Calidad, competitividad y perspectivas de futuro de la Ingeniería española

Calidad, competitividad y perspectivas de futuro de la Ingeniería española

octubre 26, 2011 Desactivado Por inQualitas
Manuel Acero
Manuel Acero
Presidente del Instituto de la Ingeniería Española
«Se ha llegado a muchas deslocalizaciones de industrias porque no hemos sabido generar valor añadido»

Ingeniero Industrial por la ETSII de Madrid y master in Engineering por la Universidad californiana de Berkeley. Su actividad profesional se ha desarrollado en el sector eléctrico español. Trabajó en la central térmica de Aceca y ha sido director de la central nuclear de Cofrentes, desde su construcción, puesta en marcha y explotación inicial. También ha sido el responsable del área nuclear de Hidroeléctrica Española, antes de su fusión con Iberduero para constituir Iberdrola. Ha sido gerente de la Agrupación Española para el Desarrollo Técnico Nuclear (DTN); presidente de la Sociedad Nuclear Española y del International Nuclear Societies Council, que agrupa a todas las sociedades nucleares del mundo; presidente de la Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid, y decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid.

La entidad que usted preside es la suma de las asociaciones de ingenieros de toda España. ¿Puede describirnos su campo de actuación y en qué se diferencian las asociaciones de los colegios de ingenieros?
Las asociaciones buscan el encuentro entre sus miembros, la difusión de temas y problemas que puedan surgir, de novedades técnicas, cuestiones relativas al empleo, cursos de formación, cómo se valoran las titulaciones y todo lo que va relacionado con el mundo de la Ingeniería. Cada una de las asociaciones intenta transmitir su propia situación, las iniciativas que se plantean, reclamar posicionamientos cuando es necesario, y con todo ello se consigue que el colectivo se mueva como un todo en una dirección predefinida que permita una labor constructiva y eficaz.
Los colegios se constituyeron posteriormente a las asociaciones —que ya existían desde hacía bastantes años— para atender a las problemáticas específicas del ejercicio profesional. En este ámbito los colegios tienen una dinámica muy definida. Por lo demás buscan también la formación de sus colectivos, el fomento de las relaciones institucionales, como buscamos nosotros, etc.
Se trata de organismos diferentes, la asociación es privada y el colegio es público. Pero en este sentido en la actualidad se están generando, además de una buena comunicación, unas relaciones muy estrechas que si no llegan a la fusión poco le faltará.
Cada vez hay más iniciativas de consenso entre todos y cada día que pasa la gente se está dando cuenta de que el concepto central en la Ingeniería, el leit motiv de nuestra profesión es, y cada día lo será más: la unidad. Si no hay unidad en lo que se plantea y en lo que se hace, si falta entendimiento y viabilidad no iremos a ningún sitio. Hasta ahora hemos estado demasiado parcelados, como digo yo, con los distintos grupos cada uno en su redil. Pero creo que esta situación se está superando y más aún se verá en los próximos tiempos.
En asociaciones y colegios es frecuente la queja de que la profesión de ingeniero no está suficientemente valorada por la sociedad.
Es cierto y en buena parte la culpa es nuestra. Nosotros hemos sido demasiado endogámicos, sobre todo en los primeros años. Hay que pensar que este Instituto ya tiene más de cien años. En el inicio los ingenieros eran gente muy peculiar, con unos conocimientos muy diferenciados, un colectivo que vivía su actuación profesional de una manera distinta a las profesiones tradicionales. Y esto nos ha pasado factura.
Pero ahora los tiempos han cambiado y todos trabajamos para cambiar esta visión que se tiene desde fuera. Es más, yo me atrevería a decir que la Ingeniería es lo más social que uno puede imaginar. Porque pensemos en qué hacemos cuando nos levantamos por la mañana: nada más levantarnos ponemos la luz, después el agua caliente, miramos el teléfono por si ha habido alguna llamada, miramos al ordenador para ver qué mails hemos recibido, después cogemos el coche, y así un largo etc. de acciones en las que el trabajo de los ingenieros es y ha sido determinante. Vivimos envueltos en ingeniería, y la Ingeniería condiciona nuestra calidad y confort de vida. Tenemos un Internet, por ejemplo, que ha dado una accesibilidad cultural como nunca se había podido imaginar, y esto es pura Ingeniería.
Yo creo que todo esto no lo hemos sabido vender antaño, ahora empezamos a promocionarlo en serio. Yo invito a los lectores de vuestra revista a un ciclo que estamos desarrollando en el Instituto que se llama “La Ingeniería en la sociedad”, en él estamos describiendo esto desde perspectivas distintas; con la participación de organizaciones como la Unicef, la ONCE, etc., para que expliquen la valoración de la ingeniería en sus actividades y desde su punto de vista, y cómo les ayuda a sacar adelante sus quehaceres y objetivos. Y así en el mundo de la empresa, de la investigación, de la universidad, etc.
¿Esta posible “falta de prestigio” en parte puede estar relacionada con el descenso en el nivel de preparación de los ingenieros? ¿Cómo ven, por ejemplo, la evolución de los estudios de Ingeniería en España después de la aplicación del Plan de Bolonia?
Yo terminé la carrera en el 73, soy ingeniero industrial y empecé mi actividad profesional en centrales nucleares. En Cofrentes me tocó el arranque de la central y luego pasé a gestionar todo el departamento nuclear de la empresa. He de decir que entonces nunca pensé que la Ingeniería me iba retribuir tanto como me ha retribuido. Por ejemplo, en esta misma época la empresa consideró que debía ampliar mis estudios en la universidad californiana de Berkeley. Estuve un año y puedo decirte que allí me di cuenta de lo que era mi carrera. Después de estar desconectado ocho años de la universidad y de haber olvidado lo que son los cálculos matemáticos, la física, la dinámica del calor, etc. llevé mi postgrado con una soltura que era imprevisible para lo que yo preveía. Saqué la máxima nota y puedo decir que cualquier compañero de mi profesión seguramente hubiera hecho lo propio, porque era evidente que teníamos una excelente formación en España. Una formación basada en pensar y en razonar y nunca en aprender de memoria.
Usted ha vivido y puede hablar de al menos tres épocas en los estudios de Ingeniería en España
Efectivamente, la de los que nos formaron a nosotros a finales de los 60 y principios de los 70, mi generación y las promociones que corresponden a los planes de estudios más modernos. He visto el cambio en estas épocas de la enseñanza de la Ingeniería. No creo que haya habido pérdida de calidad en la formación, lo que ha habido es un gran aumento en los centros de enseñanza superior. Cuando estos aumentos tan fuertes se producen en un lapso de tiempo relativamente breve hay que pensar que no todos los centros tienen las mismas capacidades de respuesta ante las demandas del alumnado. Sobre todo cuando empiezan, puede que con el tiempo sean modélicos pero tiene que pasar un periodo de aprendizaje y de capacitación antes de conseguir los niveles de los que tienen más solera. Hace falta este periodo de rodaje, pero aquí también tenemos la costumbre de hacer más de lo que necesitamos, como por ejemplo nos ha pasado con los aeropuertos. Quizás no haya tanto profesorado capacitado para tantas escuelas de Ingeniería, como no hay tantos pasajeros para tantos aeropuertos.
Es lógico que cada zona quiera tener su propia universidad, pero hace falta alguien con criterio suficiente para evaluar el problema de la calidad por encima del mero interés local. Hacer ver a los actores sociales que es mejor hacer asequible un centro de calidad al alumnado, facilitando el transporte o la estancia, que llevarlo cerca de sus domicilios. Como en tantas cosas hay que saber encontrar un equilibrio.
En esto se supone que también juega el sentido de emulación, la sana competencia entre unos y otros…
De acuerdo, pero hay que tener en cuenta que hoy ya no competimos entre nosotros sino con el resto del mundo. En el aspecto de la capacitación quiero poner énfasis en que los ingenieros españoles compiten con ventaja incluso con el resto del mundo. Y nos mantendremos en este puesto alto del ranking mientras sepamos continuar el proyecto de una formación muy cualificada y muy exigente. El problema está en que ahora mismo no está bien visto el valor del esfuerzo, algunos consideran que es una exigencia dictatorial más que de calidad. Falta motivación también, lo que se quiere es acabar la carrera cuanto antes para disponer de un título. Cuando yo terminé la carrera recuerdo que tenía cuatro ofertas de empleo y mi título era homologable, aún con ventaja, en cualquier parte del mundo. Eso es indudable que hemos sabido mantenerlo hasta ahora. La prueba es que la señora Merkel pide ingenieros a España, porque sabe que son profesionales altamente cualificados.
¿Entonces, qué mensajes puede transmitir a los futuros ingenieros, a sus familias y a la sociedad en general?
Es indudable que son carreras difíciles y exigentes. Hasta ahora ha sido así. Pero estamos entrando en una tendencia que yo veo muy preocupante, de aliviar esa exigencia, de disminuir los requisitos, con lo cual sin duda se acabará perdiendo calidad. Espero que no ocurra, porque ya hay muchas voces, dentro y fuera de la Universidad, que se están resistiendo a esto. Otra cosa es la retribución, que en España tiene una problemática peculiar. Y es que es verdad que aquí los ingenieros recién titulados cobran cantidades mínimas, que no se corresponden al esfuerzo formativo que se les ha pedido. Aunque también es cierto que en pocos años de ejercicio profesional su retribución mejora claramente.
Estos dos aspectos han pesado mucho. Y además se ha difundido la tónica del mínimo esfuerzo y esto no funciona nunca, a la larga siempre pasa factura. Todo lo que no se consigue con esfuerzo y trabajo constante, a la larga no vale.
IIES
Jornada sobre “Nuevo entorno económico. Restos y Oportunidades” en la que intervinieron Alberto Recarte, Presidente de Centunión; Emilio Ontiveros, Presidente de Analistas Financieros Internacionales y Felipe López, Secretario General de Industria de Comisiones Obreras.
Entremos en algunas dinámicas que les afectan muy directamente. El problema de la Industria, la Ciencia y la Técnica en España, por ejemplo
Cuando un ingeniero ejerce su profesión tiene que valorar la Ciencia y la Tecnología como elementos capitales, pero como elementos vivos, sujetos a evolución, a revisión, con un margen de creatividad, que es una condición necesaria por parte del profesional. No puede enfocar su actividad de una manera rutinaria. Ha de saber analizar los procesos y debe encontrar las soluciones en su entorno, que hoy es el mundo entero.
Hay una cierta política de pasividad que es nefasta. En España nos ha ocurrido con las deslocalizaciones de industrias, y a esto hemos llegado porque no hemos sabido generar valor añadido. Para hacer frente a las crisis es evidente que el ingeniero tiene que vivir los tiempos, ver cómo se mueven las organizaciones del mismo ramo y ver como su empresa puede estar en línea con cualquiera de las mejores que haya en el resto del mundo, no en nuestro entorno inmediato sino en el resto del mundo.
Aquí tenemos el problema de la aplicación de la tecnología y la innovación a las pymes…
En España tenemos unas pymes que tienen un gran problema, no tienen una capacidad de respuesta ante las capacidades de innovación, investigación etc. Y es evidente que necesitamos reducir el porcentaje de pymes, mediante procesos de fusión entre unas y otras y conseguir empresas con más capacidad de respuesta y que puedan hacerse más competitivas. Porque para esto hay que investigar y los fondos deben salir de la misma empresa. Y en el caso de las pequeñas, una exigencia de desarrollo las colapsa, no pueden evolucionar. Esto lo hemos visto a menudo en jornadas técnicas que hemos tenido en el Instituto en las que verdaderos expertos financieros lo han señalado como uno de los principales problemas que tenemos en el aparato productivo español.
¿Qué pueden hacer los ingenieros en el proceso empresarial?
Los ingenieros tienen el deber de concienciar a los empresarios. Nos hemos encontrado a menudo con que el hecho de no llevar un proceso técnico bien elaborado en las empresas ha generado auténticos cuellos de botella, unos gaps que incluso pueden influir gravemente en el presupuesto nacional. Por ejemplo, está el caso de cómo tenemos montado el sistema de transportes. En este país se apoya muchísimo en la carretera. Lo que está muy bien, pero hace unos días ha salido una propuesta de Renfe para aumentar el número de vagones de sus trenes de mercancías, y, claro está, se ha encontrado con la oposición frontal del sector del transporte por carretera. La solución ha sido la de intentar contentar a todas las partes, pero sabemos que es una situación que no es la apropiada, que no es rentable.
Tenemos que acostumbrarnos a reconocer que en nuestros esquemas tenemos mucho que mejorar. Como ha ocurrido recientemente con la navegación aérea y con Aena. En el tema de controladores se ha llegado a un cambio drástico y necesario. El ingeniero en todos estos casos puede ayudar enormemente a generar criterios objetivos para implantar las estrategias adecuadas.
En su colectivo parece que va ganando peso la idea de que los ingenieros deben tener más peso del que tienen actualmente en el ámbito político y empresarial.
La mayoría de los ingenieros no pretendemos hacer política o hacer de políticos, pero lo que si es cierto es que cuando un político se plantea algo que tiene una connotación técnica evidente, el ingeniero debe intervenir necesariamente. Los políticos deben aquilatar los riesgos e identificar los caminos adecuados. No escuchar a los técnicos es perder información y por tanto es correr riesgos. El mundo político tiene que acostumbrarse a que el desarrollo de las sociedades tiene unos componentes tecnológicos tan grandes que la opinión de la Ingeniería frecuentemente es decisiva.
Su intervención todavía no pesa como debiera en la formulación de la política industrial, ¿a qué piensa que es debido?
Nosotros hemos hablado mucho con todos los partidos políticos, en esta línea de explicar qué es la Ingeniería, de significar la contribución que podemos hacer a las administraciones públicas y a la sociedad en general, con lo que supone de aclaraciones de informaciones, de asesoramiento para establecer políticas, etc. Yo tengo confianza de que en el futuro irá a más ese reforzamiento de la necesidad de contacto y de intercambio de informaciones y de evaluación de riesgos, de estrategia, de planificación de futuros deseables, etc.
En esto también es posible que haya jugado en contra nuestra la valoración general que se tiene de la Ingeniería. En cuanto a la valoración que la sociedad hace de nosotros, una de las cosas que nos caracterizan, lo repito, es que somos demasiado endogámicos. No hemos tenido necesidad, o no hemos tenido tiempo, o hemos cometido el error de no sentir y comunicar que somos parte esencial de la sociedad. Yo creo que ese es un aspecto decisivo para aumentar nuestra presencia en los centros de decisión: la comunicación con la sociedad. Cada vez los ingenieros se dan cuenta de que deben implicarse más en trasladar a la sociedad sus conocimientos y su presencia.
Entremos en el quehacer de los ingenieros en el ámbito gremial o profesional. ¿Han superado los colegios de ingenieros el bache de la Ley Ómnibus?
Igual que nosotros hemos cometido errores, también hay ocasiones en que hemos sido fatalmente tratados. No lo digo con sentido de revanchismo. En este caso nos hemos sentado a hablar con miembros de la Administración y es un hecho que el proceso de implantación de la ley requería un análisis y una calma que no se han producido. En la Ley Ómnibus no lo conseguimos, en cambio en la Ley de Bolonia sí que conseguimos que algunos de nuestros planteamientos se recogieran.
En el tema de visados no nos escucharon. Pero debo decir que a día de hoy muchas personas siguen siendo partidarias de los visados y vemos que se están manteniendo. Lo que quiere decir que no estaban tan mal. Nosotros comprendemos que había que hacer adecuaciones a nuevas realidades y nuevas necesidades, pero de eso a hacer tabla rasa… no nos parece lo más adecuado. En este caso hemos visto una falta de consideración y tratamiento adecuado a nuestras demandas.
También hay que decir que con la Ley de Servicios Profesionales, que suponemos que saldrá más adelante, hemos notado una relación distinta, más abierta, más de intercambiar opiniones, que es la manera de hacer entre todos las cosas mejor para llegar a un mundo mejor.
De manera muy especial nos gustaría saber cómo ven la salida de la crisis económica y la creación de empleos de calidad.
Vuelvo al ejemplo más que evidente de la remodelación que ha supuesto la navegación aérea y la reconversión de aeropuertos. Estamos hablando de cifras escandalosas. Pues al final se ha hecho un análisis serio de cómo debe funcionar un aeropuerto. Seleccionando concesionarios que tienes un interés empresarial en conseguir unos resultados económicos claros, se ha reducido el número de funcionarios y se ha puesto mano en los salarios de los controladores que estaban totalmente injustificados. Por cierto, yo que he dirigido una central nuclear me pregunto por qué un operador de sala de control, que tiene bastantes metros más de panel que un controlador aéreo, debía tener una retribución tan inferior respecto a este colectivo.
Pues con esto quiero decir que efectivamente hay una necesidad de reestructuración en multitud de áreas (he hablado antes del transporte) en las que España ha vivido con una presencia excesiva de la política y con una ausencia yo diría que en algunos casos escandalosa de la Ingeniería y de las profesiones que son de aplicación en cada caso. Como los médicos en un proceso sanitario, los arquitectos en un proceso de urbanismo, etc. Afortunadamente parece que empezamos a reaccionar actuando en el sentido de preguntar al que realmente sabe en cada materia. Otro aspecto importante es el fomento del sentido emprendedor. Ya sabemos que los que tienen éxito son una minoría. Pero entre esta minoría y los que han sabido motivarse y prepararse hay un buen número de técnicos que están en esta onda y que han sido decisivos. En este caso, no lo dudes, su profesión les va a pagar con creces los esfuerzos que le dediquen. No se trata de llegar a los extremos de antes en que, por ejemplo, yo he entrado en un examen a las tres de la tarde y he acabado con la cabeza como un bombo a la doce de la noche. Pero es imprescindible que nos mentalicemos de que lo que no se adquiere con dedicación y con esfuerzo es mala cosa, porque se suele perder con mucha facilidad.
¿Ve, pues, el futuro con optimismo?
Siempre he sido optimista, incluso en momentos en los que acaso no había demasiados motivos para ello. No comprendo una posición pesimista, esto es como de entrada negar posibilidades de reaccionar contra la situación y por supuesto eso me parece preocupante. Yo creo que si nos enfrentamos con la situación y si todos somos solidarios podemos acabar con la crisis. Entendiendo que a veces podemos estar en un sector que hay que reestructurar, pues debemos explicarlo bien y los afectados deben asumirlo, claro que sí; pero también dando a esas personas un tratamiento adecuado. En Valencia, por ejemplo, cuando cerraron los altos hornos de Sagunto se recolocó a la gente en otras empresas en la zona que tenían más perspectivas de futuro.
Y de cara a la juventud, ¿cuál sería su mensaje?
Hay futuro, sin duda, pero es global. Acabar la carrera y entrar en una empresa próxima, casi como si dijéramos sin pisar la calle… pues, qué quieres que te diga, esto ya se ha acabado. Cada cual debe hacer un autoanálisis serio. Por ejemplo qué me conviene, me conviene significarme con respecto a mis compañeros de promoción, pues tengo que salir a hacer un master, si es que se puede o consiguiendo las becas necesarias. Hay que pensar adecuadamente por dónde salir y prosperar en la carrera. No hay que pensar ya en que se podrá volver a lo habitual de tener un empleo cómodo en el que a partir de las cuatro de la tarde ya se podrá salir del trabajo, con un sueldo aceptable, sin tener unos conocimientos que la empresa valore. La mayoría de la gente parece obsesionada sólo con adquirir un empleo. Y yo creo que en el fondo en España no se valora que el conocimiento es capital para andar por la vida. Sin conocimiento no hay nada que hacer. Conocimiento digo, que no la experiencia. No se trata de repetir habilidades adquiridas, sino de ser capaz de generar ideas, de crear, de diseñar, de pensar, en suma de ofrecer lo que es en realidad el conocimiento. Esto es en gran parte lo que se adquiere básicamente en la universidad, y luego, claro está, en unos entornos propicios, que no siempre es fácil encontrarlos, pero hay que saber buscarlos, ampliando estudios, haciendo cursos, buscando siempre estar en contacto con la tecnología punta. Todo es plantearse un esquema de vida y de desarrollo profesional adecuado para cada uno.
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www.iies.es
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Francesc Ribera