¿Barcelona es también una ciudad para trabajar?
septiembre 7, 2010No hace mucho la revista “Forbes” situaba a Barcelona como la tercera ciudad más feliz del mundo. El clima, la originalidad de sus monumentos, el ambiente de tolerancia, el carácter acogedor de sus habitantes han hecho de la ciudad condal uno de los grandes destinos turísticos europeos y mundiales.
Entre algunos ciudadanos de la UE, con trabajos de alta cualificación y altos ingresos, se ha puesto de moda disponer de una segunda residencia en Barcelona y su zona de influencia (prácticamente, toda Cataluña). Ello, unido a su aura creativa y a una destacada capacidad para el diseño en todos los campos, ha hecho prosperar entre nosotros la idea de Barcelona como una de las ciudades creativas de gran proyección mundial.
Esta imagen glamurosa difundida por los medios de comunicación poco tiene que ver con el día a día de los que trabajamos en Barcelona y cercanías.
Además de los problemas ya característicos del ruido, la suciedad y la inseguridad, arrastramos décadas de dejadez en las infraestructuras básicas. Venimos de un 2007 con el gran apagón, un 2008 con la sequía y los socavones en las obras del metro en el Carmelo, un 2009 de aceleración de las obras del Ave rozando los cimientos del templo de la Sagrada Familia, y un largo etcétera de chapucerías que han seguido (entre los que la nevada del 2010 y sus consiguientes apagones ya parece olvidada). Aún habiendo dotado a una parte de la ciudad con la extensión de la doble vía de llegada de luz, las subidas y bajadas de tensión, que repercuten negativamente en los equipos electrónicos, no han terminado. Por desgracia, diariamente siguen saliendo a la luz deficiencias graves, la última es la instalación de atracciones peligrosas mediante, según parece, anclajes inseguros en la falda de una montaña. Con todo ello, estamos ofreciendo al mundo una imagen poco positiva.
Es evidente que, a pesar de los esfuerzos de los últimos meses, con una motivación claramente electoralista, seguimos sufriendo canalizaciones de agua y gas que dejan mucho que desear, una red eléctrica penosa y un ADSL tercermundista. Tenemos un sistema de telecomunicación que dista mucho de la categoría que correspondería a una ciudad que pretende ser un importante núcleo de creación de riqueza en nuestro tiempo. El servicio de ADSL es caro y lento y además la cobertura de telefonía móvil en algunos puntos negros (perfectamente delimitados y conocidos) es paupérrima. Por no hablar de una cobertura de TDT todavía insuficiente, como en el Maresme por ejemplo.
El problema adquiere connotaciones de mucha gravedad considerando que, en la era de la economía del conocimiento, prácticamente todos los que trabajamos en BCN y su área metropolitana estamos conectados a Internet, siendo ésta una indispensable herramienta de trabajo, más si tenemos en cuenta que la gran mayoría de profesionales y emprendedores no estamos instalados, precisamente, en el distrito 22@
Con infraestructuras deficientes nuestra ciudad no puede ser un centro de referencia biomédica mundial o un centro médico preferente para pacientes de alto poder adquisitivo en el mercado internacional, ni puede aspirar a conseguir objetivos ambiciosos en los principales ámbitos de la economía, como es, sin ir más lejos, el de las telecomunicaciones. Sólo puede despuntar como destino turístico o como segunda residencia (lo remarcamos: sólo para las vacaciones o el fin de semana) de ejecutivos y personas creativas que en los días laborables ni se les pasa por la cabeza quedarse a vivir aquí para realizar su trabajo y desarrollar su talento.
Barcelona tiene que generar unas expectativas y una imagen de excelente lugar para trabajar y, como consecuencia, para generar riqueza, para sus ciudadanos y para todo el mundo. No puede dejar su porvenir en manos de una economía basada en el monocultivo turístico y menos pretender cobrar tasas a quienes tienen el detalle de visitarla. El Ayuntamiento de la ciudad y todos los poderes públicos relacionados (Área metropolitana, Generalitat, Diputació, Consell comarcal, etc. etc.) deben dejarse de absurdas maniobras para encandilar papanatas ociosos que les rían las gracias, y deben centrarse, como objetivo preferente, en las necesidades de los que trabajan y producen riqueza en la ciudad. Todos los líderes políticos deben poner entre sus máximas prioridades equipar a Barcelona con unas infraestructuras públicas y privadas al nivel de las grandes ciudades creativas del mundo. Aunque estas acciones no se presten para ocupar espacio en los telenoticias y no permitan cortar cintas en inauguraciones a bombo y platillo.
Éste debiera ser el objetivo central para los próximos años si no queremos perder definitivamente el tren de la competitividad. Y para dar ejemplo de modestia, de sensatez y de trabajo perseverante, discreto y tocando de pies en el suelo —además de como muestra de expiación por las visiones absurdas de algunos de sus políticos—, Barcelona debe preconizar las Olimpiadas de Invierno de 2022 para Jaca o cualquier otra ciudad aragonesa. Siempre que el gobierno aragonés tenga la grandeza de espíritu y el sentido de la oportunidad de plantearlas como las Grandes Olimpiadas de todo el Pirineo, incluyendo, por supuesto, el vasco-navarro y el catalán. En este caso Barcelona debe dar ejemplo de gran ciudad, señora y solvente, ayudando y colaborando lealmente en todo lo que esté a su alcance con la ciudad aragonesa designada.
Fòrum Cívic-Independent de Barcelona
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