La cuestión lingüística marca de manera decisiva el debate. ¿El catalán y el castellano tendrían que ser lenguas cooficiales en el nuevo estado que se propone?J.C.A.: Repito lo anterior, es un escenario que no creo probable. En cualquier caso, no conozco ningún caso en el mundo donde la lengua usada a diario por más del 50% de la población en un territorio no sea oficial.
J.M.T.: Dicho en estos términos tan restrictivos, la respuesta es no. El catalán, en tanto que lengua propia y oficial del país, es a la que se debe priorizar, porque ésta es la voluntad de la ciudadanía desde hace muchos años y porque aún no se ha recuperado de persecuciones seculares; como tal tendría que ser la única lengua oficial en toda Cataluña. No obstante, el castellano tendría que tener un reconocimiento oficial especial y, lógicamente, debería continuar enseñándose en las escuelas, institutos y universidades, puesto que es una lengua de comunicación muy importante. A todo ello tenemos que tener muy en cuenta que el castellano es la lengua materna de la mitad de la población catalana, y eso merece un respeto y una consideración. A la vez, y complementariamente, debería haber un reconocimiento oficial especial para el occitano que se habla en el Valle de Aran ( o aranés). En ese debate creo que hay dos posturas demasiado antagónicas que a menudo no matizan: una es la de los que piden una (falsa) igualdad por lo que respecta a la cooficialidad de lenguas entre el catalán y el castellano –que en realidad perjudica al catalán–, y otra es la de los que afirman que la lengua castellana no tiene que tener ningún papel en el futuro estado catalán. Creo que hay otros caminos que pueden ofrecer un poco de luz a posturas aparentemente irreconciliables.
Centrándonos en la situación actual de la lengua propia de Cataluña: ¿El ordenamiento legal español asegura la pervivencia y el desarrollo de esta lengua en la escuela primaria y secundaria? ¿Y en la superior? ¿En el nuevo estado se produciría una Inmersión lingüística en todos los niveles educativos, o se promocionaría también el castellano y una tercera lengua como el inglés?
J.M.T: El ordenamiento legal español aparentemente asegura la pervivencia y el desarrollo del catalán en la escuela primaria y secundaria, pero en realidad –y paradójicamente– lo que hace es no blindarla de intervenciones externas que vienen del propio Estado español, ya que continuamente es atacada judicialmente y crear, así, un clima de crispación social que apenas existe. La cuestión es muy sencilla: somos los catalanes, entre todos, los que debemos escoger el modelo de lenguas en la escuela. Lo que ocurre es que las interferencias, continuadas desde hace años, del Estado español lo que hacen es distorsionar el debate y crispar el ambiente. Aquí el Estado español, que brilla por su ausencia constructiva, no tendría que intervenir para nada, ya que Cataluña tiene, desde hace mucho tiempo, una autonomía –que ya se nos ha quedado corta– que le permite regular el uso de las lenguas en la educación. A mi entender, en el hipotético nuevo estado, y a tenor de la voluntad de consenso político y social, el catalán tendría que continuar siendo la lengua vehicular de toda la enseñanza, pero simultáneamente tendría que continuar enseñándose el castellano sobre todo en aquellas zonas más catalanohablantes que más lo necesitan. Y el inglés, lógicamente, tendría que tener un papel importante como lengua de comunicación internacional y se debería enseñar igual que ahora, o quizás más. Y abro la puerta a la enseñanza de otras lenguas para colectivos concretos (por ejemplo, el empresarial) por meras necesidades comerciales o económicas: alemán, francés, chino, árabe, etc
J.C.A.: El modelo lingüístico teórico que tenemos en la escuela es la llamada conjunción, es decir, educación en catalán y castellano, pero en la práctica se aplica la inmersión obligatoria en catalán en la escuela pública. La Generalitat interpreta de forma excluyente la Llei d’Educació de Catalunya (2009) cuando dice que “normalmente” las clases serán en catalán. Al hacerlo incumple la sentencia del Tribunal Constitucional que interpretó que el castellano no podía ser excluido como lengua vehicular en el aprendizaje. Es de sentido común. Todas las lenguas que queremos que los jóvenes dominen (que no solo significa hablarlas) han de ser vehiculares, también el inglés. El castellano pervivirá en Catalunya a pesar de lo que suceda en la escuela. Pero lo perjudicados por este modelo de inmersión completa son los jóvenes catalanes de clases medio-bajas, sobre todo los que viven en entornos monolingües catalanohablantes. Siempre he sido partidario de dar un trato preferente al catalán, pues es la lengua más débil, frente a ella tenemos un deber “moral” de protección y promoción, pero sin excluir al castellano. Hay que superar posiciones puramente ideológicas, que son nacionalistas, y encarar un debate desde presupuestos racionales y pedagógicos.
¿El dominio lingüístico del catalán abarca a unos 10 millones de hablantes. ¿Creen que con la independencia mejoraría la convivencia lingüística en territorios como Baleares, Valencia o Aragón oriental?
J.C.A.: La hipótesis de la secesión perjudicaría a la lengua catalana fuera de Catalunya, como muy bien ha explicado Albert Branchadell en muchos de sus trabajos. Otras personalidades destacadas, como el cantante valenciano Raimon, también ha expresado una gran inquietud ante ese escenario desde un punto de vista lingüístico y cultural. Produciría probablemente un encierro identitario. Contra lo que afirman los secesionistas, una de las razones para rechazar esta hipótesis son los daños que ocasionaría sobre la lengua.
J.M.T.: Puntualizo que el dominio lingüístico catalán abarca casi a 14 millones de hablantes, y no 10. Creo que con la independencia de Cataluña la Comunidad Valenciana (o País Valenciano) –que a veces tiene sus motivos razonables de queja respecto a ciertas actitudes catalanas– dejaría de ver ciertos fantasmas de conquista pancatalanista imposible y podría hablar con más tranquilidad y de tú a tú con Cataluña. Y, francamente, creo que sí, que la convivencia con los territorios limítrofes donde se habla catalán (o valenciano, que es lo mismo) mejoraría muchísimo. Siempre he tenido un gran respeto por las realidades hermanas de Valencia, Baleares y Aragón (concretamente la llamada “Franja de Ponent”). La independencia nos permitiría avanzar y desbloquear quistes absurdos; pondría las cosas en su sitio.
En cuanto al uso social del catalán, ¿el etiquetado de los productos sería sólo en catalán y en el ámbito comercial ésta sería la única lengua permitida?
J.C.A.: Más que sobre escenarios remotos e improbables, me preocupa más insistir en la necesidad de que el etiquetado actual esté en todas las lenguas españolas en toda España (modelo Eroski). Educar a los ciudadanos en el plurilingüismo me parece esencial.
J.M.T.: En un estado catalán el etiquetado de los productos tendría que ser, al menos, en lengua catalana, sin perjuicio de que la etiqueta incluyera otras lenguas como el castellano o el inglés o las que fueran. Debemos tener muy en cuenta que hoy son muchos los productos que se etiquetan a la vez en varios idiomas. Ésta es una realidad empresarial que se lleva a cabo por razones estratégicas de distribución, por razones económicas, etc. Muchos de los estados europeos tienen una reglamentación lingüística en la que se obliga a etiquetar en la lengua o lenguas del estado. Cataluña, en ese sentido, tendría que llegar a ser un estado más y acercarse a los estándares europeos. Cabe decir que a día de hoy el Estado español tiene una actitud de imposición del castellano en toda España: en el terreno de la empresa, son 340 las disposiciones que imponen el castellano, de las cuales 161 se refieren al etiquetado de productos. En total hay más de 1000 disposiciones que imponen el castellano en España (durante el 2014 ya se han creado 71 nuevas), un hecho poco usual en Europa. Por su parte, Cataluña no llega a las 25 disposiciones que obligan a un mínimo de catalán, y la mayoría no se cumplen. El catalán es la única lengua de Europa que con las dimensiones que tiene no es lengua oficial de su estado ni de la Unión Europea.
¿Mejoraría la presencia del catalán en los medios de comunicación escritos y audiovisuales? ¿Se prohibiría el acceso de la población catalana a los medios que se expresan en castellano, tanto los ubicados en el territorio catalán como fuera de él?
J.C.A.: En un escenario de tensión secesionista se produce un encierro identitario, cosa que ya está ocurriendo, de manera que si lo proyectamos hacia un escenario aún más radical, nos sale una foto tremendamente inquietante.
J.M.T.: Sin duda alguna, la presencia del catalán en los medios de comunicación mejoraría muchísimo, fueran escritos o audiovisuales. Evidentemente, el nuevo Estado catalán no querría retroceder al tiempo de las prohibiciones. ¡Sería ridículo!, y aún más en la época de la globalización, de Internet y de la generalización de las comunicaciones en todos los ámbitos. En mi opinión, el estado catalán dejaría que medios de otros países, de acuerdo con ellos, pudieran entrar en el espacio de comunicación catalán. Por lo que respecta a los medios propios, me remito a la respuesta de la pregunta 3: habría medios catalanes que se expresarían en castellano de acuerdo con la nueva reglamentación lingüística y un consenso social.
Y en cuanto a los aspectos prácticos de la producción y el consumo cultural, ¿la protección a la Cultura en general y a la catalana en particular sería más amplia que la actual? ¿El IVA aplicable, por ejemplo, sería similar o mejoraría?
J.M.T.: Esas dos preguntas son difíciles de responder porque dependen de voluntades políticas y de programas políticos. Ahora bien: por el mero hecho que el Estado español se queda con un 8,5% del PIB catalán (unos 20.000 millones de euros anuales), que nunca se reinvierte en infraestructuras necesarias para Cataluña, es evidente que habría mucho más dinero para invertir, por ejemplo, en el campo cultural. Además, y eso es conocido, Cataluña es un país interesado en la cultura y en la creación. Sin ir más lejos, en el mandato 2011-2015 del alcalde de Barcelona Xavier Trias, se ha apostado por la cultura y ha elevado su presupuesto hasta más del 4%, un hecho inaudito en la historia de la ciudad. Por lo que respecta al IVA, lo razonable es que descendiera bastante el gravamen sobre la producción cultural.
J.C.A.: No tengo ni idea. Los independentistas prometerán el paraíso en la tierra, también en cuanto a los bienes culturales, ivas y demás. Es como hacer la carta a los reyes magos.
Llegamos a una cuestión que el nacionalismo catalán considera decisiva: ¿la supervivencia del catalán sólo puede garantizarse con un estado propio? ¿Qué tendría que hacer el Estado español para asegurar la utilización de esta lengua, en Cataluña y en todo su ámbito de hablantes?
J.M.T.: Un estado propio no garantiza necesariamente la supervivencia de ninguna lengua, aunque puede ayudar, y mucho. Pongo como ejemplo dos casos opuestos: Israel recuperó milagrosamente su lengua propia y tradicional, el hebreo, pocos años después de la creación ex novo de su estado; en cambio, el Estado irlandés, que antes de ser independiente tenía alrededor de un 30% de hablantes del gaélico irlandés, ahora se encuentra que tan sólo un 2 o 3% de la población que utiliza su lengua propia como lengua habitual de comunicación. Todo depende de la voluntad de sus hablantes. Pero, puestos a elegir, y con el objetivo de proteger más la lengua catalana, yo prefiero tener un estado propio que no tenerlo. El problema del Estado español es que en vez de proteger a sus ocho lenguas territoriales (cuatro de las cuales son cooficiales), las ataca y a menudo las menosprecia. Sin ir más lejos, las monedas y billetes españoles no incluyen las cuatro lenguas oficiales del estado. Es un hecho absurdo y discriminatorio. Cabe decir que también hay actitudes favorables, que hay que agradecer, pero que no pasan de ser testimonios muy concretos, como algún actor o algún profesor universitario. Si de verdad quisiera ayudar y proteger el catalán, el Gobierno central tendría que mirar hacia otras realidades que respetan la diversidad lingüística: léase, el buen trato de Canadá con el Quebec o de Suiza y Bélgica con las diversas lenguas oficiales que se hablan en su interior. El ducho lingüista madrileño Juan Carlos Moreno Cabrera ejemplifica muy bien el nacionalismo lingüístico español, de opresión, en sus libros El nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva (2008) y Los dominios del español. Guía del imperialismo lingüístico panhispánico (2014).
J.C.A.: La historia de éxito del catalán de los últimos 35 años pone de manifiesto hasta qué punto no está justificada la hipótesis de la secesión. Recordemos el manifiesto de la revista Els Marges (1979) y todas las proclamas fatalistas que le han seguido, insistiendo siempre en que la solución para garantizar el futuro del catalán pasaba por la creación de un Estado independiente. Pues bien, ninguna de esos vaticinios, anunciando la muerte del catalán, se han cumplido. La lengua de Llull, Espriu y Pla goza de buena salud. Lo dice la UNESCO. No obstante, sí creo que la Administración General del Estado debería tener una política lingüística propia, adoptar una Ley de Lenguas para desterritorializar su defensa y promoción. El catalán, vasco y gallego son un patrimonio de todos los españoles. Es también una obligación del Estado, que ya hace cosas (supera los exámenes del Consejo de Europa en esta materia), pero carece de una política oficial, lo cual es un grave error estratégico. El Estado ha de demostrar que no es cierto el argumento tan repetido por los soberanistas de que es una administración hostil a la lengua catalana. Si acaso es indiferente. Desde mi punto de vista se debe convertir en un actor para que la lengua catalana deje de ser un instrumento monopolizado por los nacionalistas.
Si nos dejamos algún aspecto relevante en esta la cuestión ¿pueden exponerlo e intentar resumirlo? ¿Pueden exponernos, por favor, sus consideraciones finales?
J.C.A.: El debate secesionista no sólo es una quimera sino que nos hace daño como sociedad, pues nos divide y enfrenta en posiciones irreconciliables. El positivo desarrollo de la lengua catalana y de la creación cultural en Catalunya en estos últimos 35 años pone de manifiesto que no existen razones para un proceso de estas características. Los catalanes no estamos oprimidos ni nuestras señas de identidad perseguidas. No existe un argumento moral en democracia para la secesión. Estamos ante una pulsión identitaria que se aprovecha de una coyuntura de crisis social, institucional y política. Eso no significa que no existan problemas en España, y también en Catalunya, pero ni son irresolubles y no pueden más que resolverse en el marco del consenso y el diálogo. Las tentativas unilaterales que se plantean desde las fuerzas soberanistas son intransitables. La secesión unilateral no sólo va contra España sino también contra la Unión Europea. En este sentido, vale la pena reflexionar sobre el debate en Quebec, donde tras dos referéndums secesionistas, el resultado es que los jóvenes y la mayoría de la sociedad no quieren volver a pasar por situaciones traumáticas.
J.M.T.: Hace más de trescientos años que Cataluña ha intentado todo tipo de encajes con el Estado español, y a menudo las respuestas han sido negativas y los malos tratos recurrentes y humillantes. El sentido común nos lleva a la separación amistosa y a seguir integrados dentro de Europa. Otra cosa son los sentimientos de pertenencia de cada cual, que siempre, sean los que sean, deben ser muy y muy respetados. He aquí el principal reto que tiene Cataluña y el independentismo catalán a la hora de abordar su secesión con España: si Cataluña finalmente se va –y yo creo que el camino es más largo de lo que algunos se esperan o sueñan, pero se trata de un camino inexorable–, todos los responsables políticos y sociales (inclusive los partidarios de la unión con España), así como toda la ciudadanía en general, tendrá que actuar con mucha responsabilidad y tacto para intentar evitar que se creen brechas y heridas internas. Tiene que haber un sentimiento grupal de comprensión mutua de los sentimientos de los demás. Si eso es así, los catalanes podremos continuar caminando juntos y unidos, pese a las diferencias, por muchos años, con autoestima y orgullo. Personalmente tiendo la mano a todo el mundo.