Esfuerzo y excelencia, ingredientes esenciales para salir de la crisis
octubre 27, 2009Isidre Fainé
Doctor en Ciencias Económicas, preside el Grupo “la Caixa”, la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) y el Capítulo Español del Club de Roma.
Doctor en Ciencias Económicas, preside el Grupo “la Caixa”, la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) y el Capítulo Español del Club de Roma.
En el prefacio de su célebre ensayo sobre los ciclos económicos, Joseph Schumpeter escribió que estos fenómenos no son algo focalizado que pueda ser tratado de forma específica, sino que, como los latidos del corazón, son la esencia misma del organismo que los sufre. Estamos inmersos en una gran crisis global, de la que apenas empezamos a ver algunos signos de recuperación. Se han diseñado programas, medidas y acciones para resolver el peor tropiezo de la economía desde la Gran Depresión. Pero nos engañaríamos si pensáramos que una vez resuelto el catarro, la vida seguirá igual que siempre. Las crisis ponen en evidencia los errores y las miserias pasadas y, por tanto, para salir de ellas y no volver a tropezar, debemos aprender la lección. Hay que distinguir entre qué hacer para levantarse tras la caída que hemos sufrido y, a mi entender más importante aún, cuáles son las lecciones que debemos extraer.
De entrada, se trata de salir de la crisis en el menor plazo posible y en las mejores condiciones. Para conseguirlo, la política macroeconómica es clave. El Banco Central Europeo ha sacado lecciones de crisis pasadas y ya ha tomado medidas para evitar un daño todavía mayor con una política monetaria muy expansiva. De este modo, las condiciones en los mercados financieros tienden a la normalidad. Al mismo tiempo, las autoridades nacionales han hecho un gran esfuerzo presupuestario para paliar los efectos de la crisis. Todas estas medidas han contribuido a mejorar la confianza de los agentes económicos, lo que es básico para la recuperación.
Cabe señalar que es importante minimizar los daños al tejido productivo, pero antes, para emprender un nuevo ciclo que cree empleo de modo estable, hay que tener en cuenta que la crisis actual tiene aspectos estructurales a los que hay que prestar la debida atención. Por ejemplo, ya antes del estallido de la crisis se habían hecho patentes los problemas que comportan las deslocalizaciones, sobre todo para el sector industrial. Se trata de un aspecto fundamental a la hora de mejorar la competitividad de la economía española. Dado que ya no es posible el recurso a las devaluaciones, como en la anterior recesión de 1992-93, es preciso aumentar la productividad. ¿Cómo lo podemos conseguir?
Analicemos, primero, el papel del gasto público. Es verdad que contribuye a sostener la demanda agregada. Ahora bien, la composición del gasto no es neutral. Es importante considerar también criterios de eficiencia, primando el gasto en infraestructuras que contribuyan a la mejora de la productividad. A pesar del gran salto llevado a cabo en las últimas décadas, queda mucho por hacer, sobre todo en conexiones internacionales de infraestructuras de transporte, energéticas y de telecomunicaciones.
En este sentido, es preciso incrementar la eficiencia en el uso de los recursos productivos. No es ningún secreto que todavía hay un amplio margen para mejorar la eficiencia energética de la economía española, tanto en la industria, como en el transporte o en los hogares. Obviamente, el uso de tecnologías avanzadas permite una mayor productividad. Por ello, el sector de investigación y desarrollo (I+D) es estratégico. Su peso actual en la economía española todavía dista bastante del nivel medio de los países más avanzados. El eslabón más débil es su difusión al sector empresarial. Hay que conseguir incorporar conocimiento a toda la cadena productiva para mejorar la eficiencia.
Para lograr una mayor competitividad debemos recurrir especialmente a la innovación, especialmente la que está orientada a satisfacer las necesidades de los clientes. Hay que utilizar la creatividad para adaptarse al mercado mundial con nuevos productos, nuevos materiales, nuevos diseños, con más valor añadido. Así, se facilitaría una mayor internacionalización de la economía española, abriendo nuevos mercados y explotando nuevos nichos de mercado. Al mismo tiempo, también deberemos atraer inversiones extranjeras que contribuyan a la creación de empleo y a la mejora del nivel tecnológico.
En la base de todo esto se encuentra la formación, que juega un papel clave para que se puedan aplicar eficientemente las nuevas tecnologías a los procesos productivos. Dados los continuos avances tecnológicos resulta vital tender a la formación continua en el ámbito profesional. Además, para solventar algunos desajustes entre la demanda y la oferta de trabajo y atender a las necesidades de la economía, la formación profesional necesita una renovación y un mayor impulso. Finalmente, el dominio de las lenguas extranjeras, y particularmente del inglés, también es un factor importante en la economía global actual susceptible de mejora.
Para que aumente el nivel de ocupación necesitaremos muchas empresas nuevas. A pesar de los avances realizados, deberían facilitarse más los trámites para la creación de esas empresas. No cabe duda que otros aspectos, como una mayor agilidad de la justicia, también contribuirían a una mejora de la competitividad de la economía española.
La lista de la compra podría ser más larga. Pero hay dos principios que deberían impregnar las acciones que todos deberíamos adoptar a la hora de tratar de superar estos momentos difíciles: esfuerzo y excelencia. Las épocas de vacas gordas volverán, pero, no nos engañemos, la prosperidad no se genera espontáneamente, sino que es el fruto del esfuerzo diario, de la mañana a la noche, todos los días. Un esfuerzo que debe orientarse a la excelencia. Empresarios, banqueros, autónomos, profesionales, empleados, funcionarios, todos debemos plantearnos objetivos y procedimientos para lograr la excelencia. Ello permitirá que los productos y servicios españoles ganen competitividad, continúe mejorando el sector exterior y se vaya restableciendo la confianza. Si aplicamos este principio es seguro que no sólo entraremos en la vía de salida de la recesión sino que, tras la misma, el corazón latirá más sano y nuestra salud será de hierro.
Recordar que toda crisis supone una oportunidad y plantea desafíos se ha convertido en un tópico. Pero no me resisto a citar a Albert Einstein, un científico que sufrió numerosas crisis a lo largo de su vida, cuando afirmaba: “Las crisis producen innovaciones, talentos inventivos y grandes estrategias.” Y añadía: “Lo mejor es trabajar duramente. Acabemos de una vez con la única crisis realmente amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar para superarla.”
Artículo publicado en el diario Público, el 29 de septiembre de 2009