes, en la creación de redes de centros, en las universidades, en la manera de contratación de los docentes en función de los proyectos de centro, etc.).

Mi experiencia de muchos años en el sistema educativo me ha hecho ver la cantidad de anomalías i disfunciones que realizamos por el simple motivo de que “siempre se ha hecho así”. Voy a poner un ejemplo sobre el trabajo cooperativo: ¿dónde se realiza con mayor frecuencia esta manera de trabajar? Pues en aquellas etapas dónde aún no está consolidado el propio yo. Y, ¿dónde desaparece del mapa?: en etapas superiores cuando esta manera de trabajar favorece el aprendizaje.

La calidad en la enseñanza secundaria está en potenciar y personalizar el aprendizaje. Los alumnos ya saben leer, ¿por qué les explicamos lo que ya tienen en papel o en el libro?, ¿por qué les damos todas las respuestas, sin que tengan que descubrir-las o reflexionar sobre las mismas?, ¿por qué no dejamos que sean ellos quienes hagan preguntas?

La calidad pasa por planificar y organizar los entornos de aprendizaje teniendo en cuenta el objetivo del propio aprendizaje que no es otro que nuestros alumnos.

Si analizamos algunas de las organizaciones de centro veremos que no es así, ¿los horarios están creados en función del alumnado o de los profesores?, ¿quién escoge los materiales de trabajo, los alumnos o los docentes?, ¿quién decide la distribución de las aulas?, ¿quién decide lo que se debe hacer?, ¿quién tiene la mejor mesa y silla en la clase?

Si no conseguimos que en la secundaria, nuestros alumnos participen activamente de su aprendizaje no lograremos recuperar el valor de la escuela. Si se pasan el día sentados escuchando a sus profesores, no podemos decir luego que no participan o ponen esfuerzo en el trabajo, estamos fomentando nosotros estas actitudes.

No vamos a entrar en la formación universitaria, que también parece mal resuelta, pero sí en la fase que queda en medio, la llamada E.S.O. ¿Qué problemas ha generado su implantación y cuales ha solucionado?

Nuestro sistema educativo lo parcializa todo: las etapas, las disciplinas, los títulos… No existe una visión global de la educación y menos de lo que supone una etapa obligatoria en la que debamos formar personas preparadas para tomar decisiones sobre su vida. Me fastidia mucho que se hable de una etapa como si fuera ajena a las otras.

Creo que la educación obligatoria tiene sentido en sí misma y dentro de un mismo objetivo que solo se basa en el respeto a las etapas evolutivas de los niños, sin cortes y sin más cambios que los que se producen en toda persona al ir creciendo.

Dicho esto, el hecho de haber escolarizado hasta los dieciséis años a nuestros jóvenes ha supuesto un avance social (seguramente sería mejor hasta los dieciocho), pero en la praxis se ha hecho de manera fatal: solo ha servido para alargar la agonía de los alumnos dos años más. La falta de recursos no hace posible atender a aquel 10% del alumnado que necesita otro camino dentro de la escolarización obligatoria. No es suficiente crear el marco, también lo que vamos a hacer en él. Solo se ha alargado la edad, el fondo sigue siendo el mismo que hace cien años: alumnos pasivos, sentados en sus mesas atendiendo las aburridas explicaciones de sus profesores i superando exámenes de conceptos que se les olvidan al poco tiempo. Parece que a nuestros políticos solo les interesa que nuestros alumnos no estén en la calle y lo han sabido trasmitir a sus docentes.

Tendemos siempre a modificar estructuras y a dejarnos lo esencial en el tintero. ¿Por qué no existe la carrera de educación de la etapa obligatoria?, ¿por qué los docentes tienen solo una visión parcial de su asignatura sin saber cuál es el objetivo global?, ¿por qué hay tanta diferencia entre una etapa y la otra?, ¿por qué en secundaria, los profesores solo pueden impartir su asignatura?, ¿por qué en la primaria los maestros suelen verse o sentirse como padres y no como profesionales?, ¿por qué la mayoría de centros concertados tienen todas las etapas y los públicos no?

Las críticas que algunos han hecho a la ESO es debido a una visión errónea de su función, se sigue creyendo que es solo un camino hacia la universidad y no el camino hacia la vida, por ello la mayoría de docentes quieren dar clases en el bachillerato, donde sí está claro el objetivo y los alumnos han escogido este camino.

Los políticos nos dicen que hay que perseverar en el modelo y los más “progresistas” insisten en que hay que prolongar la enseñanza reglada obligatoria hasta los 18 años. No entramos en las consideraciones socioeconómicas de esta decisión, pero ¿se puede solucionar el problema educativo con más cantidad o con más calidad?

En la pregunta anterior ya hice mención a mi postura sobre la escolarización hasta los dieciocho años. Si queremos mejorar la sociedad (no solo el sistema productivo), la escuela i las administraciones tienen un papel y una responsabilidad muy importante (fijémonos en los países donde este compromiso está establecido y comparemos su sociedad y el nivel de concienciación social existente).

Dicho esto, nuestra educación no puede estar basada solo en alargar la escolarización y seguir haciendo lo mismo. La calidad de la educación va por otros derroteros. Más cantidad no significa más calidad. Invertir en años o en dinero no mejora la educación, aunque ello no quiere decir que no se tenga que hacer y aún más cuando nunca se ha invertido en recursos que no sean sillas y mesas. La educación pasa por una visión sistémica de la misma, debemos tomar decisiones que afecten directamente a la mejora (formación, tiempo, recursos).

Nuestra sociedad está llena de academias, clases particulares, de deberes en casa… como si realmente dónde se aprendiera fuese más allá de la escuela, ¡algo nos está fallando!

Los resultados, el fracaso escolar y la desmotivación se resuelven con cambios reales dentro de los centros. Nuestras leyes no las han provocado, solo han sido estructurales pero no efectivas. Lo peor es que seguimos en la misma línea.

Necesitamos cambios en la formación, cambios en la manera de evaluar, cambios en la autonomía de centros (que realmente sea real), cambios en las aulas, en la manera de aprender, cambios en los edificios, en los horarios de los docentes, en definitiva, cambios necesarios des de hace años y que no se producen.

Preocupa mucho en el estamento profesional y empresarial la baja preparación de los jóvenes que acceden a sus primeros empleos. Según este modelo que nos anuncian, previsible para los próximos años, ¿dónde queda la Formación Profesional dual que tanto éxito tiene en Alemania y que apenas está empezando a implantarse en el Estado español?

Este es el punto clave de nuestro problema. Tenemos la visión de una educación demasiado academicista, todo está en función de una única dirección que es la universidad y el que no llega a ella se considera socialmente un fracaso escolar. La formación debería dar salida a todos los intereses i preparar a nuestros alumnos para que sepan decidir aquello que quieren hacer.

Tenemos una mentalidad del período de la dictadura donde se valoraba a las personas que sabían responder a preguntas (recordemos la cantidad de programas de TV en esa línea).

No es que la formación dual no esté implantada en nuestro país, lo está, lo que pasa es que ni educación ni empresa se lo acaban de creer. En Alemania a la empresa le cuesta cada alumno más de 40.000 euros y es la propia empresa quién lo evalúa. Con ello quiero mostrar el alto grado de implicación social existente en Alemania (aunque debo decir que solo tienen buenos resultados en la formación dual, las otras etapas dejan mucho que desear, puede que sea por el simple hecho de basar su educación en el sistema productivo). Esa cultura de que “todos” formamos a nuestros jóvenes no existe aún en nuestro país, ni valoramos suficientemente la formación profesional. Pero también es preocupante que licenciados recién salidos de la universidad tampoco sean competentes en el trabajo y eso si que tiene relación directa con la manera en que los formamos (saben cosas, pero no saben hacerlas sin ayuda).

Hace poco me hicieron la siguiente pregunta: ¿Qué diferencia hay entre tu centro y un centro de Finlandia? Les contesté: Mientras que en Finlandia es la sociedad quién forma a sus niños, nosotros intentamos formar a la sociedad. Ellos lo tienen mucho más fácil, lo nuestro es coyuntural, efímero, casuístico, simplemente una utopía, pero lo intentamos.
Jacques Delors en el 99 expuso los principios de la nueva educación basados en el trabajo por competencias, han pasado ya algunos años y seguimos igual. Pocos centros han cambiado realmente sus fundamentos y la verdad es que, delante de tantos otros que aún no han empezado, podríamos decir que son una minoría y una especie en vías de extinción si no son protegidos de manera especial.

Estos cambios no se pueden realizar solamente des de los centros, hace falta cambiar mentalidades, zonas de confort, creencias falsas y tener un poco, solo un poco, de valentía para hacer lo que toca. ¿De qué sirven tantos años de formación si cuando tienes que aplicar los conocimientos no sabes cómo empezar ni cómo organizarte? Debemos trabajar por proyectos proponiendo retos a nuestros alumnos para que investiguen en la práctica, los departamentos deben dejar de evaluar los contenidos y evaluar los procesos de aprendizaje que se realizan en cada centro, dejar que los centros trabajen y reflexionen, no dárselo todo hecho. Fijaros que todo el sistema reproduce los mismos esquemas, los políticos nos dicen lo que debemos hacer, los libros lo que debemos enseñar, los Departamentos lo que debemos evaluar y me pregunto ¿yo que pinto en todo esto?, ¿dónde está la autonomía de centro?, ¿cómo pueden haber iniciativas de mejora cuando todo ya viene dado? Lo malo es que este sistema lo reproducimos en las aulas y los alumnos deben pensar lo mismo ¿Qué pinto yo en todo esto?

Con las siete leyes de educación promulgadas en el periodo democrático, parece que hay una gran confusión o ineptitud entre los políticos españoles ¿Hasta qué punto el marco normativo puede dificultar o promover una educación de calidad y pueden ustedes, los profesionales, sortear sus errores y carencias?

Es cierto que hemos tenido muchas leyes en estos años, aunque es igual de cierto que los centros han seguido haciendo lo mismo de siempre. En este problema no se salva nadie. La misma LOGSE tenía dos grandes objetivos, una el de escolarizar más años a nuestros jóvenes y el otro pedagógico, el primero se cumplió, el segundo no, seguimos haciendo lo mismo de siempre.

Ni las leyes han sido efectivas, ni los centros las han entendido ni aplicado (nos pasa lo mismo que con el trabajo de las competencias). Cuando se dictan leyes en nuestro país sobre educación, no sé por qué, pero le sigue una crisis económica y no se puede financiar. Sin recursos nada es posible y si encima de falta de recursos haces recortes, ya no te digo.

Para no desviarnos demasiado de la problemática, dejaremos aparte a la sociedad y a los padres. Así pues, parece que los principales responsables de la calidad o no de la educación cultural y científica son los enseñantes. ¿En cuanto a la formación, moral, cívica y humana qué puede decirnos?

Tenemos un gran potencial humano en los centros. Los docentes son el principal activo que tiene nuestro país, sin ellos nada es posible. No tienen la culpa de que no acaben de saber lo que se les pide, les han formado para otra cosa que ya no existe.
La formación va a ser una constante a lo largo de la vida, ya no solo la de los docentes sino de todas las personas. Las cosas cambian demasiado deprisa y a los humanos nos cuesta seguir a esa velocidad.
Pero no solo vamos a necesitar una constante formación académica, vamos a tener que ser competentes, tener dotes de trabajo en equipo, ser creativos, tener iniciativas, saber expresarnos en público, etc.
El mundo se ha vuelto muy complejo y grande, tenemos retos muy importantes que resolver y la mayoría van a depender de cómo nos formemos, de cómo sepamos actuar, de cómo nos relacionemos, de cómo tomemos consciencia y de cómo construyamos las relaciones.
En un mundo dónde las máquinas nos van a suprimir la mayoría de los trabajos que conocemos hoy en día, vamos a tener que potenciar todas las inteligencias y atender a la diversidad. Objetivos mucho más importantes que los contenidos, a los cuales tenemos acceso des de cualquier lugar y cuando los necesitemos.
En este contexto social complejo, los valores y las relaciones humanas van a tener un papel muy importante. Los centros debemos tomar consciencia de que la tutoría personalizada va a ser más importante que las asignaturas, que el trabajo en equipo va a ser fundamental para su futuro, que la relación docente – alumnado va adquirir más relevancia que la relación alumnado – contenidos y uno se pregunta si ¿formamos docentes para esos objetivos?

Volvemos a centrarnos en la cuestión que preocupa a la mayor parte de nuestros lectores y a gran parte de los padres: ¿la enseñanza cultural, científico-técnica y práctica es la apropiada? ¿Y la valoración de las capacidades adquiridas, mediante pruebas y tests es la adecuada?

Tenemos un grave problema y es que queremos cambiar las cosa pero no sabemos cómo y además engañan a nuestros docentes con evaluaciones que siguen los mismos parámetros de siempre.

Convencer a docentes, padres y administraciones de que la educación debe cambiar para mejorar no es una tarea nada fácil. Nuestros parámetros de lo que significa inteligencia aún no han cambiado y ello dificulta el camino.

Nuestros alumnos no son peores que los finlandeses, simplemente que les enseñamos otras cosas y entonces vienen las pruebas PISA y lo resuelven mal.

Hace años la OCDE nos viene diciendo que nos falta praxis, que no saben aplicar aquello que están estudiando en la escuela, y es cierto, nos dedicamos a memorizar sin saber para qué sirve o dónde se aplicarlo. Pero por miedo al cambio y a lo que dirán las familias seguimos haciendo lo mismo de siempre: explicación – estudio – ejercitación – examen, en lugar de reto/preguntas – necesidades – organización – investigación – participación – conclusiones – presentación.

No se ha entendido en nada lo que significa trabajar por competencias. Todo el mundo cree que supone una pérdida o diminución de los aprendizajes y no es cierto, al contrario, trabajar por competencias supone un nivel superior de aprendizaje, basado no solo en saber cosas sino en saberlas aplicar.

A los centros que intentamos trabajar por competencias se nos sigue evaluando por contenidos y, aunque nuestros resultados siguen siendo muy buenos, también lo son los de aquellos centros que solo se dedican a las estadísticas y a superar esas pruebas, con lo que no se pueden detectar qué centros trabajan en la línea de los cambios propuestos.

Planificar el trabajo por competencias supone un gran esfuerzo por parte de los docentes, muy superior a trabajar por contendidos secuenciados marcados por un libro de texto, donde la aportación del docente simplemente es la de reproducir y evaluar.

Este esfuerzo, que requiere del trabajo en equipo, necesita de más tiempo de planificación fuera de las aulas que no dentro (dónde son los alumnos quienes deben aprender y descubrir en un entorno bien organizado). Este tiempo no existe hoy en día, los docentes están la mayoría de las horas dentro de las aulas como si de una guardería se tratara y son los libros de texto quienes planifican y orientan su trabajo.

El modelo evaluativo marca la acción que se realiza dentro de las aulas, ¡cambiémoslo! A lo mejor de esta manera cambiamos también las acciones.

Evaluar se ha convertido más en una acción coercitiva que en un método de mejora personal. ¿Cuántos alumnos brillantes se han perdido por este camino?, ¿cuántos alumnos que lo aprobaban todo han acabado fracasando?, ¿cómo se pueden detectar las capacidades de una persona con un simple examen?, ¿los centros son lugares de aprendizaje real o es el esfuerzo que hacen los alumnos más allá de ese entorno el que decide quién repite o quién pasa?

¿Os imagináis a un doctor que simplemente supiera diagnosticar y que no nos diera un tratamiento?, en muchas ocasiones los centros, debido a nuestro sistema evaluativo, solo se dedican a poner notas como si de un diagnóstico se tratara, lo malo es que se hace al final del proceso, cuando la enfermedad ya no tiene remedio y cómo esto es lo que nos exige el sistema pues es lo que se hace.

Debemos dejar de tener esa mirada focalizada siempre en el currículum y debemos mirar más a nuestros niños, ellos nos dicen lo que saben y lo que necesitan aprender. No podemos seguir con un listón horizontal dónde todos deben llegar, nunca lo vamos a conseguir, debemos ponerlo en diagonal y saber dar a cada alumno aquello que necesita, de la misma manera que hace la medicina.

Debemos llegar a la personalización del aprendizaje y ello supone un compromiso personal, de centro y de la administración.

¿Qué se puede hacer para mejorar la calidad de los maestros y profesores? ¿Seleccionar mejor a los que acceden a la carrera docente? ¿Mejorar su formación? ¿Aumentar sus sueldos? ¿Mejorar la consideración social que reciben?

En primer lugar hay que replantearse completamente la formación inicial de los futuros docentes, depende de cómo los formemos y de las leyes que promulguemos actuaran de una manera o de otra.

Es cierto que los docentes acostumbran a reproducir la manera en la que ellos aprendieron, pero también es cierto que ello se puede cambiar. Por lo tanto, las universidades tienen un papel muy importante en este proceso.

Debemos también cambiar el acceso de los docentes a los centros. Estos no pueden ir a uno o a otro en función de un número. La autonomía de centro y sus proyectos solo son factibles si el equipo es escogido por la comunidad educativa o la dirección del centro a quién se le ha hecho el encargo y por el propio docente que quiere participar de uno u otro proyecto. Suele pasar que ni el docente ni el centro estén contentos con una adjudicación, ¿Qué hacemos luego?

En segundo lugar, las leyes deben ser coherentes con los principios y para ello debe haber recursos económicos para asegurar que aquello que pretendemos se pueda realizar. El altruismo no es malo, pero el sistema no puede basarse en él. En los centros públicos todo es demasiado casuístico y efímero. Los políticos tienen que hacer leyes y evaluar en función de ellas.

No podemos seguir pidiendo que trabajemos por competencias y que nos sigan evaluando por contenidos.

En tercer lugar está la evaluación de los docentes, entendida ésta como una evaluación formadora que ayuda a la mejora de la acción docente, pero, ¿está planteada en este sentido?, ¿el docente la percibe en esta línea?

No tenemos una carrera de educación de donde salen los docentes de secundaria. Y nos deberíamos preguntar ¿Qué papel de presión tienen las universidades para que haya triunfado el máster en lugar de la carrera?, ¿es más efectivo el máster?

En la mayoría de ocasiones el problema es estructural y cuando queremos arreglar alguna cosa topamos con ello. ¿Por qué no cambiamos las bases para poder realizar lo que se debe hacer? A mi parecer, solo la LEC ha tenido la valentía de tocar los cimientos aluminosos sobre los cuales poder construir un nuevo modelo. Aún así estamos solo al principio y seguimos sin ponernos de acuerdo en cómo desplegarlo.

Nuestros profesores de secundaria son licenciados, no docentes, aunque hayan realizado un máster (Por suerte hacen un gran esfuerzo día a día para mejorar). Seguimos dando mucha más importancia a los contenidos (importantes, no lo niego) que a los procesos de aprendizaje (no por culpa de los docentes sino por la propia exigencia del sistema). Como ya he dicho anteriormente, tenemos una visión de la educación obligatoria como si el objetivo final fuera solo la universidad y no debería ser así, ya que de esta manera excluimos a dos tercios de nuestros jóvenes. Lo más importante de la educación sería conseguir que nuestros alumnos siempre tuvieran ganas de seguir aprendiendo y que encontraran su camino en la vida.

Respecto a los sueldos y al reconocimiento social hay mucho que reflexionar. Un mal docente cobrando más no se va a convertir en uno bueno, otra cosa es si el sueldo es o no el correcto, pero no voy a entrar en ello, la pregunta supongo que tiene relación en si a más sueldo mejores profesionales, pues creo que no.

Y sobre el reconocimiento social también da mucho que hablar. Los reconocimientos, como todo en la vida se ganan, no se regalan y coincidiremos en que en muchas ocasiones la carrera de magisterio ha estado considerada como una carrera fácil y para aquellos que no podían acceder a otra. Y en secundaria, como los resultados no han sido demasiado halagüeños se achaca en muchas ocasiones simplemente a los docentes.

Todos tenemos responsabilidad, pero los que dirigen el país mucho más.

No obstante, las cosas empiezan a cambiar, nuestros docentes también, muchos realizan formaciones constantes, su implicación en la educación de sus alumnos cada día es mayor, pero no lo pueden hacer solos, también necesitan la ayuda de los padres y aún no ha cambiado la visión social de su tarea diaria. En educación los cambios son muy, muy lentos desgraciadamente.

¿Cree que la burocracia educativa y los “expertos” en educación (muchos de los cuales no han pisado un aula en su vida) ayudan a mejorar la calidad de su trabajo, la empeoran o se limitan a vegetar a su costa?

Los expertos son solo los fotógrafos de la educación, es decir nos dicen lo que funciona y lo que no, pero no nos dicen cómo se mejora en la práctica en las aulas.

¿Son necesarios? Sinceramente creo que sí. No obstante debe haber otro nivel de expertos en el campo de batalla y de esos aún hay pocos y si los sacamos de dónde realmente son eficientes, nos quedamos otra vez con escasez de mano de obra eficaz.

Un factor que dificulta el despliegue de prácticas innovadoras es en parte la normativa inicial de curso que choca con los objetivos planteados por el centro teniendo que hacer malabarismos para poder encajar una cosa con la otra.

No podemos planificar todo un curso para que luego la normativa no te permita llevar a cabo los objetivos que se han planteado, ello no solo desmoraliza sino que conlleva un gran desgaste de tiempo para poder encajar una cosa con la otra y ese tiempo no se dedica a lo que realmente es esencial.

Un buen proyecto de centro debe tener autonomía para elaborar sus propios objetivos y sus indicadores, si bien es cierto que deben estar preparados para ello (y posiblemente aún no sea el momento para todos los centros).

Entiendo que debe haber una normativa base general de país, pero no puede interferir en la mejora del aprendizaje real y no puede quitar tiempo a aquello que es esencial. Nuestra normativa es muy extensa y demasiado burocrática.

¿Qué caminos y qué soluciones ve para que las inversiones públicas en educación sean rentables? ¿Cómo debe organizarse la comunidad educativa para administrar estos recursos de una manera eficaz y eficiente?

La educación del siglo XXI, si quiere formar personas competentes, no solo necesita personal preparado para ello, sino que también hacen falta recursos y modificaciones de las infraestructuras existentes.

Me explico, si la competencia es la capacidad de aplicar el conocimiento, las habilidades, los procedimientos i los valores en situaciones de la vida real, vamos a tener que disponer de recursos para poder aplicar; si queremos trabajar en equipo, deberemos tener estructuras que lo permita;, si queremos tener acceso a la información deberíamos tener ordenadores i buenas conexiones; si queremos que descubran, deberemos tener materiales de manipulación i observación.

La educación del s.XXI no es barata tal i como tenemos los centros hoy en día, pero si queremos que nuestro país tenga personas preparadas para vivir, convivir i solucionar los problemas endémicos que sufrimos, debemos invertir en ella y además no podemos perder tiempo. ¿Os imagináis que el sistema sanitario siguiera operando a sus pacientes con la tecnología del siglo pasado?

Los centros deben administrar, más allá de las funciones propias como es la educación de sus alumnos, el personal del centro (docente, administrativo, monitores, conserjería), atender a las familias, los comedores escolares, la seguridad del personal, el mantenimiento de las infraestructuras, los recursos y la economía. Todo este peso recae sobre la dirección del centro, si bien es cierto que, la dirección delega su gestión a otros miembros del equipo directivo, estos no dejan de ser docentes. ¿Os imagináis de nuevo a un doctor haciendo tareas administrativas?, ¿o a una enfermera llevando la economía del hospital?

Si, encima de haber un déficit en aquello por lo que nos han formado, debemos llevar la responsabilidad de aquello para lo que no nos han formado, llegaremos fácilmente a alguna conclusión ¿no?
Si nuestro sistema sanitario tiene un gran reconocimiento más allá de nuestras fronteras es porqué ha sabido dar respuesta a muchas de las cuestiones planteadas en esta entrevista: Una formación inicial muy exigente, unas prácticas de cuatro años como mínimo, unos recursos propios de los avances en investigación, personal especializado en cada ámbito del hospital, una atención personalizada y una organización horaria basada en las personas.

Los centros educativos están a años luz de poder gestionar de manera eficiente i eficaz, con los recursos existentes, los pocos recursos que les llegan. Recordemos que la educación pública es gratuita, pero que los recursos no, ¿cómo podemos dar equidad a nuestros niños si sus padres, algunos, no pueden pagar los nuevos recursos, como los ordenadores, necesarios para su formación?

Aún así, en nuestro centro ningún alumno está discriminado por su nivel económico, faltaría más, pero el tiempo y el esfuerzo para conseguirlo se sacan de nuevo del que tendríamos que dedicar a otro lado.
No es de extrañar que en nuestro sistema educativo tengamos déficit de docentes que quieran dirigir los centros educativos.

.

Más información:
www.jverdaguer.org

Redacción Barcelona