A nuestras presentaciones les sobra cabeza y les falta corazón
mayo 11, 2011A pesar del PowerPoint, de la multimedia y de las nuevas tecnologías, la comunicación en las presentaciones sigue siendo de cabeza a cabeza. ¿Dónde está el corazón en las presentaciones?
Estudié ingeniero de teleco y después me saqué un doctorado en informática. Trabajo en un centro de investigación rodeado de científicos. Mi público ha estado formado habitualmente por licenciados y doctores. Podéis imaginaros que en estas circunstancias siempre he querido aparecer racional, objetivo y lógico. Cuantos más datos, estadísticas y cifras mostraba, más me creía que llegaba mejor a la audiencia, que aumentaba mi capacidad de persuasión, que ganaba credibilidad.
Anestesiado por tantas horas sentado, no me percataba de que cuando hablo de cabeza a cabeza transfiero información y en el mejor caso sólo puedo conducir a la reflexión.
En mis primeros cursos y presentaciones inundaba a la audiencia con datos y con hechos. Al salir, la gente me decía: “cuánto he aprendido” y yo me sentía muy cómodo con aquella respuesta. Hablar desde la cabeza no compromete. Nos hace permanecer distantes, desapegados y a salvo.
Llega un momento en que la gente no quiere más información. Estamos saturados de información. La gente quiere fe: fe en ti, en tus objetivos, en tu éxito, en la historia que cuentas. Es la fe la que mueve montañas, no los hechos. Nadie ha dejado de fumar por ver las estadísticas de víctimas del cáncer de pulmón. No somos animales tan racionales como nos gusta creernos.
Es a través de nuestra historia como movemos a la gente, como ganamos credibilidad y como llegamos a la verdadera persuasión. Cuando hablo de corazón a corazón, contagio emoción y conduzco a la acción.
Cuando comprendí esta verdad, se produjo un cambio radical en mis charlas y cursos. En vez de centrarme en los hechos empecé a centrarme en las personas. En lugar de preocuparme por cómo parecer más inteligente o más profesional, me preocupé por cómo podía ayudar a los asistentes a buscar una respuesta a sus inquietudes. Dejé de pensar tanto en mí: yo, yo, yo; y más en la audiencia: tú, tú, tú.
Ahora al salir me dicen cosas como: “me has ayudado a cambiar”. Porque la verdadera influencia de una presentación se mide por el cambio que es capaz de generar en la audiencia. Cuando cambias tu enfoque, el impacto es brutal.
Claro que contar nuestra historia desde el corazón nos hace sentir incómodos porque sentimos que nos desnudamos ante la audiencia, que nos volvemos vulnerables al poner nuestro corazón en sus manos. Y sin embargo, hay mucha fuerza al mostrar nuestra vulnerabilidad. Hay que ser muy valiente para descender del pedestal del ego y ponerse al nivel de la audiencia. ¿Cómo podemos poner un poquito de corazón en nuestras presentaciones?
Poniendo algo de ti mismo en cada presentación. Si sólo hablas desde la cabeza, cualquiera podría dar la charla por ti. Cuando hablas desde el corazón, nadie podrá suplantarte. Podrán repetir tus palabras, pero no podrán imitar el brillo de tus ojos; podrán usar tus transparencias, pero no la pasión de tus gestos. Porque una presentación no es un documento muerto, es un acto vivo de comunicación con todo el ser delante de una audiencia formada por personas con su propio corazón.
Dice Guy Kawasaki: “Si vas a construir un negocio, no lo hagas por el dinero. Hazlo porque quieres convertir el mundo en un lugar mejor.”
Ante la audiencia, no pienses cómo puedes venderles un producto o un servicio. No pienses sólo en ganar dinero. Piensa en cuáles son las necesidades de esas personas, en cómo puedes ayudarles mejor. Valora a tu audiencia como personas individuales con sus inquietudes y necesidades y entonces podrás aportarle valor. Cuando en lugar de audiencias indiferenciadas veas ante ti a personas con sus propios problemas y sueños, con su propio corazón, podrás hablarles de corazón a corazón.
Sé sincero contigo mismo: ¿crees que tu negocio puede cambiar el mundo? ¿Tiene sentido para ti? ¿Sí?
Entonces podrás tomar la palabra delante de la audiencia, porque estarás convencido de que tu presentación puede hacer del mundo un lugar mejor para vivir.
Gonzalo Álvarez Marañón es autor del blog El arte de presentar.