Entrevista a Emilio Cuatrecasas
diciembre 16, 2010Emilio Cuatrecasas Figueras es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra. Preside la multinacional Áreas y la Zona Mediterránea de APD (Asociación para el Progreso de la Dirección), además de las fundaciones Cuatrecasas, Saint Paul´s y San Joaquín. Es consejero de Sol Meliá, del comité consultivo de Foment del Treball y de la Fundación Consejo España – EE. UU.; y patrono de la Fundació Seny, la Fundación de Estudios Financieros, del Instituto de Educación Continua de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y del IESE; así como miembro del consejo social de la Universidad Internacional de Catalunya (UIC). Ha recibido la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort y es Socio de Honor de la Associació Fòrum Carlemany.
El bufete de abogados que usted preside se creó en 1899, su abuelo lo adquirió en 1926 y su padre, Pedro Cuatrecasas, lo consolidó con una aportación significativa. Desde que usted se incorporó, en 1977, le ha dado un renovado impulso, abriéndolo a alianzas internacionales, como en 2003 con Gonçalves Pereira. ¿Puede resumirnos brevemente su situación actual?
El despacho está presente en las principales capitales financieras del mundo. Nos organizamos en cuatro áreas principales: derecho mercantil, tributario, procesal y laboral. En cada una de ellas, cubrimos múltiples especialidades y sectores de actividad. En 2004, Chambers nos distinguió como “mejor despacho de la Península Ibérica”, y desde entonces hemos recibido numerosos premios y distinciones profesionales. En la actualidad somos 996 abogados. De ellos, 135 tienen categoría de ‘socio de cuota’ (propietarios de su capital), y 85 son ‘socios profesionales’.
¿Se podría decir que en el despacho impera la ‘meritocracia’? ¿De ser así, se considera usted, en gran parte, como un gestor del talento?
Por supuesto. Si no priorizáramos el mérito y la capacidad, el despacho envejecería y quedaría obsoleto en poco tiempo. Hemos planificado una carrera profesional a largo plazo. Podríamos compararla con una escalera en la que cada año el abogado asciende un peldaño, si lo merece, o deja de subir, si no ha reunido suficientes méritos. Cada abogado entra en la categoría uno y va ascendiendo hasta llegar al diez. En ese momento puede convertirse en socio de la firma, tras superar un proceso interno de selección que es riguroso, continuado y muy exigente. De hecho, este proceso empieza antes de incorporarse al despacho, cuando invitamos a los mejores estudiantes de las facultades de Derecho a integrarse en nuestro equipo. Deben acreditar lo siguiente: un expediente académico con nota media de, al menos, notable; dominio del inglés; un postgrado reconocido, una doble licenciatura, o bien experiencia profesional o de otro tipo, pero siempre destacada. Es el sistema “up or out”, es decir, o se asciende o se deja el puesto, en cuyo caso ayudaríamos al abogado a buscar otro puesto más adecuado. Aquí nadie puede dormirse en los laureles. Durante toda la vida profesional nos sometemos a evaluaciones anuales, tanto los asociados como incluso los socios. Hay que reconocer que es duro, pero adquieres un nivel de profesionalidad, una reputación y una compensación económica que no consigues fácilmente en otras compañías.
¿En qué ámbitos prevé mayor inversión de esfuerzo y talento en los próximos años y cómo prevé su presencia en la dinámica empresarial del despacho?
Mi misión principal está centrada en la supervisión, organización y dirección del bufete, aunque sigo teniendo un papel activo en la vertiente jurídica, especialmente en la orientación estratégica de los casos más relevantes. Además me encargo de detectar nuevas áreas de actividad, y de seleccionar o incorporar a los abogados que puedan impulsarlas con la misma calidad que las demás especialidades. Por ejemplo, con la experiencia de los últimos años, estamos organizando un grupo interno dedicado especialmente al derecho de la energía, que presenta grandes posibilidades. Otras prácticas de futuro son las de propiedad industrial, medio ambiente, Internet, distribución, arbitraje comercial, laboral internacional, fiscalidad internacional y, en general, todas aquellas con repercusiones a nivel mundial. Por cierto, acaba de incorporarse al despacho la cuarta generación de la familia. Se trata del hijo de mi hermana Ana, Sergio Juan-Creix, que inició su carrera fuera del bufete y se ha especializado en propiedad intelectual.
Desde que, en 1979, redactara su famoso Libro Blanco con las directrices para el crecimiento del despacho, usted se ha implicado intensamente en la actividad empresarial. También, como presidente de la compañía Áreas, conoce el mundo de la empresa de forma muy directa. ¿Cómo cree que perciben la situación económica actual los directivos con quienes trata habitualmente?
A mi juicio, el deseo de los empresarios puede resumirse en dos aspectos. Por un lado, piden reformas para flexibilizar y liberalizar los modelos en general, sean administrativos, laborales, judiciales, universitarios o de otro tipo. Esto permitiría al país evolucionar y adaptarse a las nuevas realidades cuanto antes. Por otro lado, piden un marco jurídico estable para ganar seguridad, un elemento fundamental en la planificación empresarial. Pocas cosas retraen más a un empresario que la falta de seguridad jurídica. A pesar de que España es un país con un marco jurídico relativamente estable, hay aspectos mejorables, como el marco regulatorio sobre la energía o la agilización de las decisiones judiciales.
¿Cuáles cree que son los puntos fuertes y débiles de nuestra economía y qué remedios cree que deberíamos aplicar a los segundos?
Nuestro país tiene gran capacidad de cambio y fuerte ambición. Es un país joven en muchos aspectos, con buena aptitud para la autocrítica y un enorme afán de superación. Si nos fijamos en los últimos treinta años, nos daremos cuenta de los extraordinarios avances conseguidos en todos los ámbitos, no sólo en el empresarial. España tiene activos de primer orden mundial en el sector de las telecomunicaciones, la banca, las cadenas hoteleras, el petróleo, el textil o la restauración. Cuenta con equipos profesionales magníficos y universalmente reconocidos, entre otros, en el terreno de la medicina, la investigación o la ingeniería, así como deportistas de gran proyección internacional, tanto en solitario como en equipo. Todo esto no se consigue por casualidad, sino que es fruto de una gran ambición, de un país que se sabe y se siente joven. Pero también tenemos debilidades, como la falta de método en general, sobre todo para planificar y actuar a largo plazo. Hemos de aprender a planificar, organizar y ejecutar con coherencia, siguiendo un método propio que asegure resultados a largo plazo. Tenemos más ideas que perseverancia en la acción. Pero es importante tener claro que este es un país serio, aunque a veces las luchas internas puedan sugerir que hay contradicciones.
Usted está muy implicado en el fomento de la calidad directiva. Preside APD-Zona Mediterránea de la Asociación para el Progreso de la Dirección y con frecuencia participa activamente en jornadas técnicas y seminarios. ¿Cómo valora la capacidad de los directivos españoles y en qué debemos mejorar aún?
La APD fue fundada en 1956, así que contamos con cincuenta y cuatro años de experiencia a nuestra espalda. El mundo empresarial es nuestro ámbito y actualmente tenemos unos cinco mil asociados. Nació con la vocación de crear una plataforma que proporcionara información para ayudar a directivos y empresarios. Ha tenido y tiene un papel decisivo en la formación de los directivos españoles. Para mí, la educación y la formación son aspectos que siempre he considerado prioritarios. Desde hace quince años estoy directamente implicado en sus actividades y formo parte de la dirección.
Su acción pedagógica, a través de APD y de la práctica profesional, se difunde también en las pymes, en un momento especialmente duro para la mayoría de ellas. ¿Cómo podemos reforzar este sector de nuestra economía? ¿Nuestro tejido productivo está bien organizado para resistir esta crisis y las que puedan presentarse en el futuro?
Me gustaría que el mundo de la pyme fuera más activo. En el mundo occidental la economía descansa, en gran parte, sobre pequeñas y medianas empresas. Tres cuartas partes de las empresas son pymes y dos tercios del PIB mundial lo aportan también este tipo de compañías. En el caso español, las cifras son aún más altas; podríamos hablar de casi el 80%. Es el tejido industrial básico de Occidente. Si este tejido es activo y funciona, nuestra sociedad mantendrá las cuotas de bienestar que ha alcanzado. Pero si va mal, las grandes compañías por sí solas no podrán sacarnos las castañas del fuego. Es más, las estadísticas demuestran que el tejido de la pymes es más activo y preponderante en los países más ricos. Así ocurre en Alemania, Suiza, Suecia o Italia, por ejemplo. En cambio, en los países más pobres es más difícil encontrar pymes potentes, porque el espíritu empresarial no está incorporado en su cultura. En nuestro país, las pymes pueden y deben dar pasos importantes hacia la internacionalización, a través de una mayor profesionalización y de aplicar una innovación más activa. La pyme española abastece, sobre todo, al mercado interior, pero debe volcarse más hacia el exterior. Para ello debe profesionalizarse, incorporando más talento e invirtiendo más en innovación.
Hablemos de las administraciones públicas. Desde el funcionamiento de la justicia al de la educación, pasando por todos los ámbitos regulatorios que les son propios, ¿cree que España es un país competitivo? ¿En qué aspectos deberíamos mejorar especialmente?
Los responsables de la Administración son conscientes de sus carencias. Hay vocación de flexibilizar trámites y ayudar a las compañías. Ahora, por ejemplo, el Gobierno ha anunciado que aprobará la amortización libre de todos los bienes de equipo y activos de cualquier tamaño que las empresas adquieran. Esto supone un enorme estímulo para la inversión. También existe voluntad de avanzar para extender progresivamente la doctrina del silencio administrativo positivo, es decir, para aplicar el principio de “quien calla otorga”. Es cierto que la organización del Estado, o sea la Administración, es muy mejorable. Recordemos que por la rigidez del modelo de administración, ésta ha crecido por estratos, acumulando reformas y servicios implantados por distintos gobiernos. Cada gobierno ha añadido nuevos estratos superpuestos a los anteriores, sin realizar la debida reestructuración. Es urgente hacer una reforma administrativa en profundidad, porque los servicios han crecido mucho y las administraciones también. Hoy tenemos competencias solapadas y, en ocasiones, en conflicto. Ya no se trata de hacer más, sino de afrontar una auténtica reordenación y replantear los principios ‘intocables’: productividad y rigidez laboral.
En el terreno político, usted se ha manifestado en varias ocasiones en la línea de resolver de forma estable el ‘encaje’ entre Cataluña y España. ¿Cree que desde el poder central y los partidos catalanes nacionalistas se progresa adecuadamente en este sentido?
Esta es una asignatura pendiente. Llevamos 33 años intentándolo y, seguramente, no hay una solución fácil ni para Cataluña ni para el resto de España; pero es una asignatura pendiente. Resulta fundamental llegar a un compromiso, que se pueda asumir y aceptar por ambas partes, para disfrutar de un marco estable. Lamentablemente, todavía existen muchos recelos e incomprensión, que entorpecen la posibilidad de encontrar una solución. No soy partidario de posturas extremas, aunque todas son admisibles y reconocidas en el mundo moderno. Idealmente deberíamos homologar la estructura de nuestro estado con alguno de los sistemas conocidos y cerrar la cuestión territorial. Yo tengo, por supuesto, mis ideas sobre el particular, pero éste no es el lugar adecuado para pronunciarme.
A menudo usted demuestra que sus inquietudes van más allá del mero ejercicio profesional de la abogacía. El lema del despacho, fijado en su momento por su predecesor, es “unión, ética y adaptación”. Bajo estas premisas, y desde su privilegiado observatorio de la economía y la política, ¿qué evolución prevé para Cataluña y España?
Soy optimista, aunque eso no implica que no podamos tener sustos. Nuestro legado cultural, social y económico es inmenso. Tanto el de España, en su conjunto, como el de Cataluña, son demasiado relevantes para ser pesimistas. El legado de las naciones es su principal fuente de riqueza, el motor de su desarrollo. Lo llevamos en la sangre y se transmite de generación en generación. No es, por tanto, algo que podamos improvisar o inventar. Para crear universidades u hospitales, como algunos de los que tenemos, es necesario contar con una base muy sólida. Fijémonos, por ejemplo, en el deporte. Antes de los Juegos Olímpicos de 1992, no éramos gran cosa. Pusimos medios y recursos para potenciar el deporte, con la creación de escuelas deportivas y la dotación de fondos a las federaciones, y, en poco tiempo, conseguimos resultados excepcionales. Sin una sólida base previa, estos resultados habrían sido imposibles. Lo mismo ocurre en otras actividades: que un señor de A Coruña y otro de Barcelona sean capaces de crear en pocos años dos de las principales marcas de comercio textil minorista del mundo, no sería posible sin un sustrato histórico y cultural de enorme profundidad y magnitud. En el fondo, su éxito nos pertenece un poco a todos, a los que estamos y a los que estuvieron. Por eso tengo muy claro que superaremos las dificultades del momento actual. Te pueden expropiar los medios y los recursos, pero no te pueden expropiar las neuronas. Los españoles han dado su lengua a una comunidad que hoy reúne a más de 500 millones de personas. Es un legado extraordinario, de una gran relevancia en este nuevo mundo global que nos toca afrontar. No podemos desperdiciarlo y, si sabemos aprovecharlo, puede darnos enormes ventajas. Cataluña, por su lado, tiene un importante y merecido prestigio dentro de esta comunidad. Por ello, debe definir claramente lo que quiere, negociarlo lealmente y adaptarse de manera estable a su nueva realidad. Sé que hablar es siempre más fácil que hacer. Pero el esfuerzo y el objetivo merecen la pena.
Francesc Ribera