“El desarrollo económico no sirve para nada si no se orienta al desarrollo humano”
¿En qué medida los criterios fundacionales del Club de Roma siguen vigentes en la actualidad?
Los criterios fundacionales, así como las ideas originales que inspiraron la fundación del Club de Roma, en 1968, siguen teniendo plena vigencia. En aquella época un grupo de científicos, políticos y personalidades de diversa índole, preocupados por mejorar el futuro del planeta, fundaron esta institución que desde el primer momento se definió como una
no organización, con la intención de abordar los principales retos que la humanidad debe de afrontar. Y a hacerlo de manera interdisciplinar y teniendo en cuenta las interdependencias cada vez más manifiestas. Reconocían que se trataba de encarar, así, aquellos grandes problemas que tiene el desarrollo humano y que no tienen solución fácil, y que 45 años después aún no se han resuelto.
También el propio concepto de desarrollo humano ha cambiado bastante. De todas maneras, los fundadores del Club de Roma supieron ver, diría que con gran anticipación, algunas de las tendencias sociales que actualmente se dan en la sociedad y en la economía. Algunas previsiones se han cumplido, y otras no, pero sus metodologías —largo plazo, interdisciplinariedad e interdependencia— son hoy práctica común en muchos procesos.
Por ejemplo, el Club de Roma fue pionero en situar encima de la mesa los riesgos de degradación medioambiental fruto de la explotación de los recursos naturales. Los gobiernos han tardado muchos años en darse cuenta de que la humanidad no podía seguir por ese camino, pero durante mucho tiempo la misma sociedad también fue insensible.
¿Calificaría la entidad como un think tank? ¿Qué la distingue de otras iniciativas parecidas?
Conviene insistir en que el Club de Roma no es un
think tank al uso, sino un grupo de personas que tienen voluntad de situar los problemas y los retos a los que se enfrenta el planeta a medio plazo, y abordarlos desde una óptica multidisciplinar y considerando las múltiples interdependencias en su evolución.
Por un lado, lo que distingue al Club de Roma de otras instituciones es que piensa más en los problemas y en los retos del futuro que en los del presente. Y lo hace con esa óptica interdisciplinar, ya que entiende que la realidad es compleja y que las soluciones también lo son. Cualquier solución que se quiera aplicar repercutirá en la realidad y la modificará, por lo que debido a las interdependencias ineludibles se generarán otros retos.
No es fácil, por tanto, gestionar la realidad que se está viviendo, que se ha vuelto más compleja pero a la vez más rica a causa de la velocidad con la que suceden las cosas y se comunican gracias a la revolución que ha significado internet, no sólo en la manera de comunicarnos sino también en la manera de hacer negocios.
¿De qué manera el Club de Roma trata de influir en la sociedad para situar los problemas en la agenda?
Me reafirmo en que hay que insistir en que el Club de Roma no es un think tank y sí un ámbito para el debate, que además no solo se define como una no organización sino que propicia que sus debates sean abiertos y se desarrollen sin condicionantes estructurales. Sin tratar de influir en la opinión de los políticos ni de los ciudadanos, pero sí buscando sensibilizar a quienes toman decisiones y a todas las personas que están comprometidas con el futuro colectivo. Simplemente es un espacio de diálogo pausado, tranquilo, que trata de mirar más allá del día a día sin por ello ignorar la actualidad. No aspira a decir a los gobernantes qué hay que hacer para resolver un determinado problema. Pues no es esa su manera de trabajar ya que es simplemente un foro más de debate que quiere contribuir, con la opinión de científicos, especialistas, personalidades y todos los que quieran sumarse a sus procesos de reflexión, a proponer posibles vías para la resolución de los retos que tiene el conjunto de la humanidad. Pero no quiere que esta discusión quede encerrada en una sala y sea de consumo intelectual interno, sino que busca que ese debate llegue al conjunto de la población y propicie su sensibilización en los temas que atañen al desarrollo humano y la mejora de la calidad social.
¿Cómo ven su actuación en el contexto actual de crisis y en plena revolución de internet?
La actual crisis ha puesto en cuestión la credibilidad de los políticos pero también ha resaltado la necesidad de que cualquier persona se interese por sus expectativas y las de la sociedad en la que vive, sin olvidar el preservar el legado a dejar a las generaciones venideras. Lo que supone valorar la importancia de los nuevos movimientos sociales pero también tratar de entender qué hay detrás de estas nuevas actitudes colectivas y qué objetivos se pueden concretar más allá de sus eslóganes.
Por otro lado está la cuestión de las nuevas maneras de comunicar. Twitter está muy bien, pero te limita a poco más de un centenar de caracteres como se dicen las cosas. Y con tan pocos caracteres no se pueden comunicar mensajes complejos y matizados y se corre el riesgo de estar siempre quedándose en lo superficial y en lo más evidente.
En el Club de Roma no se tiene la solución a ninguno de los problemas tan complejos que acucian a la Humanidad, pero se cree que se puede contribuir a generar un debate de ideas más atractivas y aplicables. Y más cuando se creía inicialmente que las nuevas tecnologías iban a traer consigo una sociedad más cohesionada; sin embargo, ahora se constata que el actual modelo económico no está generando el número de empleos que se esperaba, ni los avances científico-técnicos llegan a la mayoría de la población con igual intensidad que a algunas sociedades más avanzadas.
La actual deriva de las políticas económicas que están siguiendo los gobiernos europeos y mundiales, ¿nos acercan o nos alejan de conseguir los niveles de desarrollo humano que necesitamos?
Al Club de Roma le gustaría que hubiera nuevos modelos productivos diferentes al actual. En los últimos meses incluso algunas figuras como el Papa Francisco se han posicionado sobre este tema y ha criticado la avaricia y la codicia de ciertas actitudes meramente financieras. Y es que en el Club predominan los partidarios de un desarrollo económico con sensibilidad social, que propicie la sostenibilidad en sus tres facetas medioambiental, económica y de solidaridad. Por lo que no es de extrañar que le preocupe que en ocasiones los políticos no tengan en cuenta las consecuencias de sus decisiones a nivel social. Respecto a la deriva de las políticas económicas que están siguiendo los gobiernos en este contexto de crisis, lo cierto es que como Club de Roma no es posible concretar una opinión específica, salvo el constatar que muchos gobiernos han optado por dar cumplimiento antes a reducir el déficit que a propiciar nuevos impulsos en favor de la mejora social, y esa es la realidad.
Lo que está claro es que en los próximos años habrá que encontrar un modelo económico sostenible. Ni nadie puede asegurar que dentro de una década o de dos no se vuelvan a atravesar turbulencias financieras como las de los últimos años. Pues aunque antes se tenían muchas esperanzas en el impacto de la tecnología en la economía hoy día tal ilusión se ha desvanecido en parte. En los años 80 el Club de Roma ya analizaba, en uno de sus Informes al Club, el impacto que la microelectrónica podía tener en los siguientes años, alertando sobre la destrucción de puestos de trabajo y otras cuestiones. Hoy no se puede negar que ha habido un gran impacto, para bien y para mal. El cambio tecnológico que ha habido y el que va a haber no tiene precedentes. Pero preocupa que el cambio tecnológico no esté generando puestos de trabajo, ni en cantidad ni en calidad. Y se ven con preocupación fenómenos como la deslocalización y la precariedad laboral. Y si se piensa a largo plazo y se ponen encima de la mesa todas esas cuestiones tampoco se tiene certeza de cuáles son los caminos que permitan acabar con esta situación tan dual, que se extiende incesantemente y que hace proliferar la condición de trabajadores pobres o de desempleados sin esperanza.
¿Es más una cuestión de dinero o de falta de liderazgo político?
Al Club de Roma le mueve el interés general y la resolución de los problemas que afectan al conjunto de la Humanidad. No es, por tanto, un ámbito para decir a los gobiernos lo que tienen que hacer, pero sí trata de ayudar a cómo anticiparse a los problemas y a situar el debate para buscar soluciones plausibles. La situación de crisis por la que atraviesan las finanzas mundiales no tiene precedente, lo que hace que se esté en un momento muy complejo desde el punto de vista económico y geopolítico. Ni conviene olvidar que gran parte del origen de la crisis está en la ocultación de datos y en las falsas auditorías.
El problema es que se sabe cuánto dinero se necesita para acabar con el hambre en el mundo, pero no es posible saber cuánto puede llegar a sumar la codicia de algunos agentes económicos sin escrúpulos.
¿Cuáles serían para usted los tres grandes retos a los que se enfrenta la Humanidad en nuestro siglo?
El primer reto es la sostenibilidad medioambiental, en la que tienen que ver tres factores estratégicos como son la energía, la alimentación y el agua. Estos tres aspectos están íntimamente ligados y de cómo puedan articularse va a depender la sostenibilidad del planeta y la calidad de vida de las generaciones futuras.
El segundo reto es la gestión de la producción de bienes y servicios en un mundo global como el actual y sus repercusiones para el empleo y la distribución de la riqueza y las oportunidades vitales.
Y el tercer reto es la creación de un nuevo sistema de valores de acuerdo a los tiempos actuales, pues, por poner algunos ejemplos, se ha perdido el respeto por la gente mayor, cada vez hay más intolerancia, no se respetan las diferencias y vemos como en Europa, que fue la cuna de la libertad, hay gobiernos que están tratando de legislar en contra de la diversidad que la enriquecía.
¿Qué puede aportar la oficina del Club de Roma en Barcelona a la resolución de los conflictos en el Mediterráneo?
El Mediterráneo ha sido la cuna de grandes civilizaciones. Durante siglos han convivido, con mayor o menor facilidad, esas diferentes culturas y religiones. Europa debe volver, por ello, a mirar al Mediterráneo; por lo que el Club sigue con atención lo que está sucediendo en el Norte de África. Y aprecia cómo sus vecinos del sur tienen ansias de libertad, pero lo cierto es que estos movimientos son espasmódicos. La transición democrática no está siendo fácil. Se están solucionando algunos problemas pero se están generando otros.
La Oficina del Club de Roma en Barcelona no se va a posicionar sobre estos temas, pero sí que quiere abrir debates. Pero una cosa son los debates políticos, sociales y medioambientales y otra muy diferente es la resolución de los problemas que tiene el desarrollo humano en ambas riberas del Mare Nostrum. Por ello quiere contribuir a recuperar, en colaboración con otras entidades e instituciones, el valor histórico y permanente del Mediterráneo, que se concreta en ese concepto más universal del Mare Nostrum que se fundamenta en lo que une más allá de las diferentes etnias, credos o rasgos culturales.
Y por otro lado, la Oficina busca no olvidar el papel de Barcelona como capital del Mediterráneo, y todo lo que supuso el Proceso de Barcelona en 1995, en el que se propusieron diversas políticas relacionadas con el desarrollo económico entre los países de la cuenca mediterránea. A sabiendas que el desarrollo económico no servirá para nada si se construye sin orientarse a lograr el desarrollo humano y la calidad de vida personal para todos sus pobladores.
Abel Sierra