Liderazgo de equipos en sociedades transculturales
junio 2, 2014J. Frank Brown
Es decano de la escuela de negocios INSEAD y ha trabajado durante 25 años en PricewaterhouseCoopers, empresa en la que ha liderado distintas divisiones y proyectos relacionados con la gestión del cambio y la generación de una perspectiva global para el desarrollo de la cantera de directivos de la firma. Entre otras Instituciones, es miembro del American Institute of Certified Public Accountants.
Liderar hacia el cambio y la innovación
La manera en que el líder afronte los conceptos del cambio y la innovación puede significar la supervivencia de su organización. Si te parece que suena demasiado dramático, te contaré una historia que lo ilustra. Al principio de mi carrera de auditor, a mediados de los ochenta, trabajé con un fabricante líder de remedios para el resfriado y otros productos de consumo. La compañía cotizaba en Bolsa pero la familia fundadora y principal accionista era muy activa y entre sus miembros se encontraba el consejero delegado. La empresa contaba con un estupendo elenco de marcas y una red de distribución internacional muy sólida, por lo que la situación debería haber sido halagüeña. Yo había sido su auditor externo desde hacía unos cuatro años cuando empecé a escuchar una y otra vez el mismo comentario de preocupación en diferentes departamentos: la compañía no había lanzado ningún producto nuevo en bastante tiempo. Medio en broma, se decía que los laboratorios de investigación se pasaban el tiempo estudiando nuevos sabores de pastillas para la tos, en lugar de productos nuevos. A pesar de que la compañía era bastante rentable, no crecía muy deprisa y los competidores, que codiciaban sus marcas, tomaron nota. Tras un intento de adquisición hostil y una guerra de ofertas entre corporaciones rivales, la empresa fue comprada por un competidor. En su discurso ante la última reunión del consejo, el consejero delegado se disculpó por haberlos decepcionado y añadió que también había defraudado a su difunto abuelo, el fundador de la compañía, que había insistido en que lo único que quería de sus herederos era que consolidaran una empresa perdurable: «Le hemos fallado», dijo al tomar asiento. Casi nadie pudo contener las lágrimas. La moraleja de esta historia puede resumirse en una observación maravillosamente concisa del general Eric Shineski, jefe del Estado Mayor retirado del ejército estadounidense: «si no te gustan los cambios, la falta de relevancia te va a gustar todavía menos». En el caso de mi cliente imperó la intranscendencia, por decirlo de alguna manera, puesto que la compañía se basó en una estrategia de preservación y no de crecimiento, con insularidad y conservadurismo. Por esa razón, cuando la competencia llamó a la puerta de los directivos, les cogió por sorpresa. Si hubieran sido más activos y agresivos en la inversión y el desarrollo de productos nuevos, más conscientes de la competencia y del mundo en general, tal vez no se hubieran visto obligados a vender o, por lo menos, habrían tenido más control sobre la situación. En el mundo empresarial, al igual que en la política, la ciencia, el arte, la tecnología y prácticamente en cualquier ámbito, el cambio y la innovación son imperativos que van de la mano. Ambos conceptos son similares pero no idénticos y el líder debe conocer la diferencia entre ellos y su relación con la organización. En términos sencillos, las organizaciones necesitan cambios periódicos para garantizar que sus productos, procesos y servicio al consumidor alcancen el mejor estándar posible y superen, o al menos igualen, la oferta de la competencia. Para conseguirlo es necesario mejorar (es decir, cambiar) frecuentemente, incluso si lo que haces ya es excelente, porque si tú no cambias, la competencia sí lo hará y también la propia definición de lo que es excelente evoluciona. Las organizaciones también deben innovar. Periódicamente tendrás que ir más allá de los cambios y mejoras rutinarias e introducir algo completamente nuevo y diferente en tu mercado. Si tu organización pretende llegar a ser longeva, la innovación debe formar parte de tu estrategia a largo plazo. Sin embargo, el cambio y la innovación no ocurren porque sí, sino que dependen de que el líder haya creado una cultura de trabajo en la que sean tan naturales como respirar. Y, como con tantas otras cosas, cuando se trabaja en un contexto multicultural fomentar una cultura orientada al cambio y a la innovación puede suponer un desafío porque cada cultura reacciona al cambio de una manera distinta. Son como las personas: a unas les entusiasma y otras se resisten. Esta resistencia puede deberse a varias causas, como que a los autóctonos no les guste aceptar órdenes de forasteros, que llamar la atención sobre uno mismo sea considerado de mala educación, o que el miedo al fracaso (o el miedo al éxito y al maremoto que sigue al cambio y la innovación) los paralice. El líder transcultural identificará y abordará estas barreras culturales al cambio y la innovación, no haciendo gala de su autoridad, sino demostrando paciencia y sensibilidad. A partir de lo que he podido observar, entre los países que persiguen activamente un papel en el mercado internacional, las culturas anglosajonas son las más orientadas al cambio, seguidas de Suramérica, gran parte de Asia y puntos como Sudáfrica y Emiratos Árabes Unidos. Las menos abiertas al cambio son Europa continental y Japón. Hace años, ideé un nuevo servicio que quería que nuestras oficinas de todo el mundo empezaran a ofrecer y cuando desvelé mi idea en Japón no fue recibida con demasiado entusiasmo, por decirlo así. Sabía por experiencia que mis compañeros japoneses, sumamente capacitados, no recibían bien que se les dijera cómo manejarse en sus negocios y, por esa razón, decidí adoptar un enfoque discreto. Mi objetivo no consistía en obligarles a incorporar el servicio, porque entonces no podrían venderlo con entusiasmo en mi ausencia, sino que me propuse conseguir que lo apoyaran y aceptaran por la buena idea que era. Visité cuatro veces la oficina de Tokio y en cada viaje les presentaba la idea, que inopinadamente era objeto de un frío recibimiento. Después, en mi quinta visita, el socio director de la oficina se me acercó y me dijo que habían tenido una idea estupenda para un servicio nuevo. ¿Qué era? Exactamente lo mismo en lo que llevaba meses insistiendo, por supuesto, salvo que ahora estaban dispuestos a aceptarlo como suyo. Les felicité por una idea tan brillante, consciente de que no me la atribuirían a mí, pero no me molestó porque mi jefe sabía que yo era el autor y lo importante era que la oficina de Tokio la hubiese aceptado. Se necesita paciencia (y, en ocasiones, múltiples viajes al otro lado del mundo), ya que alimentar una cultura orientada al cambio y la innovación es una de las tareas más importantes que puede acometer el líder transcultural para garantizar el futuro de la organización. Los ingredientes fundamentales son, entre otros, los siguientes:
- Actitud. El líder debe adoptar personalmente el cambio y la innovación como parte de la vida diaria, tanto en un sentido abstracto como aplicado a ideas concretas. Si, por ejemplo, se muestra tibio respecto a un proyecto o margina un programa refiriéndose a él como la idea de fulanito, el equipo no creerá necesario adoptar las iniciativas individuales o asimilar una cultura del cambio y la innovación.
- Discrecionalidad. El líder debe dejar un margen para el fracaso, ya que no todas las ideas funcionan. De hecho, la mayoría no lo hacen. Los estadistas nos dicen que los nuevos productos suelen fracasar un 90% de las veces y, por lo tanto, el líder debe crear una atmósfera en la que los miembros del equipo sientan la seguridad suficiente para compartir sus ideas. No se puede castigar a alguien por una idea innovadora que no haya cuajado porque, de esa manera, nadie va a atreverse a presentar nuevas ideas. Tampoco es cuestión de celebrar el fracaso, sino de festejar y promover el esfuerzo, además de utilizar las ideas fallidas como experiencia educativa para incrementar las probabilidades de éxito la próxima vez.
- Recursos. El tiempo y el dinero permiten llevar a la práctica los proyectos. Por lo general, los linos aseguran querer el cambio y la innovación pero no asignan los recursos necesarios, sino que se limitan a defender de boquilla las ideas correctas dejando a sus equipos sin recursos y no asumen la responsabilidad cuando una idea no se materializa. Reconozco que algunos líderes desean realmente fomentar el cambio y la innovación pero carecen del presupuesto o el personal apropiado para respaldar un programa de I+D hecho y derecho. Mi consejo en este caso es dar un primer paso, identificando y otorgando prioridad a los elementos capaces de causar el máximo efecto con la mínima inversión, porque un pequeño éxito hoy probablemente se derive en más recursos mañana. También se puede crear un programa de innovación y rotar al personal dentro y fuera de él, pero recuerda conceder libertad a tu equipo en cuanto a los recursos. Y, si te parece que has desaprovechado el dinero y el tiempo invertido en una idea fallida, piensa que esos recursos tal vez no aporten un rendimiento inmediato pero, sin embargo, animan a los miembros del equipo a seguir intentándolo.
- Formación. La formación podría clasificarse perfectamente dentro de los recursos aunque, aquí, el papel del líder es fundamental y, por esa razón, le dedico una categoría aparte. Comprometer recursos para la formación continua facilita enormemente el cambio y la innovación, ya que con la formación adecuada el equipo podrá modificar cuando haga falta su conducta y su forma de trabajar, y dominar las nuevas tecnologías y herramientas que darán como resultado una innovación. Además de facilitar los recursos, creo que el líder debe dar ejemplo y participar en la formación como todos los demás. No basta con animar al resto a que siga la formación, sino que el líder debe presentarse a las sesiones y participar porque, al hacerlo, estará dejando clara la importancia de la formación y la educación para la empresa. Los linos no se dan cuenta de hasta qué punto su conducta (la mera presencia en una sesión de formación) es capaz de motivar a los demás. Existen muchas maneras de estimular el cambio y la innovación, como por ejemplo asegurarse de estar al tanto de lo que sucede en la competencia, el mercado, los clientes y el mundo. A pesar de que es imposible desarrollar unos conocimientos técnicos profundos de cada tendencia, me gusta pensar que el líder debe conocer lo suficiente como para ser atrevido, es decir, saber qué preguntar y a quién. Si careces de esta información como mínimo, estarás a merced del mercado y de los creadores de productos o tendencias. Una forma de estar al día consiste en asistir a seminarios, congresos sectoriales y encuentros; otra es crear un gabinete de expertos dentro de la organización que reúna a personas creativas y esperar a ver qué se les ocurre. Los líderes transculturales se esfuerzan por evitar el común error de asumir que sólo hace falta estar al día de las buenas prácticas en lo que solía llamarse el mundo desarrollado. No es cierto: hay que mantenerse al corriente de todos los mercados (las empresas brasileñas, por ejemplo, son estupendas organizando giras [road shows] en las que reúnen a un grupo de personas con diferentes destrezas y las llevan por varias ciudades de todo el mundo para aprender las mejores prácticas y compartir sus propias capacidades).
1. El cambio
Una organización en la que se produce un cambio frecuente y orgánico es, por lo general, una organización saludable. Como líder, puedes cultivar una cultura del cambio echando mano de tu experiencia en tu campo y de algunas de las prácticas y técnicas que hemos comentado anteriormente:
- Ten en cuenta a la competencia y al mercado mientras diseñas las mejoras y actualizaciones.
- Utiliza las técnicas de comunicación para que el equipo sea consciente de que, si la organización no cambia y mejora constantemente, se quedará rezagada. Como siempre, permite que expresen sus opiniones y preocupaciones respecto al cambio.
- Sé abierto y transparente en cuanto a la necesidad del cambio y lo que está sucediendo. Algunos líderes temen incluso mencionar la palabra cambio por miedo a disgustar a su equipo, pero en mi opinión debemos ser honestos y transparentes en este sentido, y convertirlo en una situación aceptable y esperada.
- Recompensa a los que contribuyan a la cultura del cambio, propongan ideas e implementen con éxito los programas de cambio (y en ningún caso penalices a los que se esfuercen pero no lleguen a conseguirlo). Dicho esto, desconfía del cambio porque sí, ya que el cambio debe tener sentido. He visto cómo muchas organizaciones recorrían distancias increíbles para hacer algo diferente sólo para dar la imagen de estar actuando. ¿Acaso añade eso valor? Recuerda, si no, aquellos años especulativos de las fusiones y adquisiciones y encontrarás ejemplos en los dos extremos, en el sentido de que algunas operaciones añadieron valor pero muchas otras no. Sin embargo, en su momento los consejeros delegados y demás altos cargos responsables de aquellas operaciones cosecharon espléndidos beneficios (y las operaciones sin valor del cambio por el cambio se encuentran en la raíz de muchos escándalos económicos del pasado reciente, como Enron o Worldcom). Muchos hablan del agotamiento del cambio o el estrés que, en ocasiones, acompaña a los cambios dentro de una organización. Además, las fuerzas del mercado pueden dictar que los cambios (y la innovación) se produzcan con una frecuencia y en unas dosis superiores a lo que los equipos más diligentes y orientados al cambio hubieran anticipado. En general, los miembros más jóvenes del equipo se crecen con el cambio, mientras que los más mayores (aunque no siempre) son más propensos a sufrir agotamiento. Recuerdo una semana particularmente frenética en PricewaterhouseCoopers, en la que uno de los socios más antiguos se lamentaba de que había demasiados cambios y, varios días después, una participante de nuestro programa de formación de liderazgo Genesis Park soltó de sopetón que lo que más le entusiasmaba de la empresa era que siempre estaba cambiando. Sus compañeros estaban de acuerdo y añadieron que uno nunca se aburría y que siempre estaban aprendiendo algo. Como líder, debes ser capaz de reconocer la manera en que todos los miembros del equipo procesan el cambio y mantener encarrilado el equipo a partir de los anteriores consejos.
2. La innovación
No hay una fórmula secreta de la innovación pero el líder sabe que debe fomentarla. Desde mi incorporación a INSEAD, no ha dejado de impresionarme hasta qué punto la innovación está entretejida en la cultura. De hecho, fue el primer programa de MBA que introdujo un modelo de un año y la única gran escuela de negocios con campus en dos continentes: Europa y Asia (además de su presencia en Oriente Medio y de una alianza con la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos). A lo largo de los años he aprendido que siempre existe una manera mejor para hacer cualquier cosa, así que, sea cual sea tu campo de acción, busca siempre esa manera mejor. ¿Qué vendrá después del petróleo? (en una visita reciente a Abu Dhabi, me asombré de que ese país productor de crudo y con un volumen decente de reservas ya esté invirtiendo en energías renovables). ¿Qué vendrá después del espacio? ¿Qué sucederá a Internet? ¿Cuál será el siguiente avance que cambiará nuestra forma de trabajar y de vivir? Todas las organizaciones deberían centrarse en la próxima generación de su producto o servicio, ya sea con relación al método de entrega, de venta, o el producto o servicio en sí.
Lo ideal, evidentemente, es que tu organización tome la delantera en innovación y que la competencia se esfuerce por alcanzarte, pero eso no siempre va suceder y, por ese motivo, es fundamental conocer en todo momento lo que están haciendo tus competidores. Mi consejo no es sólo seguir sus progresos, sino observar el mercado para averiguar por qué han lanzado una innovación y, después, pasar al siguiente nivel. La ventaja de estar al corriente es que, cuando se produce una amenaza competitiva, tu equipo te respaldará más fácilmente. También es importante estudiar el mercado más allá de tus competidores: sal a la calle y habla con los clientes, convoca grupos de discusión, encuestas y pregúntales qué productos y servicios necesitan realmente. Estas conversaciones te pueden aportar ideas para tus próximas innovaciones. El momento más crítico para innovar es cuando el mercado deja de valorar tu oferta y es cuestión de innovar o morir, aunque para entonces la presión disminuye las probabilidades de tener éxito y ya no dispondrás de tiempo suficiente para resistir unos cuantos fallos antes de dar con una idea que funcione. Por esa razón, es importante que la organización continúe produciendo nuevas ideas y anime al equipo al completo a exponer sus ideas a partir de una cultura organizativa que sólo el líder puede crear. Eso sí, actúa con inteligencia. Recuerdo un caso en PricewaterhouseCoopers en los años noventa, al principio de la existencia de Internet, en el que alguien propuso un nuevo producto: sistemas de seguridad para garantizar las identidades de las partes en las operaciones en línea. Era una idea estupenda pero en última instancia no se adaptaba a nosotros porque la tecnología no era nuestra competencia central ni algo en lo que podíamos invertir al nivel que exigía el proyecto. Como resultado, no tuvimos el poder de permanencia ni los profundos conocimientos técnicos y acabamos vendiendo con pérdidas. No obstante, habíamos identificado correctamente una necesidad no satisfecha que al final solucionaron otros.
Algunas reglas más en materia de innovación:
- Aférrate a tu área de competencia. Un fabricante de coches no debería producir películas, como tampoco una firma de consultoría debería diseñar sistemas de seguridad en Internet. Es cierto que, en muchas fusiones y adquisiciones del pasado, algunas empresas se han alejado mucho de su ámbito, aunque en la mayoría de los casos los resultados fueron mediocres. Además, ya casi nunca sucede, y con razón.
- Céntrate en los productos y servicios que puedas llevar al mercado o vender a un tercero para que los lleve al mercado. Si no tienes acceso al capital, no intentes innovar en un área muy exigente en este sentido.
- Conoce los aspectos normativos y de la competencia relacionados con tu idea antes de gastar dinero en ella, especialmente si tienes previsto venderla en el extranjero.No me refiero a la normativa medioambiental, de consumo u otro tipo que afecte a tu producto (aunque es importante tenerla controlada), sino a las situaciones normativas que puedan proteger o no tu idea. China se ha hecho bastante famosa por su vacío legal en la protección de la propiedad intelectual, así que si tu producto lo pueden copiar allí es fundamental que tomes medidas preventivas (sistemas de encriptado antipiratería, por ejemplo). Probablemente sólo te concedan un par de meses hasta que los piratas de la propiedad intelectual descubran cómo sortearlos, pero ese tiempo puede suponer la ventaja que necesitas para establecerte en el mercado.
- No dudes en establecer un consorcio empresarial [joint venture]. Las compañías farmacéuticas lo han hecho espléndidamente bien y les ha permitido diversificar su investigación y aumentar radicalmente su índice de éxitos (pero no olvides realizar todos los trámites necesarios para asegurarte de que tu socio sea el más adecuado).
- Dedica el tiempo necesario a evaluar cada proyecto periódicamente y reconsidera si deseas seguir en esa trayectoria, hacer cambios o abandonar por completo. Esto te garantizará que no estés desperdiciando un dinero muy valioso en una propuesta fallida.
A menudo oímos la expresión crecer o morir, pero el crecimiento no se puede definir únicamente por todo lo alto, ya que es posible (y en ocasiones necesario) reducir una organización para que sea más rentable y equilibrada de cara a un mayor crecimiento en el futuro. La innovación puede plantear una propuesta desafiante y, como líder, debes saber que, si innovas de verdad, estarás tirando por la borda muchas prácticas y conocimientos establecidos, lo que puede asustar sobre todo en un entorno multicultural en el que el miedo a equivocarse sólo es comparable al miedo a acertar. Si el contexto competitivo lo permite, el líder transcultural puede abordar la situación de manera que no todo ocurra al mismo tiempo, dando lugar a un proceso de evolución y no de revolución. No es necesario replantearse todo a la vez, sino únicamente aquello que diferencie a tu producto o servicio. Cualquiera que sea el ritmo de tu programa de innovación, el mejor método que conozco para abordar los miedos de los integrantes del equipo consiste en una comunicación periódica y abierta. Pregúntales cómo les va, qué les preocupa, qué les gusta, cómo puede ayudarles el líder. De esta forma, estarás comunicando una sensación de empatía respecto al equipo y enseguida obtendrás información sobre los problemas y las oportunidades que te ayudarán a tomar medidas a tiempo. Una última reflexión sobre el cambio y la innovación: el cambio más difícil de implementar para un líder no tiene que ver con los productos, los sistemas de entrega, el servicio al cliente ni las prácticas de las oficinas de apoyo, sino con la cultura. ¿Y si te contratan o promocionan para liderar un cambio de cultura? En ese caso, tal vez desees tener en cuenta mi advertencia de no ser demasiado idealista puesto que la junta, el consejero delegado o los socios superiores tal vez admitan que su organización necesita cambiar pero, a la hora de la verdad, les falta voluntad o valor para hacerlo. Por esa razón, yo nunca aceptaría un proyecto de una organización necesitada de grandes cambios sin antes analizar a fondo la situación. Mira a los demás a los ojos y diles: «Esto es lo que hace falta, ¿estáis dispuestos a hacerlo? ¿Lo apoyaréis con recursos, tiempo, formación y lo que haga falta?». Igualmente, si eres un aspirante a líder te conviene evaluar cuidadosamente tu contexto y, si te encuentras en una situación que no acepta los cambios ni a las personas dispuestas a mejorarla, tal vez deberías buscar otro empleo, no sin antes comentar el caso con algún mentor externo a la empresa y pedirle su opinión. Analízate y, si crees tener todas las respuestas y todas las buenas ideas, y lo único que deseas es que alguien te escuche, me temo, amigo mío, que has sucumbido a tu ego y necesitas trabajar en tu actitud. Sé honesto: ¿estás en un lugar donde se producen cambios, la gente te escucha, te pide ideas y respeta tus opiniones? Si es así, por mucho que no consigas venderles tus planteamientos, te encuentras en un entorno que valora el cambio. De lo contrario, deberás trabajar en tu plan a largo plazo. La generación del milenio (los que se han graduado en el año 2000 o con posterioridad) va a presentar una movilidad profesional muy superior y una mayor disposición a buscar nuevas oportunidades. Si se encuentran en organizaciones reacias al cambio y a la innovación, se marcharán, y aquellas organizaciones se extinguirán porque han perdido su talento joven. Es así de sencillo.