Entrevista a Edward Hugh
agosto 18, 2010Edward Hugh es un macroeconomista británico que vive desde principios de los años 90 en Cataluña, dice que le atrajo el lugar y la gente. Se graduó en la London School of Economics y, gracias a Internet, ha podido practicar el análisis de la economía a través de su blog de una manera libre, sin jefes. Hugh predijo las dificultades que ahora afrontan España y la zona euro y es un referente para la prensa anglosajona a la hora de analizar la economía española.
En sus teorías apunta que el principal problema de la economía en España es el alto grado de endeudamiento que han aceptado los bancos del país durante los últimos años. ¿Cómo hemos llegado a este punto?
La base de todo esto es el nivel de confianza institucional. La entrada de España a un sistema monetario de tipo único, con instituciones en común, implicaba una serie de aspectos que no tuvimos tiempo de digerir. Cuando llegó el euro, la gente se obsesionó con la subida de los precios de muchos productos, pero no se daban cuenta de que estábamos en un sistema común con los alemanes, que no tolera la inflación y que tiene unos tipos de interés bajos. Como consecuencia de este escenario, mucha gente empezó a comprar casas, lo veían como una manera segura de invertir, algo completamente contrario al sistema alemán. No se hizo la pedagogía necesaria para explicar que entrábamos en el modelo germano. Precisamente ahora está creciendo un boom inmobiliario en Francia y esto supone un gran problema para el Banco Central Europeo, que está suministrando dinero a países como España a un tipo de interés bajo y con inyecciones de liquidez masiva. Es difícil gestionar una unidad monetaria donde las expectativas de cada país son diferentes.
Sin embargo, otros países de la zona euro no han llegado hasta este extremo. ¿Qué nos diferencia de ellos? ¿Se trata sólo de una burbuja económica?
Es difícil identificar a dos países gemelos en la zona euro, cada uno tiene problemas de deuda diferentes. En España los encontramos en el sector privado, en Italia la deuda es pública, en Portugal mitad y mitad… Y una cosa que los países del sur de Europa tienen en común es que no han sabido aprovechar la oportunidad de formar parte de la zona euro para hacer reformas estructurales y conseguir que su sector industrial creciese igual que el alemán. Alemania depende mucho de su industria, mientras que en el sur de Europa, en general, se pensó que sería suficiente con crecer a base del sector inmobiliario, los servicios financieros y el turismo sin preocuparse demasiado por la industria. Eso ha sido un error importante.
En España, la alta deuda privada tiene varias causas. Por un lado, el factor demográfico, la gran cantidad de familias jóvenes, y por lo tanto con menos ahorros, que decidieron comprar un piso. Pero también es el resultado de los riesgos que aquí asume el sector empresarial, seguramente por un factor cultural de ir “al ataque”, una cierta seguridad a la hora de asumir riesgos pensando que no pueden fallar las cosas.
Constantemente oímos que la deuda de países como España, Grecia o Irlanda puede llevar al colapso de la zona Euro. Si eso ocurre, ¿cómo deberían reaccionar el resto de países de la Eurozona?
España se ha convertido en un proyecto demasiado grande para que eso pase. No quiero decir que no sea posible, pero sí poco probable. Todo el mundo económico y financiero hará grandes esfuerzos para evitarlo. Ahora es el momento de ver qué cosas se pueden hacer, y creo que ya ha habido un gran cambio institucional en la zona euro desde el pasado mes de marzo porque la Comisión Europea y los gobiernos nacionales han llegado a un acuerdo para crear un fondo de ayudas y además los países se han doblegado ante las peticiones del Banco Central Europeo. Pero en el caso de no encontrar la manera de recuperar la economía de ciertos países, una solución técnica sería una salida temporal de Alemania de la Eurozona. Se trataría de conseguir un efecto como el que ahora intenta Estados Unidos con China, a la que se da más aire para ver si los chinos asumen más peso, reducen su superávit y aceptan más importaciones. Se produce la misma situación en los países periféricos de la zona euro, que necesitan más aire y dinámica para poder hacer los cambios necesarios en unas condiciones en las que la población pueda asumir esas responsabilidades.
Los últimos test de stress a la banca europea indican que la salud del conjunto de las entidades españolas no es tan mala… España ha hecho un ejercicio de transparencia y, a diferencia de otros países, ha sometido a prueba a la gran mayoría de sus bancos y cajas. Los resultados han hecho incluso ganar confianza en España y han permitido que baje la prima de riesgo por su deuda. ¿Realmente estamos tan mal?
Estos test sólo demuestran si las entidades europeas son o no solventes a corto plazo para poder prestarse dinero entre ellas, pero no indican qué puede pasar en el 2014 ó 2015. La duda que tienen los mercados internacionales sobre el sistema bancario español es sobre la valoración de sus activos, principalmente de las hipotecas que tienen sobre naves industriales, terrenos, y sobre los activos que han asumido de los constructores y promotores. Como nadie tiene claro hacia dónde se dirige la economía española es muy difícil determinar cuál será el valor real del parque inmobiliario en España de aquí a 3, 4 ó 5 años. Yo no tengo ninguna duda a corto plazo, pero la pregunta es ¿hacia dónde va todo esto?
Antes se podía echar mano de la devaluación de la moneda como herramienta para hacer frente a este tipo de situaciones, pero con la moneda común ya no es posible. La solución que usted ha defendido públicamente es la de bajar los salarios y los precios en España…
Se tendrían que bajar los salarios y los precios un 20%. Llegué a esta conclusión pensando que el sistema bancario español sería incapaz de aguantar tantos años sin crecimiento. La diferencia entre el alto índice de paro y el nivel de precios es demasiado grande para que la situación se estabilice con otro tipo de medidas que sirvan para fomentar la ocupación, como la bajada de impuestos para la contratación. El desajuste es tan grande que se necesita un golpe de efecto para dinamizar la economía. Sin embargo, parece que prácticamente nadie está dispuesto a tomar esa medida, por lo tanto lo mío es más un grito de impotencia que una solución técnica.
Según ha explicado en algunas ocasiones, la medida que usted propone implica que, tras el esfuerzo que asumiría España al bajar salarios y precios para corregir su situación, el Banco Central Europeo tendría que acceder a absorber la deuda española. ¿Qué garantías existen de que éste esté dispuesto a hacerlo?
A nadie le interesa que España vaya mal, todos son conscientes de que se tienen que encontrar soluciones, es un proceso de negociación. Como una parte del problema viene de la forma en que se creó la zona euro desde el principio, ahora se tiene que dialogar sobre las soluciones que necesita cada país. A todo el mundo le interesa que las economías de la Eurozona crezcan porque los bancos serán más sólidos, la gente podrá asumir más deudas.
Imaginemos que el Gobierno decide seguir su consejo. ¿Supondría algún peligro el diferencial de precios y salarios con el resto de países de la Eurozona?
Lugares como Catalunya pueden suponer un destino de segunda residencia con una buena asistencia sanitaria para, por ejemplo, los pensionistas alemanes. Hay muchas cosas aquí que pueden resultar interesantes para los alemanes y no tendríamos ningún tipo de problemas si lo hacemos de una manera dialogante. Con quien quizá la situación podría ser más difícil es con países del Este si España les empieza a hacer competencia en este sentido, Polonia ahora está dando segundas residencias a los alemanes.
Para que después España pudiese ir equiparando su nivel de vida con los países más ricos de la Eurozona, lo primero que se tiene que hacer tras devolver el dinero de la deuda es realizar cambios para mejorar los niveles de productividad laboral y la calidad institucional, y modificaciones en el sector educativo. España tiene muchas posibilidades si se pone manos a la obra.
Rubén Urdiales