La innovación como base del crecimiento económico sostenible
octubre 5, 2016Anwar Zibaoui, procedente de una familia de empresarios libaneses, ha estudiado Economía y Arquitectura en París y en Barcelona; ciudad en la que vive, desde hace veintiséis años, plenamente integrado en la sociedad catalana. Se ha especializado en economía internacional, como experto en el mundo árabe y de manera especial de los países árabes de la cuenca mediterránea. Para reforzar el mutuo conocimiento y los lazos económicos entre estos países y la UE, ha escrito numerosos artículos y estudios, y ha dado conferencias e impartido clases como profesor visitante en diversas universidades. Del 2000 al 2007, la Cámara de Comercio de Barcelona le nombró director de la zona árabe-mediterránea. En esta etapa se fundó y se ha consolidado ASCAME, organización en la que, del 2002 a 2007, ha desempeñado el cargo de secretario general y a la que sigue estrechamente vinculado como coordinador.
El Informe de Innovación Global (Global Innovation Index GII) analiza el impacto de las políticas orientadas a la innovación en el crecimiento económico y el desarrollo en 128 países. Suiza lidera el ranking de nuevo en 2016, seguida por Suecia, Reino Unido, EEUU, Finlandia, Singapur, Irlanda , Dinamarca, Holanda y Alemania.
Los resultados en este top 10 de las economías más innovadoras contrastan con los dificultades en el Sur de Europa y Mediterráneo, que presentan un gran déficit de innovación. El primer país de la lista es Francia, en la plaza 18. España aparece en la 28, Italia en la 29, Portugal en la 30, Grecia en la 40, Turquía en la 42, Líbano en la 70, Marruecos en la 72…
El desequilibrio es obvio, y se aprecian el escaso acceso a la financiación, los mercados laborales rígidos, la falta de competitividad… Y sin embargo es obvio que el progreso económico está relacionado directamente con actividades de formación e innovación, y hay una correlación entre progreso social y la actividad empresarial. Todo lo que impide mejorar la capacidad innovadora condiciona el futuro.
Las empresas, como las personas, envejecen. Comienzan la vida con ganas de luchar y vivir, alimentadas por energía juvenil e ideas frescas. Compiten, se expanden, maduran, y, finalmente, con pocas excepciones, se desvanecen. Lo mismo le puede pasar a los países pueden perder la ambición de la juventud.
La innovación no es un lujo intelectual
Sólo el 11% de las compañías Fortune 500 de 1955 existen en la actualidad, mientras que el tiempo promedio que las empresas se quedan en el top 500 se ha reducido de 75 años a 15. Los países con gobiernos sin horizonte pueden correr la misma suerte que las empresas obsoletas. La elección es simple y conocida: innovar, o ser irrelevante.
El espíritu empresarial podría ser el vehículo para la innovación. Pero eso requiere trabajar por un cambio de mentalidad e implica animar a los jóvenes a crear sus propias empresas y ofrecerles los instrumentos para acompañarles en su aventura. Las personas innovadoras, son aquellas capaces de aprovechar las oportunidades y están dispuestas a asumir riesgos.
El ciclo de vida de las empresas debe enseñar a los gobiernos que el secreto de la eterna juventud es la constante innovación. Las empresas dinámicas y emprendedoras están definiendo el mundo actual y dando forma al futuro.
La innovación no es un lujo intelectual, ni un asunto para hablar en seminarios y mesas redondas. Es el camino para la supervivencia y el desarrollo, el combustible para el progreso constante y el modelo para el ascenso de una empresa o una nación.
La formación es clave
La principal clave para la innovación es la formación. Las empresas que invierten en sus empleados para proporcionarles los conocimientos adecuados son las que crecen. Los gobiernos deben hacer lo mismo, mejorando las cualificaciones y fomentar la innovación entre sus empleados públicos en todos los sectores clave de la economía, y en el sistema educativo. Si dejan de apostar por la educación de las nuevas generaciones estarían condenando a depender de otras naciones más innovadoras.
El 65% de los niños que actualmente están en la escuela primaria crecerán y trabajaran en empleos que no existen en la actualidad. La Universidad de Oxford apunta que el 47% de las categorías laborales hoy corren un alto riesgo de dejar de existir, serán sustituidas por las máquinas.
Los gobiernos deben reequilibrar el gasto, aparte de invertir infraestructura tangible como carreteras y edificios, y apostar de la misma forma por los intangibles como la educación, la investigación y el desarrollo. EE.UU y UE invierten anualmente 250.000 millones de dólares de dinero público en I+D. Hay países como Singapur (uno del GII Top Ten) también en Malasia y Corea del Sur donde el I+D es el motor clave del rápido desarrollo que viven y siguen su apuesta para construir y consolidar una economía del conocimiento.
La mayor parte de las empresas transformadoras son conocidas por tener una cultura innovadora y un entorno que inspira a sus empleados. Los gobiernos también tienen que implantar una cultura nacional de creatividad para que su gente y sobre todo los jóvenes se inspiren para transformar sus ideas, elevar más alto sus ambiciones, y perseguir sus sueños.
En esta era de movilidad global las empresas deben atraer y retener a las mentes más creativas y productivas. Los Gobiernos innovadores tienen que hacer lo mismo: atraer el talento, y mejorar continuamente sus sistemas y servicios. Habilitar a los ciudadanos a cultivar su energía colectiva y desarrollar su potencial.
La innovación es una palanca para la creación de valor, transforma la manera de hacer negocios y tiene un efecto multiplicador en el crecimiento de una nación y sus empresas. Sólo aquellos que apuestan por la innovación pueden impulsar el cambio y son los que nunca envejecen.
Publicado en Economía digital – septiembre de 2016