La Ingeniería como motor de desarrollo económico y social
marzo 23, 2011Ferran Amago Martínez es decano del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación de Cataluña (COETTC) y director de Marketing y Comunicación de Altran España y Portugal. Máster en Marketing por la Universidad Ramon Llull y en Dirección de Empresas por la Universidad de Navarra, colabora habitualmente en la prensa escrita. Es también presidente del Consejo Empresarial de la Fundación FUNIBER (Fundación Universitaria Iberoamericana) y participa en los Consejos de Gobierno del Club de Marketing de Barcelona y de AIPET (Asociación Iberoamericana de Periodistas Especializados y Técnicos).
¿Como decano, cómo ve la situación actual de los profesionales de su especialidad y en general en todas las ramas de la Ingeniería?
Los ingenieros somos un colectivo que estamos resistiendo bien la crisis, a ello nos ayuda muchísimo nuestra formación y la visión multidisciplinar a la que nos obliga. Hay que poner mucho énfasis en que nosotros tenemos una capacidad especial para adaptarnos y para encontrar las soluciones a los problemas que existen. En nuestro colectivo específico tenemos un empleo de más del 97% (el paro es inferior al 2,5%), pero aun así estamos dando un servicio de mejora de la carrera profesional (bolsa de trabajo) que queremos mejorar y adaptar a cada currículo. En nuestro colectivo específico de telecos estamos trabajando en formación activa, queremos saber exactamente en todo momento qué formación tiene y quiere el ingeniero, ver cuáles son sus currículos y adaptar su formación a las demandas concretas del mercado laboral. Esto a nivel particular y en casos concretos, pero a nivel general los titulados en Ingeniería somos un colectivo al que, repito, nos es fácil adaptarnos a las circunstancias cambiantes, por eso contratar ingenieros es un seguro de futuro para todas a las compañías.
Vamos a entrar en algunos aspectos corporativos de la profesión de ingeniero en España. Parece ser que ahora les obligan a andar con dos piedrecitas en el zapato
A nivel del colectivo siempre lo decimos, la aplicación del nuevo espacio de educación superior, llamado Bolonia, y la transposición de la directiva de servicios, llamada Ley Ómnibus, no han estado bien enfocadas por parte del ejecutivo. Bolonia, por ejemplo, no ha replanteado la nueva universidad sino que pretende incidir en los propios colectivos profesionales, y con ello distorsiona el foco o el objetivo de lo que pretendía la propuesta europea. Respecto a la aplicación de la propia propuesta de la Ley Ómnibus, también pensamos que yerra el objetivo ya que puede repercutir negativamente en la seguridad ciudadana y puede crear problemas. Nosotros ofrecemos seguridad al ciudadano y a la actividad económica, y ya antes de la aplicación teníamos claro que estamos inmersos en mercados liberalizados. La ley no garantiza ni asegura más de lo que había sino que se pone en campos que no tocaban, y en cambio no ha abierto nuevas posibilidades de fusiones entre colegios o mejora de la transparencia, más allá de una ventanilla única que incumple por cierto la LOPD. Nosotros aunque tengamos diversas ramas (telecos, industriales, etc.) en realidad todos somos lo mismo: ingenieros, y tenemos unos puntos comunes de interés muy claros. A mí me gusta recalcar siempre que la Ingeniería es sólo una, aunque estemos divididos en diferentes ramas de conocimiento, mediante diferentes titulaciones y colegios profesionales. De la misma manera que un ginecólogo o un oncólogo son médicos o doctores en Medicina, nosotros aunque seamos telecos o forestales u obras públicas o informática o cualquier otra especialidad en realidad tenemos un concepto clave (de formación, de inquietudes, de organización mental) que nos une a todos: éste es el de ser ingenieros, por encima de cualquier otra consideración.
Pero, Bolonia, trastoca ese tema y abre el catálogo de titulaciones (que no de las profesiones) con lo que despista al alumno que está en secundaria o en bachillerato, ya que no sabe qué debe hacer, así como al empleador que no sabe a quién deberá contratar.
Pero, Bolonia, trastoca ese tema y abre el catálogo de titulaciones (que no de las profesiones) con lo que despista al alumno que está en secundaria o en bachillerato, ya que no sabe qué debe hacer, así como al empleador que no sabe a quién deberá contratar.
En cuanto a la directiva europea o Plan de Bolonia, ¿se promueve una formación especializada y de calidad?
La aplicación en España parece que vaya completamente en sentido inverso. Nosotros creemos que ha de haber ingenieros de grado, generalistas, y enfocados hacia la empresa y sobre todo con una formación y titulación que abra las puertas a la inserción laboral y a la educación en toda la UE. En cambio la aplicación española de Bolonia no resuelve esto. Se partía de un catálogo de titulaciones limitado: obras públicas, telecos, naval, aeronáutica, etc. y ahora resulta que podemos tener grados que son más especialistas de lo que propugnaba la directiva europea. Al final tenemos que la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Evaluación) puede aprobarle a cualquier universidad un plan de estudios muy especializado en la parte de formación básica del grado de Ingeniería. Por ende, los masters no cumplen ni cumplirán la función para la que estaban previstos. Yo siempre lo ilustro con una pirámide en forma invertida. Justamente la base seria la parte del vértice, la más generalista pero la más amplia, y luego los estudios irían ramificándose y ganando en especialización. En el sistema que ahora se potencia una amplia base no hace que los masters cumplan la función para la que estaban previstos. Algunos master se vuelven generalistas, en contra de Bolonia, dicho de otra manera, no se consigue el espíritu de los acuerdos por intereses de las propias universidades.
Esto parece que va en contra de la visión de la Ingeniería como un conocimiento conjunto…
En efecto, la base común o punto de contacto entre las ingenierías (los conocimientos generalistas) debe ser amplia y potente. Luego ya vendrá la especialización de cada uno en su campo. Incluso en cada una de las especialidades hay que ser más riguroso. En nuestro caso, por ejemplo, la Ingeniería de Telecomunicación debe tener en la base a un ingeniero de grado para, después, focalizar y especializar en un master de Comunicaciones móviles, pongamos por caso; y después, siguiendo el ejemplo, en un doctorado en Telecomunicaciones móviles de sexta generación y enfocado ya más a las futuras evoluciones de la LTE, por ejemplo. No hay que comenzar la casa por el tejado, así no formaremos buenos profesionales que entiendan los problemas de la Ingeniería como un todo.
Ya en el terreno estrictamente laboral, ¿las escuelas técnicas superiores españolas tienen bien resuelta la relación con el mundo empresarial?
Creo que sí, aunque antes, dentro los consejos sociales, había empresas que de alguna manera eran la forma que tenía la universidad de comprender el mundo que la rodea. Incluso algunas universidades en el territorio se habían adaptado a las necesidades de su entorno. Pero también podría decirse que Bolonia aquí no ha encarado bien esta cuestión, creemos que la universidad debe estar relacionada con su entorno, pero debe tener una visión menos local y más global, para poder tener una visión de futuro de por dónde puede evolucionar la técnica y el conocimiento. También hay otro aspecto a considerar: a menudo crear un ingeniero, teóricamente en cuatro años de carrera, en realidad puede llevar al alumno y al sistema educativo a invertir seis o siete años, y en periodos de formación tan largos puede darse el caso de que los estudios que se habían comenzado, al acabar, no se adecuen a las demandas concretas del entorno en los que se han realizado. Las empresas evolucionan y las necesidades varían continuamente. También creemos que el sistema universitario debe hacer lo posible para corregir este decalage.
¿Cree usted que los ingenieros son un colectivo que “vende” bien sus propuestas e inquietudes al conjunto de la sociedad?
Yo pienso que no, un ingeniero es en general una persona que trabaja de puertas para adentro para resolver problemas o conflictos. Pero en la sociedad no se percibe la figura del ingeniero como la de un profesional necesario, yo diría que imprescindible, para que los países sean modernos. Creo sinceramente que una sociedad sin ingenieros no tiene futuro. Pero en general ocurre que la figura del ingeniero no está enraizada en la vida social o cotidiana de las personas. La del médico o farmacéutico (salud), el abogado o el juez (derecho), como la del maestro (educación) o el policía (seguridad) etc. son figuras que los niños a corta edad ya reconocen. El ingeniero, el arquitecto u otras profesiones centenarias y que desarrollan su labor de desarrollo de las civilizaciones sólo se descubren cuando se tiene un cierto nivel de edad y de educación. Gran parte del problema lo tienen los medios de comunicación y nuestra manera de interlocutar con ellos ya que, como dice mi amigo Manuel Campo Vidal, los ingenieros no sabemos comunicar. Es evidente que el colectivo padece esta falta de información hacia fuera o sea esa falta de capacidad comunicativa.
Usted se caracteriza por el dinamismo que imprime a su colectivo específico de telecos. Recientemente se ha entrevistado con Joan Clos, director del programa ONU-Hábitat. ¿Podría explicarnos de qué hablaron?
La razón fue para explicar al Sr. Clos (el primer ciudadano español que dirige un organismo de estas características en las NN UU) la importancia de las telecomunicaciones en todo lo que hacen en Naciones Unidas, especialmente en su departamento, con respecto a los asentamientos humanos. Hace 20-30 años no se contemplaban las telecomunicaciones. Pero nosotros pensamos que ahora es fundamental darle un giro de 180 grados a la cuestión y tenerlas muy en cuenta. En estos asentamientos, que contempla el programa de la ONU (algunos de ellos de refugiados o de poblaciones desplazadas por guerras, catástrofes o causa naturales), pensamos que estando aislados es imposible que vuelvan a la normalidad o que resuelvan sus problemas. Nosotros le transmitimos que la ONU debía coger como reto esta transformación conceptual y a la vez práctica, y además la necesidad de las telecomunicaciones como un punto de inflexión trascendental en la necesidad de la conexión y la comunicación entre las personas.
Está claro que a nivel internacional ustedes se mueven, pero, a nivel interno, el colectivo de los ingenieros de telecomunicación españoles parece que no acaba de asentarse.
Suelen decir algunos de mis amigos periodistas que a los profesionales de las telecomunicaciones nos falta precisamente comunicación. Tenemos la capacidad para comunicarnos a distancia pero el mensaje que queremos transmitir, vía portadora (dónde va el paquete de información), a veces no va bien sincronizado. Es obvio que algunos procesos de segregación de colectivos profesionales han generado tensiones, pero en función de la ley y las democracias internas se permite realizarlos. Aunque a veces las personas que lideran quieren interferir en los procesos, pero para esto las asambleas generales que ratifican los acuerdos y las autoridades que los ponen en vigor. Pero bien mirado creo sinceramente que muchos problemas se resolverían con más comunicación y con más diálogo.
Hablemos de su trabajo en Altran, ¿Le ha ayudado su formación técnica en su trabajo de comunicación?
Yo creo que sí, para comunicar se puede venir de muchos mundos, uno es la parte periodística y otra (de la también venimos muchos) es la formación técnica. Este tipo de educación ayuda a ordenar bien la mente y encarar la transmisión de lo que uno quiere comunicar de una manera lógica y ordenada. Creo que en una empresa —por ejemplo en las de características parecidas a la que estoy trabajando— es bueno partir de una vertiente técnica, así los mensajes se emiten de una manera menos difusa e inconcreta, o sea que salen más claros y más potentes.
Bajo la dirección de José Ramón Magarzo ustedes no se limitan a una mera labor de propaganda, también contribuyen a la mejora de la cultura empresarial española. Un ejemplo es la recientemente inaugurada “Biblioteca Altran”. Su primer volumen es el Diccionario de Innovación Altran…
Podría afirmarse que la innovación es el signo distintivo de Altran. En cuanto al sector industrial o de servicios, hace años, se hablaba de otros conceptos: producción, productividad, internacionalización, etc. (algunos de ellos vigentes, por supuesto, y que son muy adecuados en esta época de crisis) y entonces se acuñó una terminología común para entendernos todos. Ahora vemos que la innovación está presente en todos los procesos y son muchas las empresas que se dirigen a nosotros y les asesoramos. Hay evidentemente una comunicación común (jerga), pero hemos venido constatando que en general se trataba de una terminología no escrita, no estaba recogida de manera formal y puesta en común. Para esto sirve un diccionario, para unificar criterios y por eso hemos hecho el esfuerzo de seleccionar 1.500 términos, encontrar su traducción al inglés y ponerlo a disposición tanto de nuestros clientes como del público en general. Creemos que se trata de un libro de gran recorrido que será muy útil en los próximos años.
¿Van a publicar nuevas aportaciones en esta línea?
Efectivamente, la innovación es un concepto inscrito en el ADN de la compañía y vamos a seguir por este camino de ayudar a fijar conceptos, aportar nuevas ideas y contribuir a la mejora de la cultura empresarial española. Ya tenemos una Fundación para la Innovación, pero en este terreno somos ambiciosos y nos fijamos continuamente nuevos retos. Uno de nuestros proyectos en este sentido tiene mucho que ver con la incentivación de esta parte tan decisiva en el desarrollo empresarial. Un primer punto de partida puede ser mediante el “Premio a la Innovación Altran” que concedemos anualmente. Partiendo de esta base aprovecharíamos para difundir las mejores prácticas en este sentido. Tanto las de aquellas empresas que quieran que las citemos explícitamente como preservando la confidencialidad de aquellas otras que prefieran quedar en el anonimato. Siempre con la idea de ejemplificar procesos exitosos y ayudar a su difusión en el conjunto de la actividad empresarial del país. Pero no solamente de empresas sino también de instituciones públicas o de organizaciones privadas. La innovación puede estar presente en prácticamente todos los ámbitos de la vida.
Hoy, sin duda, todo el mundo habla de innovación. Pero nosotros, a diferencia de la mayoría de consultoras, somos una empresa de consultoría e ingeniería que, a partir de Francia, hemos crecido en todo el mundo partiendo precisamente de criterios de innovación. A diferencia de otras compañías, nosotros tenemos varias metodologías propias de innovación que es lo que enseñamos a las empresas que se dirigen a nosotros para innovar. No solamente de palabra sino aplicando por ejemplo nuestra metodología que consiste en cinco pasos mediante los que las empresas pueden mejorar productos o procesos para destacarse claramente de la competencia.
Hoy, sin duda, todo el mundo habla de innovación. Pero nosotros, a diferencia de la mayoría de consultoras, somos una empresa de consultoría e ingeniería que, a partir de Francia, hemos crecido en todo el mundo partiendo precisamente de criterios de innovación. A diferencia de otras compañías, nosotros tenemos varias metodologías propias de innovación que es lo que enseñamos a las empresas que se dirigen a nosotros para innovar. No solamente de palabra sino aplicando por ejemplo nuestra metodología que consiste en cinco pasos mediante los que las empresas pueden mejorar productos o procesos para destacarse claramente de la competencia.
Para finalizar, una pregunta más personal. ¿Qué tal es la vida profesional en el ir y venir constante entre Madrid, Lisboa y Barcelona? Es parecida o es distinta en estas tres ciudades, tan próximas y a veces tan lejanas.
Muy distinta. Y a medida que conoces las formas de operar en cada uno de estos ámbitos profesionales, más lo percibes. En Barcelona, por ejemplo, se habla mucho, se discute mucho, se requiere mucho consenso. En Madrid no tanto, se va más al grano, al negocio, a cerrar temas. Y en Lisboa, o Portugal, aún piensan en cómo deben organizarse. Barcelona, como ciudad mediterránea, tiene un cariz más dinámico, más rápido, quizás más epidérmico. Lisboa se parece en esto a Barcelona. Madrid, en cambio, tiene un aspecto muy positivo: fuera del ámbito laboral se participa más. Me ha chocado mucho esto, ya que al estar en asociaciones profesionales en las que, realmente, la gente se activa, puedo constatar que es al revés en la vida profesional. En Barcelona somos muy ordenados para trabajar pero no queremos más y las vinculaciones laborales se deben realizar en los propios espacios laborales. Lisboa en esto podría ser un intermedio entre ambas actitudes.
Francesc Ribera