Topando contra los límites

Topando contra los límites

enero 30, 2012 Desactivado Por inQualitas
Jordi Pigem
Jordi Pigem es doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona, con la tesis El pensament de Raimon Panikkar, y ha sido profesor del Masters in Holistic Science del Schumacher College (Inglaterra). Es autor de obras como La odisea de Occidente y Buena crisis: hacia un mundo postmaterialista. Ha sido coordinador de la revista de ecología Integral y colabora en diversos medios de comunicación.

La humanidad actual utiliza un tercio más de los recursos y servicios que puede proporcionar la Tierra. Podemos decir que el choque de nuestro sistema socioeconómico contra los límites del planeta, presagiado ya en 1972 en el informe Los límites del crecimiento, ha dejado de ser un acontecimiento futuro sobre el que se pueda especular y ha pasado a ser un hecho presente de implicaciones ineludibles. La mejor evidencia científica de este choque la tenemos en un reciente informe, Planetary boundaries, elaborado por Johan Rockström y otros veintiocho prestigiosos científicos de tres continentes y promovido por el Stockholm Resilience Centre. El informe identifica nueve indicadores del equilibrio planetario, establece para siete de ellos límites de seguridad (por ejemplo, una concentración máxima de 350 ppm de CO2 en la atmósfera) y alerta sobre el hecho de que sobrepasar uno solo de estos límites puede desencadenar procesos incontrolables que se amplifiquen de manera no lineal, dando lugar a transformaciones abruptas eirreversibles. En el caso de tres de los indicadores establecidos (el cambio climático, el ciclo del nitrógeno y la pérdida de biodiversidad), el informe indica que ya hemos superado los límites de seguridad recomendados. Excepto en el caso de la concentración de ozono estratosférico (que se ha recuperado ligeramente desde 1993), el resto de indicadores muestran un claro deterioro de la sostenibilidad en las últimas décadas. (Véanse Figura 2 y Tabla 1.)

Figura2
Figura 2. Situación actual de los límites planetarios

El informe señala, por ejemplo, que el ritmo de extinción de la biodiversidad es ahora entre 100 y 1.000 veces mayor que en la época preindustrial. Cada año se clasifican unas 10.000 nuevas especies y se extinguen unas 50.000. La pérdida de biodiversidad no es sólo un problema ético, sino que también merma la resiliencia o capacidad de adaptación de los ecosistemas, lo que puede desencadenar cambios abruptos que nos pondrían seriamente en jaque.

En muchos períodos históricos ha estado en juego el futuro de una comunidad o de todo un país. Hoy está en juego el futuro de la humanidad entera. Como ha señalado Paul Crutzen (premio Nobel de Química y uno de los autores de Planetary boundaries), nuestra época (desde el inicio de la Revolución Industrial) constituye un nuevo período geológico. Hemos pasado del Holoceno (el período que abarca los últimos 10.000 años, desde el final de la glaciación más reciente) al Antropoceno, en el que el principal factor de alteración de los sistemas terrestres es el ser humano. Nuestro efecto estrictamente geológico es indudable: en las últimas ocho generaciones hemos modificado la composición y estructura de la biosfera, hemos quemado la mitad de las reservas de petróleo que albergaba el planeta, hemos transportado cantidades ingentes de minerales de un continente a otro, hemos creado nuevos materiales, como el acero y los plásticos, y hemos puesto en circulación unas 100.000 sustancias tóxicas. Si queremos continuar habitando la Tierra, nos toca pasar del Antropoceno a una nueva era de integración consciente de la humanidad en los ciclos planetarios.

Tabla1
Datos correspondientes a la Figura 2. No se incluyen los otros dos límites que han sido identificados, pero que todavía no han podido ser cuantificados con datos suficientemente homogéneos: la contaminación química y la carga de aerosoles en la atmósfera. Los datos en negrita exceden los límites planetarios. Los signos ≤ y ≥ indican si se trata, respectivamente, de un límite superior o inferior.
s.d. = sin datos.
*En el caso de la concentración de ozono se utiliza el dato de 1993 porque corresponde al mínimo alcanzado por esta variable durante el siglo XX.
Fuente: Rockström y otros (2009).

Podemos añadir otros dos elementos que forman parte del choque de nuestro sistema socioeconómico contra los límites del planeta y que quedan fuera del alcance del citado informe. Uno es el techo de la extracción de petróleo (peak oil). El otro es la crisis económica global, que aunque tiene sus causas inmediatas en la especulación financiera e inmobiliaria, en el fondo no puede desvincularse del choque de nuestro sistema socioeconómico contra los límites del planeta. Toda nuestra economía es sólo una filial de la biosfera, y es incuestionable que el choque contra los límites del planeta tenía que afectar a la economía.

Como decía irónicamente el economista Kenneth Boulding, «para creer que el crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente hay que ser un loco o un economista». Todo crecimiento empieza a ralentizarse cuando se alcanza la madurez. Por ejemplo, antes de llegar a la pubertad un hámster duplica su peso cada semana. Si tuviera que mantener este ritmo de crecimiento ilimitadamente, al cumplir un año pesaría ¡9.000 millones de toneladas!. Y si mantuviera la misma proporción de ingestión de alimentos en relación al peso corporal, este hámster de un año necesitaría en un día más maíz del que se produce anualmente en todo el planeta.

La economía moderna se basa en una visión del mundo propia del siglo xix. Ve la realidad como un conjunto de objetos inertes, sometidos a leyes mecánicas y lineales, y tiende a oponer a los seres humanos contra la naturaleza y entre sí. Los economistas clásicos, de Adam Smith a Vilfredo Pareto, tomaban como modelo la física de Newton, cuyos presupuestos siguen dominando la economía aunque están superados desde hace un siglo.

Durante las últimas décadas se nos quiso hacer creer que la codicia es buena y la regulación de la economía es mala: extraño evangelio que emanaba de la Escuela de Chicago y que se ha revelado como un espejismo peligroso y obsoleto. Oficialmente obsoleto desde el 23 de octubre de 2008. Ese día, Alan Greenspan, adalid del neoliberalismo y presidente de la Reserva Federal durante casi veinte años, confesó en su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos que había descubierto «un error en el modelo que creí que era la estructura clave que definía cómo funciona el mundo». Henry Waxman, el congresista que lo interrogaba, resumió lo dicho hasta entonces: «En otras palabras, descubrió que su visión del mundo, su ideología, era incorrecta, que no funcionaba». A lo que Greenspan respondió: «¡Exacto!».

A esta visión del mundo demostradamente errónea siguen aferrados el grueso del pensamiento económico y de la política. Raj Patel compara esta situación con el síndrome de Anton-Babinski, en el que la persona sufre ceguera absoluta y sin embargo se empeña en hacer creer a los demás que ve perfectamente. Y mientras sigue chocando contra las paredes, como nuestro sistema obsoleto.

Figura3
Figura 3. Los valores y la crisis sistémica

Recuadro 2
Lugares desde los que transformar un sistema (en orden creciente de efectividad)

Donella Meadows explicaba que los cambios en un sistema son más superficiales y menos efectivos en el nivel de los impuestos, subsidios y flujo de materiales (precisamente, el nivel en el que trabajan las administraciones), mientras que son más profundos y efectivos cuanto más tocan el paradigma o la mentalidad de fondo que les da sentido.
9. Cifras. Según Meadows, el 90% de nuestra atención se dirige a las cifras, pero las cifras sólo tocan la superficie de las cosas y tienen menos poder del que pensamos. Modificar parámetros cuantitativos como los subsidios e impuestos «muy raramente hará cambiar el comportamiento del sistema económico del país. Si el sistema tiene un estancamiento crónico, los cambios en parámetros cuantitativos raramente lo ponen en marcha […]. Si crece incontrolablemente, no lo paran». Concentrarse en las cifras, llega a decir Meadows, es como «cambiar de lugar las tumbonas del Titanic». Pero las cifras sí tienen influencia en la medida que promueven cambios en los puntos que aparecen más abajo en esta lista.
8. Flujos y existencias de materiales. Las estructuras materiales de un sistema, su diseño y la velocidad con la que se adaptan a los cambios.
7. Regular los bucles negativos de feedback. Son necesarios para mantener la estabilidad del sistema.
6. Reforzar los bucles positivos de feedback. Los que orientan el cambio en la buena dirección.
5. Flujos de información. A quién llega y a quién no llega la información.
4. Las reglas del sistema. Los incentivos, las penalizaciones, las normas.
3. La capacidad de autoorganización. Esencial para la evolución del sistema.
2. Las finalidades del sistema. Sus aspiraciones, su propósito.
1. La mentalidad o paradigma a partir del que surge el sistema. Este es, según Meadows, el factor clave del cambio, porque la mentalidad o paradigma de un sistema es el que determina sus finalidades, su estructura, sus reglas y sus parámetros. ¿Cómo puedo contribuir a cambiar un paradigma? A partir del estudio de Thomas Kuhn sobre la estructura de las revoluciones científicas, Meadows responde: «Continúa señalando las anomalías y los fracasos del viejo paradigma, apóyate clara y firmemente en el nuevo paradigma, coloca a personas del nuevo paradigma en lugares de visibilidad pública y de poder. No pierdas el tiempo con los reaccionarios, trabaja con los agentes activos del cambio y con la amplia mayoría de personas de mentalidad abierta».

 

¿Cuánto vale?

Una economía sensata reflejaría en los precios de las cosas su verdadero coste social y ecológico. Hoy, la mayor parte de la producción externaliza sus costes, pasando factura alegremente a la naturaleza, a los países del Sur y a nuestros descendientes. Un estudio publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos concluyó que la deuda ecológica de los países ricos con los países pobres, incurrida en el período 1960-2000, es del orden de varios billones de dólares, cifra que supera con creces toda la deuda financiera que los países del Nor te reclaman a los del Sur. ¿Quién debe a quién?

En la actualidad está en marcha un gran proceso de reevaluación a todos los niveles. El estudio internacional The Economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB) es un ejemplo de que empezamos a reconocer el valor de los servicios que los ecosistemas proveen a las comunidades humanas. Por ejemplo, se ha calculado que el valor global de la polinización (que nos regalan las abejas, además de producir miel) es de 153.000 millones de euros al año.

Durante siglos hemos sido miopes al valor de la naturaleza. Nuestra mente calculadora sólo veía lo que le queda más cerca: cifras y abstracciones, alejadas del latir del mundo. Ante esta miopía, estudios como TEEB nos ofrecen unas gafas de gruesas lentes para que empecemos a percibir el valor (meramente económico) de lo que nos rodea. Es un primer paso. Pero la red de la vida siempre tendrá un valor incomparablemente mayor que el de las economías humanas. Los ecosistemas y la biodiversidad constituyen la matriz del equilibrio planetario que nos sostiene. Sin ellos se desvanecería la humanidad y toda la producción de las economías del mundo: el producto mundial bruto valdría 0. En comparación con el valor del producto mundial bruto, el valor económico de la red de la vida es infinito.

 

La crisis ecológica como reflejo de una crisis interior

Eckhart Tolle (autor de El poder del ahora): «La contaminación del planeta es sólo un reflejo exterior de una contaminación psíquica interior: millones de individuos inconscientes rehuyendo la responsabilidad sobre su espacio interior».

Seyyed Hossein Nasr (filósofo musulmán): «La destrucción de la naturaleza es en último término la destrucción de nuestro propio ser interior […]. Es nuestra oscuridad interior lo que ahora se ha extendido hacia afuera en el mundo de la naturaleza. El caos exterior refleja como un espejo lo que ha ocurrido en nuestro interior […]. Es imposible hablar de la naturaleza sin hablar de la imagen que tenemos de nosotros mismos».

Philip Sherrard (teólogo ortodoxo): «En primer lugar, la propia crisis no es una crisis ecológica. No es, en primer lugar, una crisis en relación con el medio ambiente. Es, en primer lugar, una crisis relacionada con nuestra manera de pensar […]. Ello significa que antes de que podamos tratar de forma efectiva el problema ecológico debemos cambiar nuestra imagen del mundo, y esto, por su parte, significa que debemos cambiar nuestra imagen de nosotros mismos».

Ivan Illich (filósofo y crítico cultural): «Considero que la contaminación de la Tierra y el agotamiento de sus recursos son el resultado, sobre todo, de una corrupción de la imagen que los humanos tenemos de nosotros mismos, o, dicho de otra manera, de una regresión de nuestra conciencia, que nos hace considerar al ser humano no como algo que depende del contacto directo con la naturaleza y las otras personas, sino como algo que depende idealmente de las instituciones y de sus productos y servicios».

 

Reimaginar el mundo

Los valores que hasta ahora nos han guiado nos llevan hacia un mundo insostenible. En el contexto de nuestra crisis sistémica necesitamos una nueva brújula que nos oriente en la transición hacia un mundo más sostenible y solidario. La clave de este proceso es una reorientación de nuestros valores y prioridades.

El informe The Great Transition (La gran transición, de la New Economics Foundation) muestra la necesidad de rediseñar el conjunto del sistema económico para afrontar los crecientes problemas del mundo contemporáneo. La primera sección central del informe se titula precisamente «La Gran Reevaluación». En el contexto de la economía, The Great Transition señala la necesidad de que los precios del mercado reflejen los verdaderos costes y beneficios sociales y ambientales de los productos y servicios, para que lo que es social y ecológicamente beneficioso resulte barato y lo que es perjudicial resulte caro. Pero no se trata sólo de revalorar productos y servicios sino, sobre todo, de revaluar la orientación de la economía y de la sociedad, dado que cada vez tenemos más evidencias de que el verdadero bienestar «radica menos en los bienes materiales que en la calidad de nuestras relaciones y en el sentido que encontramos en nuestro trabajo».

La necesidad de una transformación de los valores también es enfatizada por Serge Latouche, el teórico que más ha contribuido en los últimos tiempos a divulgar la noción de decrecimiento. En su Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Latouche resume sus propuestas en un «círculo virtuoso» formado por ocho Rs: revaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar. Latouche escribe que «el cambio de valores comporta otra mirada sobre el mundo y, por tanto, otra manera de captar la realidad»; y añade que «hay que adaptar el aparato de producción y las relaciones sociales en función del cambio de valores».

Figura4
Figura 4. Revaluar, clave de todas las Rs

Necesitamos reestructurar y reequilibrar el mundo. Ello requiere reimaginar, transformar nuestro imaginario personal y colectivo. Y este proceso arranca revaluando nuestras prioridades y nuestros objetivos, como ilustra la Figura 4.

Nuestra época pide una enorme transformación que deberá manifestarse en todos los niveles, desde lo personal a lo colectivo, y desde los medios de comunicación a los ámbitos de la política, la empresa, la educación y el conocimiento. Necesitamos pasar de la codicia a la solidaridad, de la sociedad industrial a la sociedad sostenible, de la modernidad a la transmodernidad, del materialismo al postmaterialismo. La crisis sistémica de nuestros días afecta a todas las sociedades y todos los ecosistemas del planeta. Pero a la vez nunca habíamos tenido oportunidades comparables a las de hoy –lo que descubrimos a través de la ciencia, lo que aprendemos al abrirnos a otras culturas, las posibilidades de comunicación que brinda Internet. Los retos y las oportunidades de hoy son de una magnitud sin precedentes, quizá sólo comparables a la revolución agrícola que empezó hace 10.000 años, o a la Revolución Industrial de los siglos xviii y xix. Pero la transformación que quiere nacer hoy tendrá que ser mucho más rápida. Si ello parece imposible, pensemos en todos los acontecimientos que hemos vivido que hubieran sido difícilmente concebibles poco antes. En el verano de 1989 nadie fue capaz de prever que el muro de Berlín caería en tan solo tres meses. En el verano de 2006, ¿quién imaginaba que Obama sería presidente?

Según la teoría del equilibrio puntuado de Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, la evolución biológica combina largos períodos de estabilidad con momentos puntuales de transformación radical. Esta teoría de la evolución biológica ha inspirado estudios que parecen corroborar su equivalente en el ámbito de la evolución social y cultural. Los cambios culturales suelen ser lentos, pero a veces emergen de repente fuerzas transformadoras y se dan cambios revolucionarios en poco tiempo. Es lo que ha ocurrido en las grandes revoluciones históricas. También podría ser el caso de la madura y no-violenta revolución de la conciencia que hoy necesitamos.

Extracto de la obra GPS (global, personal, social). Valores para un mundo en transformación. Editorial Kairós, 2010