Por otra parte, en caso de una hipotética integración en la Alianza, debería contribuir como uno más a su mantenimiento, tanto por lo que aporta como por lo que demanda de los demás, por lo que la entrada supondría un gasto adicional difícil de asumir para su economía. La OTAN no es un pacto en que unos se comprometen a proteger a otros de forma gratuita sino solidaria, en un acuerdo de protección mutua en el que quien menos aporta, más sufraga económicamente.
Tanto si están integradas como si no en la defensa común de occidente, ¿podrían describirnos brevemente qué clase de fuerzas armadas se requerirían para cumplir su cometido, en este territorio y en relación a esta población concreta, con un mínimo de efectividad?A.R.: De nuevo ante un hipotético caso de separación, Cataluña debería diseñar sus fuerzas armadas en función de sus enemigos más probables y más peligrosos y determinar que situaciones son las más arriesgadas. Desde protección de sus flancos montañosos hasta la de sus costas, siempre según la amenaza real de su país, y en consecuencia con los modelos de conflictos del siglo XXI. Desde luego, necesitaría contar con fuerzas de los tres ejércitos y una ligazón de servicios comunes; también debería diseñarlo según el tipo de misiones que se le atribuyan. Si quiere imitar al ejército español, debería contar con servicios de emergencia, pero esa faceta se puede dar a otros cuerpos civiles.
X.H.: Las fuerzas armadas deberían ser congruentes con las nuevas tipologías de conflictos del siglo XXI, y su despliegue debería ser progresivo y sostenible. La médula del ejército catalán debería ser una oficialidad calificada de muy alta calidad, y las tropas deberían ser voluntarias y profesionales, sin descartar que pudieran complementarse con una Guardia Nacional de voluntarios siguiendo el modelo estadounidense. Las fuerzas armadas no deberían plantearse siguiendo los criterios de las guerras convencionales del siglo XX, sino con planteamientos defensivos, de inteligencia, de contrainsurgencia; con predominio de infantería e ingenieros, con alta movilidad y armamento ligero pero con potencia de fuego. En definitiva volver a un modelo que sería similar al tradicional: los almogávares y los miqueletes de antaño. Un modelo que tuviera como valor añadido poder intervenir con rapidez en todo tipo de emergencias nacionales o internacionales. Parte de las fuerzas armadas deberían estar preparadas para efectuar misiones de paz en el exterior. Al respecto las unidades de sanidad y de ingenieros de choque serían muy importantes para impulsar tareas humanitarias solidarias en los más distintos lugares del planeta. En ningún caso, al menos en los próximos veinte años debería plantearse un ejército costoso con medios pesados convencionales: cazas, carros de combate, destructores, etc. La implementación de medios de ese tipo no sería una prioridad. La generación de este tipo de fuerzas, si fueran necesarias, debería pactarse en el contexto europeo y atlántico.
Para evaluar adecuadamente el supuesto anterior, y compararlo con la realidad actual ¿cuál es la cobertura que las fuerzas armadas españolas dan ahora a este territorio y a esta población?
X.H.: El ejército español se plantea una defensa holística del actual territorio estatal y en este sentido la escala de despliegue no responde a la defensa de Cataluña sino a la del conjunto del Estado. Las antiguas Capitanías Generales han dado paso a una estructura mucho más flexible y diversificada. De hecho en estos momentos en Catalunya no hay unidades españolas desplegadas con excepción de un batallón del Regimiento Arapiles en Barcelona. Prácticamente no hay ejército español en Cataluña.
A.R.: Las fuerzas armadas españolas abandonaron hace tiempo la defensa operativa del territorio. Se enmarcan en una estructura de despliegue que implica la unión, el nexo, con otras fuerzas de defensa europeas y atlánticas, por lo que Cataluña está enmarcada dentro de ese despliegue global en el que las fuerzas armadas sirven de paraguas protector al conjunto de territorios. Puesto que España es el flanco sur de Europa, su defensa está planteada en términos de protección de este flanco, en el que la defensa contra acciones navales es determinante; y en ello, como en todo lo demás, se incluye a Cataluña como parte indivisible de España.
¿Podríamos estimar el coste para la población catalana de estas fuerzas armadas independientes?
A.R.: España dedica casi un 0,9 por ciento del PIB, que es una cantidad que no se acerca al gasto militar de su entorno. Una cantidad mínima estimada del gasto de mantenimiento y renovación puede ser del 1,5 al 2 por ciento. Si hablamos de empezar unas fuerzas armadas desde la base, desde cero, el gasto puede suponer una cantidad difícil de pagar por una comunidad autónoma que está al borde de la quiebra.
X.H.: El coste no debería superar en ningún caso el 1% del PIB. En el 2014 el Estado español estaba en el 0,9%, un porcentaje realmente bajo en comparación con el de Italia, que es de 1,5%; Polonia 1,8%; Francia 2,2%; Reino Unido 2,2%. Países con dimensiones similares a Cataluña invierten porcentajes que están entre el 0,7 i el 1,5% (Bélgica 1%; Noruega 1,4%; Dinamarca 1,4%; Austria 0,8%; Suiza 0,7%). Teniendo en cuenta que el ejército catalán no debería contar con costosos medios pesados podría considerarse que, una vez estabilizado el modelo y después de las inversiones iniciales, el porcentaje debería estar en una horquilla de entre el 0,5 i el 0,7 %.
¿Podemos hacer también una aproximación al coste de las actuales fuerzas armadas del Estado español que le supone al conjunto de contribuyentes catalanes? ¿En este caso dirían que la relación coste/calidad es la correcta con respecto a otros países similares en nuestro entorno europeo?
X.H.: No creo que el tema pueda plantearse en estos términos, en tanto que el déficit fiscal de Cataluña no está provocado por unas fuerzas armadas españolas que no están desproporcionadas en cuanto a financiación. Hoy por hoy el ejército español es homologable al del conjunto de países europeos, y su coste relativo incluso es menor. El problema fiscal de Catalunya no es imputable a un exceso de presupuesto en el ejército español, obedece a planteamientos holísticos del estado respecto al modelo de gestión de sus territorios.
A.R.: Yo no me atrevería a hacer un cálculo de reparto proporcional del coste ya que no hay una distribución del gasto militar en función de cada comunidad autónoma sino de unas fuerzas armadas al servicio de la nación, desplegadas en función de dónde se necesitan para atender mejor a las respectivas misiones.
Parece bastante evidente que la cobertura o la capacidad operativa que tienen las actuales fuerzas armadas es muy superior en relación al hipotético despliegue defensivo en el nuevo estado. ¿En cuánto tiempo cifran que se podría llegar a una capacidad parecida en el posible nuevo ejército?
A.R.: Unas fuerzas armadas no se construyen en un plazo de tiempo corto. Se necesita un espíritu, una historia y un sentimiento común que no aparece de la noche a la mañana. Nuestro ejército tiene una Historia de muchos siglos que es difícil de igualar en tradición y en conocimiento. Además, está encuadrado en una alianza defensiva como la OTAN, cosa poco probable a corto y medio plazo para un hipotético ejército de una más hipotética Cataluña independiente.
X.H.: Ese sería un concepto discutible del siglo XX. Digamos que hoy en día la disuasión la ejerce la OTAN en su conjunto. Como he indicado anteriormente creo que una Catalunya independiente debería diseñar un ejército altamente tecnificado, basado en inteligencia, tropas ligeras e ingeniería de campaña, pero sin medios pesados, a no ser que la planificación europea (y mientras los estados mantengan competencias en defensa) exigiera determinadas cuotas. Una Cataluña independiente no debería aspirar a capacidad de disuasión de cara al exterior, la capacidad de disuasión debe entenderse en cuanto a gestión de la seguridad del propio territorio.
Desde el punto de vista de la industria y la tecnología, parece evidente que Cataluña participa muy poco en las actuales inversiones y en la I+D+i española en defensa (al menos en relación a su capacidad respecto al conjunto español). ¿Podría la posible independencia revertir esta situación y contribuir a la prosperidad económica del nuevo estado con el desarrollo de esta nueva área de desarrollo industrial?
X.H.: Creo que este debate es obsoleto, típico de la Guerra Fría cuando el desarrollo tecnocientífico estaba a manos de los complejos militares. En aquellos tiempos el desarrollo tecnocientífico militar estaba en la vanguardia y se reaplicaba en los entornos civiles. En la actualidad la cosa va al revés, el desarrollo tecnocientífico civil va por delante del militar y se reaplica en el complejo militar. Cataluña no debería aspirar a desarrollar “industrias” pesadas de artefactos militares obsoletos. No debería fabricar ni tanques, ni aviones de combate, ni armar destructores o submarinos. Lo que sí que debería hacerse es desarrollar ciencia y tecnología en los más diversos aspectos y también en aquellos que, llegado el caso, pudieran reaplicarse al complejo militar o a las industrias de seguridad (visión por computador, aviónica, robótica, navegación, comunicaciones, logística, simulación, ingeniería computacional, etc.). En general el modelo de investigación e innovación diversificadas de Israel es interesante y significativo para Cataluña, pero, precisamente la variable militar (comprensible en el caso israelí) sería la excepción.
A.R.: Tradicionalmente, la investigación, el desarrollo y la innovación han venido de la mano, en buena medida, de los ejércitos y de las industrias de defensa. Es esta investigación la que ha impulsado el crecimiento de una buena parte de las ramas de la ciencia en el continuo afán de protegerse de los enemigos potenciales. Eso es así porque cuando una parte produce una nueva arma, la contraria investiga para desarrollar su forma de combatirla y superarla. Esta investigación conlleva innumerables ventajas en otros órdenes de la vida y de la ciencia. Pero para invertir en defensa hay que tener una economía saneada y estar dispuestos a vender unas señas de identidad que a veces son mal entendidas. Hay pocas naciones dispuestas a decir abiertamente que invierten en investigación para la defensa, y menos aún si sus economías están en peligro.
En cuanto a la tradición militar, ¿a qué atribuyen la falta de vocaciones militares entre la juventud catalana? ¿Y la falta de interés por parte del conjunto de la población hacia las cuestiones militares? ¿Es factible plantearse en un nuevo estado europeo una defensa solamente a base de tropas mercenarias?
A.R.: En mi promoción hay varios compañeros catalanes; no tengo las estadísticas de la procedencia de esas vocaciones, pero normalmente surgen de ver a su alrededor una actividad normal en un entorno normal de trabajo. Las vocaciones militares, muy específicas, surgen generalmente en el seno de la familia: de padres a hijos. Cataluña tiene poco de esa tradición, pero no sólo esta comunidad autónoma; también sucede en otras en las que el despliegue militar ha sido escaso y donde, por tanto, no se ha visto una actividad que sirva de acicate o, al menos, de anuncio de la posibilidad de serlo.
X.H.: Catalunya es un país vencido, con mentalidad de país vencido. La Guerra Civil española y las atrocidades que siguieron generaron en el imaginario catalán la idea que el Ejército español (instrumento de un dictador fascista) era uno de los enemigos de la nación. Por otra parte el estado de la transición practicó transformaciones limitadas, que no alcanzaron a un replanteamiento multinacional como el de Bélgica o el Reino Unido. En este sentido parte de la población catalana continúa considerando que ni el estado español, ni su ejército son los propios. Algo similar sucede en otros cuerpos de funcionarios del Estado en los cuales el porcentaje de catalanes es bajo
Pueden ofrecernos sus conclusiones finales o referirse si quieren a aspectos relevantes que nos hayamos dejado.
X.H.: A modo de resumen entiendo que sí, que si Cataluña decide libre y democráticamente constituirse como estado deberá tener ejército. Un ejército reducido propio del siglo XXI, sostenible, capaz de generar riqueza, enraizado en el país, con una oficialidad calificada, altamente tecnificado, vertebrado por tropas ligeras capaces de garantizar la seguridad y desplegarse con rapidez. Un ejército que contribuirá también a la seguridad de las democracias, y que en definitiva formará parte del ejército europeo. Un ejército forjado en una cultura de la Paz y de respeto a los derechos humanos y las convenciones internacionales. Un ejército humanitario con un importante componente de médicos, sanitarios, ingenieros, maestros… que deberá proyectar los valores solidarios de Cataluña en los más diversos lugares del planeta.
A.R.: Unas fuerzas armadas no son cosa de broma, ni se crean en una legislatura. Suponen un esfuerzo común que viene avalado por un gasto inicial muy cuantioso y unos costes de mantenimiento y renovación también enormemente considerable. Para una comunidad autónoma con un déficit enormemente elevado, no creo que le fuera fácil explicar recortes en sanidad y en otras necesidades básicas para construir un ejército propio; máxime cuando en el seno de la nación ya tiene cubierta esa necesidad de defensa dentro de España y de sus aliados y cuando, en ese regazo, sus enemigos potenciales se diluyen hasta quedar en probabilidades mínimas.
Por otra parte, el ejercicio de validar una hipótesis implica que se cumplen sus premisas. La premisa de una Cataluña independiente pasa por una serie de requisitos que difícilmente obedecen a coyunturas y sueños personales temporales. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.