Energía, I+D+i  y competitividad en el sector químico

Energía, I+D+i y competitividad en el sector químico

mayo 4, 2013 Desactivado Por inQualitas
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Luis Serrano
Director general de Solvay Ibérica
«De esta crisis vamos a salir, como hemos salido de las anteriores»

Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y postgraduado en el IESE y el INSEAD, ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en Solvay, multinacional a la que se incorporó en 1980, en el Área de Recursos Humanos, y en la que accedió a la dirección de Relaciones Industriales en 1993. Posteriormente asume diversos cargos de responsabilidad en el Área Comercial, y en 2000 se traslada a Bruselas, primero como responsable de marketing y ventas en Europa, y después como responsable de e-business. En 2006, es nombrado Director General de la compañía para España y, un año más tarde, también para Portugal, cargos que continúa ejerciendo en la actualidad. Forma parte del Comité Ejecutivo y de la Junta Directiva de CEOE, organización en la que preside la Comisión de Medio Ambiente y Sostenibilidad; es también Consejero del Foro Química y Sociedad; de la Cámara de Comercio de Bélgica y Luxemburgo, y miembro de la dirección del Business Council for Sustainable Development en Portugal, país en el que fue, hasta 2010, presidente de su asociación empresarial del sector químico. Desde octubre de 2010, preside FEIQUE (Federación Empresarial de la Industria Química Española), cargo para el que ha sido reelegido en 2012. En abril de 2013 ha sido nombrado presidente de Expoquimia.

Este año Solvay cumple 150 años de existencia. ¿Qué significa formar parte de un grupo con siglo y medio de historia?
Para Solvay Ibérica y, supongo, para todas las filiales de Solvay en el mundo, es toda una garantía formar parte de una empresa industrial, que no es un holding financiero dedicado simplemente a generar altos rendimientos de capital. Y eso nos da una cierta tranquilidad porque indica que las cosas importantes las debemos estar haciendo bien. Una empresa no cumple 150 años si no trabaja bien o si se equivoca al tomar decisiones importantes. Así que cuando tenemos dudas sobre la estrategia o sobre el futuro de nuestra compañía, mirar para atrás te da, sin duda, una cierta tranquilidad.
¿Qué destacaría en la historia de Solvay Ibérica?
Creo que, por encima de todo, la voluntad de estar siempre cerca del cliente. Por ejemplo, a principios del siglo pasado había clientes en España que necesitaban carbonato sódico y Solvay se instaló aquí. La segunda cosa que destacaría es la preocupación porque la producción se haga siempre con las mejores técnicas disponibles. Esto quiere decir buscar la excelencia en la producción. Y en este objetivo se incluye la seguridad de los trabajadores y las relaciones con nuestro entorno. Todo esto ocupa un lugar destacado en la lista de valores por los que se rige nuestra compañía.
Hablemos de innovación en su empresa, ¿cómo se valora en Solvay?
Solvay nació precisamente gracias a la voluntad de innovar. Por ello, la innovación ya se encuentra en nuestros orígenes. Lo que en sus inicios hizo el fundador, Ernest Solvay, fue cambiar el procedimiento de producción del carbonato a partir del amoníaco e inventar y patentar la columna para su producción. Esto le confirió una ventaja decisiva frente a los competidores. Por otro lado, las innovaciones redundan siempre en beneficio de los clientes. Si Solvay se hizo tan fuerte fue porque consiguió reducir de manera muy importante el coste de una materia prima fundamental y porque llevó esa mejora al precio de venta. Así captó clientes y desbancó a la competencia, y al cabo de diez o quince años estaba prácticamente sola en el mercado. Solvay se puso como objetivo trasladar el beneficio de la innovación a la consecución de un producto de calidad y a un precio competitivo para los clientes. Hay que pensar siempre en la innovación, en hacer las cosas mejor, pero esto no es tanto para ganar más dinero sino para ofrecer calidad y un buen precio a los clientes.

Consejo de Física Solvay en 1911. De izqda a dcha, de pie: Goldschmidt, Planck, Rubens, Sommerfeld, Lindemann, De Broglie, Knudsen, Hasenohrl, Hostelet, Herzen, Jeans, Rutherford, Kamerlingh Onnes, Einstein y Langevin. Sentados, de izqda a dcha: Nernst, Brillouin, Solvay, Lorentz, Warburg, Perrin, Wien, Curie y Poincaré.
¿Cómo viven en Solvay esta crisis tan dura y que se está alargando tanto?
La ventaja de estar en una compañía con 150 años de vida es que ya hemos pasados por esta situación, e incluso por otras peores. De esta crisis vamos a salir, como hemos salido de las anteriores. De hecho, ya estamos saliendo. Lo que hay que hacer siempre es aprovechar las crisis para reflexionar sobre las cosas que no se hacen bien y que, por tanto, se pueden mejorar. Es el caso de una fábrica como la de Torrelavega, que lleva cien años haciendo el mismo proceso, tiene unos equipos trabajando para ver cómo todavía podemos mejorar el sistema. Hace menos de un año introdujimos un cambio técnico en el proceso del bicarbonato, y con ello hemos mejorado un sistema con casi cien años de vida. Todo se puede mejorar en la industria y en la tecnología.
¿Cuáles son las líneas más destacadas de producción?
Solvay es una empresa tan grande que es difícil describir todos los productos. Limitándonos a España, las grandes líneas de producto son lo que llamamos química esencial, que incluye el carbonato sódico y sus derivados. Otra rama es la química del cloro, con el PVC. Y, finalmente, la línea de poliamidas. En Portugal también producimos agua oxigenada, que compondría una cuarta línea. O sea, que en el conjunto de Solvay Iberia fabricamos los productos más importantes en volumen de producción del grupo Solvay. Son lo que llamamos “essentials” o “commodities”. Un mercado que, ciertamente, está sometido a ciclos, pero intentamos pasar el ciclo actual lo mejor posible.
Además de trabajar en sus productos y procesos, ¿investigan nuevas aplicaciones para sus clientes?
Sí, también lo hacemos. Las nuevas aplicaciones son muy importantes para nosotros y para los clientes. Un ejemplo es el bicarbonato sódico, un producto muy antiguo que en los últimos años ha obtenido más importancia por su uso en alimentación animal. El mismo bicarbonato sódico también es un producto muy importante para la eliminación de la acidez de los humos. Cada día hay más aplicaciones para nuestros productos y para encontrar estos nuevos usos Solvay trabajar en estrecha colaboración con los clientes.

Fábrica de Solvay en Torrelavega (Cantabria), más de cien años creando riqueza.
¿Y qué peso tiene la I+D?
Es difícil valorarlo cuantitativamente, porque una parte de la I+D se hace en el extranjero y también se produce mucha colaboración con otras empresas o centros de investigación. Cada vez colaboramos más con terceros. Por citar un caso destacado, un proyecto muy innovador en el que tenemos una gran participación es el Solar Impulse, un avión movido únicamente por energía solar. El objetivo es que pueda dar la vuelta al mundo sin escalas utilizando solo esta fuente de energía. El avión lleva más de 150 piezas fabricadas con productos Solvay. Aunque muchas de éstas no se fabrican en España, nosotros formamos parte del proyecto.
Pasemos al ámbito económico. ¿El precio de la energía y su fiscalidad supone para ustedes un problema grave?
Efectivamente, es un problema grave. Y queremos pensar que también puede ser una oportunidad. Tanto en la producción de carbonato sódico como en la de PVC, Solvay es un gran consumidor de energía. Para nosotros, la energía casi es materia prima. O incluso es más importante que la materia prima. Pensamos que debe tener un precio competitivo respecto a otros países. No debe ser ni superior ni inferior, pero lo que no tiene sentido es pagar un precio distinto que en Alemania o en Francia. El precio del kilovatio-hora debería ser parecido. Es verdad que en este precio influyen el mix energético, los impuestos y el transporte de la energía, así como el necesario equilibrio entre lo que paga el consumidor doméstico y lo que paga la industria. Pero el problema se debe resolver de manera que el precio no nos haga perder competitividad como país.
¿El problema de la energía también son los impuestos?
La energía eléctrica tiene unos impuestos especiales sobre el carbón, sobre derivados del petróleo, sobre la generación, sobre el consumo… La fiscalidad no se puede analizar de forma aislada. Pero gracias a una directiva europea, en algunos países se permite a las industrias electrointensivas quedar exentas del impuesto eléctrico. Esto puede representar alrededor de un 5% del total de la factura. En España no estamos exentos, pero esto no importaría si al final el precio, comparado con el que hay en otros países, es competitivo, ya que el precio de la energía, repito, hay que mirarlo en su conjunto. Porque si en Francia una industria paga menos por la electricidad y suponemos que la energía tiene un impacto de un 40% o un 50% en el coste total del producto, a mi propia empresa le saldrá más barato fabricar en Francia y traer el producto aquí que fabricarlo en España. Esto se puede cambiar, porque la directiva europea, como he dicho, tiene unos mecanismos que lo permiten. Una empresa como la nuestra, que exporta más del 50%, no puede subir el precio a un cliente en el extranjero sin el riesgo de que él decida comprar a otro país. Lo que se debe tener claro es que queremos tener industria y que la industria necesita, entre otras cosas, energía a precios competitivos.

La fábrica de Martorell (Barcelona) lidera la producción de PVC
¿Abrir el mercado sería una solución?
Tampoco estoy muy seguro de que fuese una solución, porque no creo que las empresas francesas me vendieran la energía al mismo precio que a sus industrias. Tienen ese precio para ayudar a la industria de su país. Por tanto, no creo que la solución sea simplemente “abrir” el mercado. El tema es mucho más complejo. Pero creo que el Gobierno sabe que el tema es muy importante para la industria y debe tener presente que la industria es y será muy importante para salir de la crisis. Además, quiero creer que tenemos gente preparada para solucionar este problema tan complejo y me consta que lo están intentando. Lo que ocurre, simplemente, es que, como digo, no se trata de un problema fácil de resolver.
¿Le preocupa el precio y la disponibilidad de las materias primas?
Siempre hemos tenido mucho interés en integrar las materias primas. Se puso la fábrica en Torrelavega porque allí había sal y había caliza, que eran las materias primas que necesitábamos. La planta de Martorell está aquí por la cercanía de las minas de potasa de Súria, que eran propiedad de Solvay y que como subproducto generaban sal, además, también, del etileno que venía de Tarragona. Creo que el mayor desafío que tenemos no viene de la sal, que es un producto disponible y barato, sino del etileno. En Estados Unidos, la revolución del “shale gas” (gas de esquisto) ha hecho bajar el coste de la energía, pero también ha hecho disminuir el coste del gas como materia prima para obtener productos como el etileno. Nosotros utilizamos nafta, pero lo podríamos obtener a partir del gas si fuera más barato. Considero que deberíamos explorar la existencia de gas de esquisto en España y, si es así, explotarlo.
¿Considera que las infraestructuras públicas de transporte, comunicación, etc. que tienen en el entorno de sus plantas es el adecuado o cree que haría falta alguna inversión concreta más?
Estamos siguiendo muy de cerca el tema de la conexión del eje del Mediterráneo, y el del tercer carril ferroviario, porque tenemos mucho interés en la exportación. De hecho, nosotros exportamos más del 50% de nuestra producción, sobre todo a Europa y a América del Sur. En Cantabria la producción sale mayoritariamente desde el puerto de Santander y hasta allí el transporte llega con buenas conexiones por autovía y por ferrocarril. Aquí en Cataluña lo hacemos básicamente por camión, pero si hubiera una buena conexión por tren con Europa sería de gran ayuda. Por ello estamos interesados en que se potencien las comunicaciones con el centro de Europa. La conexión con ferrocarril hasta el puerto ya existe y funciona de forma bastante satisfactoria, aunque todo se puede mejorar.

Solar Impulse, el avión capaz de volar día y noche impulsado únicamente por energía solar, lleva más de 150 piezas fabricadas con productos Solvay.
¿Cómo valora los condicionantes ambientales de la legislación europea y las medidas que el grupo ha adoptado en los últimos años?
En principio, a mí me parece muy bien legislar sobre todos estos temas para evitar que la actividad industrial haga mal uso de los recursos o tenga un impacto negativo. Dicho esto, me gustaría que todos los estados hicieran lo mismo, porque estamos en una economía globalizada. Si este tipo de medidas suponen un coste para una parte del mercado y no para otro, nos deja en situación de indefensión o nos hace perder competitividad. Antes de instaurar cualquier norma se debe hacer un estudio detallado del impacto económico que puede tener. Y luego tenemos que ver quién lo paga y quién no, porque, precisamente, podemos provocar una deslocalización de la industria a países que tengan unos requerimientos ambientales menos exigentes; cono lo que aumentaremos el impacto sobre el medio ambiente global. Nosotros, naturalmente, estamos siempre aplicando la normativa, pero también intentamos anticiparnos a lo que puede venir, para no hacer cosas que al cabo de pocos años se deban modificar. Pero a veces tenemos la impresión de que Europa se olvida de la industria química y con su normativa suele provocar más perjuicios que beneficios. Un ejemplo claro de ello lo tenemos en el mercado de emisiones para reducir los niveles de CO2. Luchamos contra el efecto invernadero a través de unas tasas que se aplican, básicamente, a las empresas europeas. Otras empresas no sufren estos costes. Y si nuestros competidores no los tienen, el precio que puede ofrecer al consumidor será menor. Y éste, por supuesto, mira el precio final, no donde está hecho. Esta medida va en contra de la lucha contra el cambio climático. Si el producto no se hace en Europa porque sale más caro que fabricarlo en China, se producirá con estándares ambientales menos exigentes y, claro está, con más emisiones de CO2. Y si luego encima hay que traerlo desde China, el transporte generará más emisiones. Es decir, tendrá un efecto muy negativo sobre aquello que se desea proteger, el clima del planeta. Por ello repito que hay que estudiar muy bien el impacto económico de cada norma y ver como se sitúa en relación al conjunto de la economía mundial.
En algunos casos, como en el reciclaje, ustedes participan en diversos programas europeos.
Siempre participamos en los programas de reciclaje. Y en esto volvemos a lo que decíamos antes: si a mi cliente el producto le saldrá más barato porque una parte de la materia prima viene del reciclaje, a mí también me irá bien. Por eso colaboramos en programas de reciclaje, de revalorización de subproductos para que no vayan al vertedero y, finalmente, si no hay otra opción, de revalorización energética. Precisamente una de las cosas que motivó a Ernest Solvay a investigar fue ver que se desaprovechaba el amoniaco de las fábricas de gas. Esa es la historia de Solvay, en la que tenemos otros ejemplos: nosotros hacíamos bicarbonato y salía como subproducto cloruro de calcio, que se aprovechó. Obteníamos cloro y no sabíamos qué hacer con el hidrogeno y… fabricamos agua oxigenada. Esa es nuestra historia: intentar siempre revalorizar y aprovechar los subproductos.
¿Cree que la imagen de la industria química es, en general, demasiado negativa?
Yo tengo una opinión muy positiva de la Química. Y creo que a veces los propios químicos tienen una imagen poco halagüeña de esta ciencia y de su profesión. A mí, por cierto, me hubiera gustado tener la oportunidad de estudiar Química, porque creo que a las personas que pueden transformar las moléculas para solucionar los problemas de la humanidad les deberíamos hacer un monumento. Es gracias a la Química que se va solucionando el problema del hambre o el problema del agua. Y la Química hallará nuevos materiales y procesos que permitirán solucionar los problemas de la humanidad. Estoy orgullosísimo de trabajar en una empresa química. Hay que tener presente que durante muchísimos años la riqueza de las naciones se midió por la producción de determinados productos químicos, como el ácido sulfúrico. Gracias a la Química estamos mucho mejor que hace cien años y creo que dentro de cien años estaremos mucho mejor que ahora. Las encuestas que hacemos muestran que, en España, el 60% de los ciudadanos tienen buena imagen de la industria química. Hay que seguir mejorándola, hay que seguir haciendo las cosas bien y hay que explicar a la gente que gracias a la Química estamos donde estamos.

Xavier Duran – Albert Punsola
Más información:
www.solvay.com