Según su respuesta, ¿qué vías tendría para poner en marcha su propio sistema financiero? F.B.: Al no tener acceso al crédito del Banco Central Europeo, una hipotética Cataluña independiente debería emitir una moneda propia, aunque sólo fuera para pagar a los funcionarios y para hacer frente a la caída de los ingresos fiscales y al auge de los gastos públicos. Una moneda propia generaría una inflación de precios proporcional a la magnitud de la caída de la actividad económica y de la recaudación fiscal y del auge del déficit público, que sólo se podría financiar con emisión propia.
J.H.: Sin acumulación previa, ni transferencias convenidas, la única vía serían los recursos propios tipificados en el presupuesto, integrando en su estructura lo que ha dado en llamarse “dividendo fiscal”.
Parece que el quid de la cuestión está en quién tiene la soberanía fiscal y financiera, si el estado español o el estado catalán (independiente o confederado con el estado español). ¿Podría alcanzarse ésta mediante un acuerdo amistoso, con o sin separación política?
J.H.: Siempre cabe la vía del entendimiento con buena voluntad y predisposición y encarrilando civilizadamente las diferentes exigencias.
F.B.: Supuesta la secesión de Cataluña, el Estado sucesor es el Reino de España. Si una secesión se produjera, ésta no sería ni indolora ni amistosa, y tendría efectos, gravísimos, evidentemente. Efectos políticos: supondría la quiebra del Estado de derecho y de la democracia en España. Efectos económicos: reducción del comercio con el resto de España en un 45%, caída del PIB y de la renta per cápita de los catalanes en un 15,2% y del empleo del 16%. Los separatistas catalanes no obtendrán la secesión ni en un referéndum legal y con garantías de legalidad y de neutralidad, ni en la guerra. La pueden obtener en TV3 y en los periódicos subvencionados; bien, ahí ganan cada día por goleada y ya son ahora mismo independientes. No obstante, los separatistas catalanes han probado sobradamente que mienten e inventan sin tasa. Al gobierno actual de la Generalitat no le importa para nada el principio de legalidad ni la obligación de neutralidad.
Vayamos a aspectos prácticos que también condicionan la política y, sobre todo, la vida cotidiana de las personas y las empresas. ¿La gestión del gasto público, de la deuda soberana y de la financiación a las empresas y a los particulares estaría mejor resuelta en un estado catalán independiente? Y, vamos a la pregunta del millón para la mayoría de nuestros lectores: ¿en un estado catalán independiente empresas y ciudadanos pagarían más impuestos o menos?
F.B.: El infierno fiscal, político e ideológico de la Cataluña actual, donde ellos mandan, prefigura qué sería este país si alcanzaran a mandar ellos solos, sin límites. Éste es su paraíso. En la actual Europa integrada y en el mundo global contemporáneo, una hipotética Cataluña independiente, sin duda alguna, lo tendría muchísimo peor que integrada en España y en la Unión Europea. Aseverar lo contrario, obviamente, es fer volar coloms.
J.H.: Esta pregunta no tiene una respuesta única ya que depende de la gradualidad temporal con la cual se quieran ajustar ingresos y gastos presupuestarios. La viabilidad del ajuste determinará, en todo caso, los diferentes factores que puedan incidir en el quehacer propio de empresas y familias.
En el supuesto de que se consumara la separación, de facto o de manera pactada, ¿cómo habría que dividir esta deuda pública entre el reino de España y la posible república catalana? ¿Y cómo afectaría esto al conjunto de la economía productiva en todos los territorios del actual estado español?
J.H.: Existen al respecto algunas experiencias a nivel internacional relativas a acuerdos convenidos entre las partes afectadas, ya que se parte del supuesto que existe mutuo acuerdo para el reconocimiento de la identidad propia. De lo contrario, cabe esperar consecuencias indeseables para ambos territorios.
F.B.: La separación de Cataluña no se producirá. A pesar de ello, cabe hacer el ejercicio de estimar (+/- 10 %) la deuda de una hipotética secesión, sumando: la deuda actual de la Generalitat (57 mil millones de euros), la cuota parte de deuda española (145 mil), el Fondo de Liquidez Autonómica y otras deudas actuales hacen 228 mil millones de euros, equivalente al 118 % del PIB. En la naturaleza desafiante de los separatistas está el no aceptar ésta ni ninguna otra estimación. Quieren que su desgobierno lo pagase Madrit. Una República con una deuda semejante nacería quebrada, como quebrada está ya la Generalitat actual, que si paga es porque es el gobierno de España pone los euros.
Y, ya puestos en la “economía real”, ¿es factible un tránsito ordenado entre las dos soberanías financieras que no afecte en demasía a las empresas y a los ciudadanos? Por ejemplo, ¿ven técnicamente viable una Agencia Tributaria catalana no acordada con la actual Agencia Tributaria española? ¿Si es así, habida cuenta de la cita electoral-plebiscitaria del 27-9-15, con qué actuaciones y en qué plazos?
F.B.: No habrá ningún acuerdo de tránsito porque, naturalmente, no habrá independencia. Lo demás es somiar truites. De la historia de España y de la historia de Europa sabemos que el sueño de la razón produce monstruos.
J.H.: La Agencia Tributaria catalana es un proyecto que puede perfectamente desembocar en realidad. Ello no obstante, y en el contexto de estar vigente un modelo unitario con la correspondiente legislación coercitiva, el nexo de subordinación, explícito o implícito, es insoslayable. Por lo tanto, los plazos sólo son viables en un contexto de mutuo entendimiento.
¿Cuál creen que puede ser la percepción exterior de este proceso de separación fiscal y financiera? ¿Se generará desconfianza hacia el conjunto de la economía española? ¿Se pueden producir deslocalizaciones de empresas en el territorio catalán? O, por el contrario, ¿Cataluña saldrá beneficiada con la independencia y atraerá más inversión exterior?
J.H.: De nuevo la graduación temporal es importante. Una Catalunya independiente consolidada es un competidor potencial. En este sentido, la fluidez de capitales dependerá automáticamente del binomio seguridad-rentabilidad y las posibles deslocalizaciones iniciales pueden truncarse en incentivos para la llegada de nueva inversión directa.
F.B.: No seamos bobos: hay terror a la independencia. Fuera y aquí, hay terror cuando el riesgo se considera seriamente. Hay terror a la secesión entre los inversores, por supuesto, y entre la gente con seny, que es el 71% de los catalanes que el 9N no participó en la farsa del proceso participativo-consulta-referéndum. A todos nos salva la certidumbre de que la separación de Cataluña no se producirá. Pero, de persistir la confrontación y el desafío de un gobierno regional situado al margen del Estado de derecho, seguirá el goteo de empresas que huyen de esta Cataluña y de la futura, real o hipotética… y se instalan en el resto de España y, en particular, en Madrid. En 2014 la Comunidad de Madrid ha recibido seis (6) veces más inversión extranjera que Cataluña. Sí, los separatistas aciertan: Madrid ens roba las inversiones que ellos ahuyentan, con muchas ínfulas y eficacia. El daño que el desafío separatista produce a Cataluña y a todos los catalanes es, evidentemente, de un hondo calado. La responsabilidad personal e histórica de los líderes nacionalistas es enorme.
Parece que en un proceso tan complejo hay una “larga cola” de detalles, que de entrada pueden parecer pequeños pero que pueden acabar condicionando el proceso de manera significativa. ¿Cuáles son los que ustedes pueden avanzarnos, en ambos supuestos: la declaración de independencia inamistosa o la transición a una soberanía fiscal y política acordada?
J.H.: La segunda, en el bien entendido de encarrilar las infraestructuras existentes de titularidad central, el reparto de la deuda, los fondos de pensiones, etc.
F.B.: El escenario a corto plazo de Cataluña, con elecciones municipales y regionales, es una severa confrontación política. Tras ellas, según sean los resultados, las fuerzas políticas separatistas jugarán sus piezas. De persistir la inestabilidad política, el escenario de Cataluña a medio plazo será una recesión económica importante. Para los negocios, y para la integración social, esta peculiar Nit de Sant Joan ya está durando demasiado. Ojo, porque el primer riesgo que inversiones evitan es el político. Relativamente a Londres, Toulouse o Munich o a Valencia o Madrid, la confrontación y el riesgo político catalán es altísimo.
Seguramente nos dejamos también en el tintero aspectos relevantes de la cuestión. ¿Podrían intentar resumirlos, a la vez que nos ofrecen unas conclusiones finales, no solamente técnicas, si quieren incluso de tipo personal o desde el punto de vista político?
F.B.: Necesitamos que la broma separatista a la que juega parte de la élite política catalana termine ya. Mire, según un estudio del Joint Research Center de la Unión Europea, entre 262 regiones europeas, Cataluña está en la posición 142. Madrid está en la posición 57. Evidentemente, en este contexto una hipotética independencia de Cataluña reduciría la calidad de su gobierno y su competitividad. Luego, no es inteligente ni parece movido por el autoproclamado y peculiar amor infinito a Cataluña de los separatistas el colocarla contra su historia y fuera de su mercado esencial, que es España, y fuera de la Unión Europea, que hoy son el ancla del progreso y de la libertad de los catalanes.
J.H.: La cuestión independentista se nutre, a mi entender, de tres tipos de conductas relacionadas: “el patriotismo de corazón”, “el patriotismo de cabeza” y “el patriotismo de bolsillo”. En el primer caso, los sentimientos prevalecen; en el segundo, el análisis y la reflexión y, en el tercero, la coyuntura. Conjugar estos intereses dispersos en un proyecto común es difícil y complicado, pero factible en función de las respuestas que vayan planteando los posicionamientos unionistas, particularmente de tipo gubernamental, en un contexto, además, en el cual cada vez se revela más injusta, en términos comparativos, la atención que merece Catalunya.