Apuesta por la flexiguridad

Apuesta por la flexiguridad

agosto 12, 2009 Desactivado Por inQualitas
Joan Torrent
María Jesús Valdemoros
Directora del Departamento de Economía
del Círculo de Empresarios.

Uno de los rasgos más destacados en la larga etapa de crecimiento vivida en España, y que ahora toca de manera brusca y dramática a su fin, ha sido la capacidad de nuestra economía para la creación de empleo. En el periodo que va de 1995 a 2007 el número de ocupados se elevó en 8 millones, llevando el total de ocupación a máximos históricos, hasta superar incluso los 20 millones de personas. Este excelente comportamiento del mercado laboral ha permitido dar acogida a casi cinco millones de inmigrantes, a la vez que facilitaba la incorporación creciente de muchas mujeres españolas al mercado laboral. De ese modo, en un marco de intenso crecimiento de la población activa y de las tasas de actividad, ha sido posible reducir las cifras de desempleo hasta valores mínimos no registrados en nuestro país desde los años 60.

Ahora bien, esa bonanza no ha sido suficiente para resolver los muchos problemas, tanto estructurales como coyunturales, que aquejan al mercado de trabajo en España desde largo tiempo atrás. Los síntomas de la enfermedad estaban presentes incluso cuando el paciente parecía gozar de mejor salud. Así, las tasas de paro españolas han sido persistentemente superiores a las del resto de Europa (ver Figura 1). Mientras la economía ha crecido, nuestro mercado laboral se ha dualizado de forma extrema ya que la creación de empleo se ha concentrado en el trabajo temporal, tanto que casi uno de cada tres asalariados lo ha sido con un contrato temporal. Ciertos grupos, como los jóvenes, han sufrido continuamente tasas de desempleo superiores al 10%. A todo esto hay que sumar la fragmentación del mercado en mercados regionales, escasamente conectados y, por tanto, menos eficientes en su funcionamiento, con una falta de movilidad geográfica de los trabajadores agravada por su insuficiente movilidad funcional, consecuencia perversa de las numerosas y parciales regulaciones que conviven en nuestro país.

 

Tasas de paro

 

Un modelo sin futuro

Todos estos problemas del mercado laboral están muy vinculados con las debilidades del modelo en que la economía española ha apoyado su crecimiento de los últimos tres lustros. Nadie pone ya en duda que ese patrón competitivo está totalmente agotado. España no puede mantener un crecimiento basado sólo en la mejora de las tasas de participación y empleo, o en la ampliación de la población potencialmente activa. Tampoco puede permitirse alimentar ese crecimiento con una expansión continuada de la inversión residencial y el consumo, financiada con la acumulación de deuda frente al exterior.

La prosperidad depende en todo lugar y tiempo de los avances de la productividad, algo en lo que, evidentemente, falla nuestra economía. Porque el estancamiento de la productividad ha sido una de las grandes deficiencias del largo periodo de crecimiento. Una deficiencia que se ha tornado en destrucción de empleo cuando las condiciones coyunturales se han deteriorado hasta llevarnos a una recesión que, según distintas previsiones, se prolongará hasta 2010.

Es bien sabido que la expansión del PIB español se ha fundamentado en sectores que utilizan, sobre todo bajo contratos temporales, mucha mano de obra poco cualificada —el sobredimensionamiento de la construcción es el ejemplo paradigmático— y que, lógicamente, alcanzan peores resultados en términos de productividad por el escaso provecho que sacan del capital humano (en el que tampoco tienen interés en invertir). De hecho, la prolongación en el tiempo de ese patrón de crecimiento ha acentuado las elevadas tasas de sobrecualificación que sufren los trabajadores, especialmente los inmigrantes, al ocupar puestos que requieren menor formación que la adquirida. A ese fenómeno han contribuido también las carencias del sistema educativo español, poco ajustado a las necesidades de una economía moderna. En ese sentido, destaca la marcada escasez de cualificaciones prácticas e intermedias, frente a la sobreabundancia de titulados universitarios y de trabajadores con poca formación.

Mientras la economía crecía, estos problemas nunca resueltos quedaban ocultos para quien no quisiera profundizar, como ocurre con los arrecifes en condiciones de pleamar. Ahora que vivimos una crisis que parece agravarse con la publicación de cada nuevo dato, las aguas bajan y dejan ver con total claridad esos arrecifes, entre los que destacan diversos fallos en el entramado institucional del mercado laboral. Fallos que deben corregirse para retomar un rumbo más seguro de crecimiento sostenido.

Algunas consideraciones para la reforma

El mercado laboral es un mercado muy especial. Por un lado, es el mercado más importante en cualquier economía, ya que se encarga de la asignación del trabajo, principal factor productivo y fuente de ingresos para la mayoría de la población. Es a través de este mercado que las empresas y los trabajadores cooperan en la creación y distribución de riqueza y de prosperidad. Por otro lado, es un mercado radicalmente distinto de otros porque no puede ni debe describirse sólo en términos de cantidades y precios de intercambio, sino que debe hacerse en términos de la naturaleza, la formación, el mantenimiento, la duración y la extinción de las relaciones laborales. De ahí que para su correcto análisis haya que centrar la atención en las instituciones que delimitan o condicionan todos esos aspectos, influyendo sobre los resultados que sí son cuantificables.

Instituciones como la negociación colectiva, la regulación de los contratos o el sistema de políticas pasivas y activas de empleo son imprescindibles para el buen funcionamiento de este mercado, es decir, para la creación de empleo estable y productivo. Por supuesto, la persecución de esos objetivos requiere de un diseño que, además de la defensa de los derechos de los trabajadores, garantice la flexibilidad necesaria en un entorno global y competitivo que exige un impulso continuo de la productividad.

El referente para esa reforma institucional debería ser la flexiguridad, modelo de mercado de trabajo caracterizado por un elevado nivel de flexibilidad, una buena protección al trabajador desempleado y unas políticas activas de empleo eficaces, verdaderamente estimuladoras. Un modelo por el que apuesta decididamente la Unión Europea y que distintos países de la misma han ido introduciendo con adaptaciones a las características propias de cada uno.

Los frentes por los que debe atacarse esa reforma son muchos. El Círculo de Empresarios en su documento “Nuevas soluciones para crear empleo” considera oportuno abordar la tipología y características de los contratos, las políticas activas de empleo y la negociación colectiva. El objetivo fundamental es el de una reducción de la actual dualidad, para dar paso a un marco de incentivos propicios para el avance del empleo y de la productividad.

Otras propuestas de valor añadido

Junto con el Círculo de Empresarios otras organizaciones como el Banco de España y el Servicio de Estudios del BBVA han lanzado recientemente varias propuestas muy interesantes a las que convendría dedicar un estudio detallado. De manera muy sintética, éstas apuestan por cerrar la brecha en los costes de extinción que separan a los contratos temporales de los indefinidos, reduciendo los de estos últimos, a la vez que se desarrolla algún instrumento que simultáneamente dé cobertura al trabajador cuyo contrato de trabajo se extingue, suavice el impacto de esa contingencia para la empresa e incentive la movilidad de los trabajadores. Un instrumento de este tipo es el implantado en Austria: un fondo personal del trabajador al que la empresa hace una aportación mensual y que el trabajador puede llevarse consigo al cambiar de empresa, sea voluntariamente o por despido, para seguir incrementándolo en su nuevo puesto. Se trata tan sólo de un ejemplo, probablemente no trasladable sin modificaciones a nuestro caso. Pero un ejemplo de buenas prácticas del que convendría aprender.

Apéndice:

NUEVAS SOLUCIONES PARA CREAR EMPLEO
EFECTOS PERNICIOSOS DE UN MERCADO DE TRABAJO DUAL

La brecha existente entre los costes de extinción de los contratos indefinidos y temporales provoca efectos negativos en el empleo y en la productividad:

• Desincentiva la rotación laboral entre los que disfrutan de contratos indefinidos y la concentra en el empleo temporal donde se enmarcan, principalmente, los jóvenes, los inmigrantes y las mujeres. La flexibilidad del mercado de trabajo casi se limita a un segmento, el de los trabajadores temporales, lo que refuerza la seguridad de que gozan los contratos indefinidos.

• Merma la productividad: la dualidad del mercado tiene un efecto nefasto para el avance de la productividad, ya que muchas necesidades fijas de la empresa acaban cubriéndose con contratos temporales.

• Reduce la inversión por parte de las empresas en formación puesto que no habrá suficiente periodo de maduración para rentabilizar el gasto, con la consiguiente pérdida de empleabilidad para el factor trabajo y de competitividad para las empresas y la economía.

Artículo publicado, en Abril de 2009, en la Revista de APD (Asociación para el Progreso de la Dirección)