La carrera de investigador científico en España. Fausto Montoya (CSIC)
febrero 27, 2011Fausto Montoya Vitini es doctor ingeniero en Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid. Ha sido profesor agregado honorífico del grupo de Cátedra XXII en la ETSI de Telecomunicación de la UPM; director técnico del proyecto de Construcción del Centro Nacional de Ingeniería Genética y Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; coordinador del Área de Física y Tecnologías Físicas; director en funciones de la Unidad de I+D TAGS; presidente de la Comisión de Coordinación y Asesoramiento Informático de la Presidencia del CSIC; y miembro del Consejo Científico del Centre de Supercomputació de Catalunya. Las líneas de investigación en las que trabaja actualmente son Criptografía, marcas de agua, Teoría de números, generadores pseudoaleatorios, seguridad de la información, sistemas dinámicos no lineales, procesado de señales y ultrasonidos de potencia. Ha publicado cuatro libros y —en revistas internacionales, recogidas en el JCR del ISI, además de en revistas españolas— casi un centenar de artículos originales de investigación. Tiene registradas catorce patentes nacionales, ocho internacionales y ha dirigido veintidós proyectos en España y en el extranjero.
¿Puede ofrecernos una breve descripción de las actividades y departamentos del centro de investigación que dirige?
El Instituto de Física Aplicada consta de tres departamentos:
Radiación electromagnética, que investiga en dosimetría electromagnética, antenas activas, métodos analíticos y numéricos en electromagnetismo y tecnología de antenas para ambiente espacial.
Tecnología de gases y superficies, que trabaja en sensores resistivos, sensores aplicados a la salud y biometría, sensores másicos y sistemas olfativos artificiales.
Y Tratamiento de la Información y Codificación, que se ocupa de la seguridad de la información y Criptografía, siendo sus principales líneas de trabajo el criptoanálisis de diversos sistemas de cifrado, el estudio y desarrollo de criptosistemas basados en curvas hiperelípticas, los métodos matemáticos en Criptografía, la Criptografía cuántica, la formulación geométrica de las teorías de Gauge, la seguridad de las aplicaciones WEB, la detección de intrusos, los sistemas de identificación y el estudio de los sistemas caóticos.
Radiación electromagnética, que investiga en dosimetría electromagnética, antenas activas, métodos analíticos y numéricos en electromagnetismo y tecnología de antenas para ambiente espacial.
Tecnología de gases y superficies, que trabaja en sensores resistivos, sensores aplicados a la salud y biometría, sensores másicos y sistemas olfativos artificiales.
Y Tratamiento de la Información y Codificación, que se ocupa de la seguridad de la información y Criptografía, siendo sus principales líneas de trabajo el criptoanálisis de diversos sistemas de cifrado, el estudio y desarrollo de criptosistemas basados en curvas hiperelípticas, los métodos matemáticos en Criptografía, la Criptografía cuántica, la formulación geométrica de las teorías de Gauge, la seguridad de las aplicaciones WEB, la detección de intrusos, los sistemas de identificación y el estudio de los sistemas caóticos.
¿Cómo se coordinan con la Administración, las universidades y el mundo empresarial? ¿Trabajan integrados en un plan o planes de investigación concretos, estatales, regionales o europeos?
Nuestras relaciones son fluidas y cambiantes, no están encuadradas en ningún marco estructurado. Acudimos regularmente a las convocatorias de proyectos de investigación ofertadas por los diferentes ministerios, principalmente el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. También acudimos a las ofertas de proyectos de la Comunidad Europea. Por otra parte, estamos abiertos a las demandas de la industria española e internacional así como de la Administración; a modo de ejemplo podemos citar que tenemos contratos con Telefónica Nacional de España, la Agencia Espacial Europea, Visa Internacional y el Centro Nacional de Inteligencia del Ministerio de Defensa.
Con la Universidad tenemos dos tipos de colaboración. Por un lado está nuestra participación en proyectos de investigación conjunta con profesores de diversas Universidades, por ejemplo las de Alcalá, Salamanca, La Laguna, Complutense y Politécnica de Madrid. Por otro lado, nuestros investigadores participan en la docencia de estas universidades, como profesores de programas de máster o doctorado. También podemos señalar que participamos como profesores de cursos de formación organizados por departamentos de la Administración, como el Centro Criptológico Nacional o la Escuela de Mando Control y Telecomunicaciones del Ejército del Aire.
Con la Universidad tenemos dos tipos de colaboración. Por un lado está nuestra participación en proyectos de investigación conjunta con profesores de diversas Universidades, por ejemplo las de Alcalá, Salamanca, La Laguna, Complutense y Politécnica de Madrid. Por otro lado, nuestros investigadores participan en la docencia de estas universidades, como profesores de programas de máster o doctorado. También podemos señalar que participamos como profesores de cursos de formación organizados por departamentos de la Administración, como el Centro Criptológico Nacional o la Escuela de Mando Control y Telecomunicaciones del Ejército del Aire.
¿Con qué recursos cuentan y cómo los distribuyen? Su caso concreto quizás puede servirnos de ejemplo para explicar la situación de otras entidades y colectivos de investigadores en el conjunto español.
Nuestra financiación se divide en una parte fija y otra variable. La parte fija es aportada por la Agencia Estatal a que pertenecemos, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), integrada en el Ministerio de Ciencia e Innovación; comprende nuestros sueldos, los gastos de infraestructura y algún equipamiento científico básico; estos son fondos de supervivencia exclusivamente. Los fondos que realmente permiten acometer la investigación son la parte variable que consigue cada investigador o grupo de investigadores, acudiendo a las convocatorias públicas nacionales o internacionales de financiación competitiva de proyectos, o bien mediante contratos con empresas u organismos. Con estos fondos se adquiere material específico de laboratorio, se pagan gastos de publicaciones y de inscripción y asistencia a congresos. El personal que no es de plantilla se puede contratar por obra y servicio a cargo de los contratos con empresas o de algunos proyectos de convocatoria pública. También se pueden obtener becas y contratos pre o post-doctorales ofertados, en plan de competencia, por el CSIC y por diversos ministerios.
Usted lleva 44 años como investigador, ¿en qué áreas se ha especializado y en cuáles trabaja actualmente?
Yo siempre he trabajado en el ámbito de las telecomunicaciones; pero la demanda tecnológica y la oferta económica me han obligado a variar mi especialidad específica a lo largo de los años. Nada más incorporarme a la plantilla del CSIC, en 1967, me dediqué a la medida de la densidad de iones y electrones en la ionosfera terrestre, que juega un papel clave en la propagación de las señales de radio. El motor y la oportunidad fue la creación de la Comisión Nacional de Investigación Espacial (CONIE), en 1968, dependiente del Ministerio del Aire, que comenzó a subvencionar la investigación espacial en España, lo que me permitió obtener fondos para desarrollar una serie de experimentos de medida de la ionización, que volaron en cohetes-sonda ionosféricos, lanzados desde la base europea de la European Space Research Organisation (ESRO) en Kiruna (Suecia), desde la base francesa de Kourou en la Guayana francesa y desde la base de la CONIE en Arenosillo (Huelva). Fue una época de colaboración con científicos europeos sumamente fructuosa, en especial con los alemanes del Arbeitsgruppe fur Physikalische Weltraumforschung en Friburgo de Brisgobia. Con la transición democrática, la CONIE fue integrada, en 1977, en el Ministerio de Defensa, sufriendo su práctica desaparición y cese como organismo financiador de investigación. Así perdí mi financiador español único, lo que motivó la reorientación de mi investigación hacia la Criptografía, el mecanismo que garantiza la seguridad de las comunicaciones y en general de la información, incluyendo la confidencialidad, la autenticidad y el no repudio. Se puede considerar que la Ciencia de la Criptografía es un híbrido de Telecomunicación y Matemática aplicada. Para financiar esta línea he contado con subvenciones provenientes de los sucesivos Planes Nacionales de I+D, con contratos con el Ministerio de Defensa y con diversas empresas. La Criptografía era en 1977 de aplicación focalizada a las comunicaciones militares y estatales. Pero una década más tarde se produjo una generalización explosiva del uso por parte del gran público de los ordenadores, Internet, la telefonía móvil, los medios electrónicos de pago, los medios electrónicos de identificación (DNI y pasaporte electrónicos) y la firma digital. Todos estos sistemas requieren, imprescindiblemente, aplicaciones criptográficas que los protejan, lo que hace de la Criptografía una herramienta insustituible hoy día y en pleno desarrollo. Al margen de esto, siempre he cultivado líneas de trabajo complementarias, como la instrumentación electrónica, los ultrasonidos, el proceso de señal y los sistemas dinámicos no lineales en régimen caótico.
¿En su ámbito de trabajo, podría hacernos una sucinta descripción histórica de la evolución de la investigación en España, ?
La tecnología de la Telecomunicación y las Ciencias en que se basa, Física y Matemáticas, han atravesado en España por cuatro fases:
El primer tercio del siglo XX, está caracterizado por el establecimiento de compañías tecnológicas extranjeras como suministradoras del prácticamente único cliente, la Compañía Telefónica Nacional de España. Entre ellas, la Bell Telephone (1922), Western Electric (1922), ITT (1926), Siemens-Halske (1929), Ericsson (1922), Philips (1912) y Marconi Wireless Telegraph Co. En esta época se produjo el arranque de la investigación científica en España con la creación, en 1907, de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), inspirada en la ideología de la Institución Libre de Enseñanza. Su labor fue de investigación básica, absteniéndose de realizar investigación aplicada y tecnológica, con la única excepción del Instituto de Física y Química de la JAE, fundado en 1932 y financiado por la fundación Rockefeller. Al margen de la JAE también estaba el Laboratorio de Automática, dirigido por Leonardo Torres Quevedo.
La Guerra civil supuso una ruptura total del incipiente entramado científico español, pues el bando vencedor aborrecía la ideología de los científicos de la JAE y de muchos profesores de la universidad española, produciéndose su desbandada y exilio. La JAE fue liquidada y sus despojos se aprovecharon para crear el CSIC, que fue, durante los primeros años de la autarquía, el único organismo encargado de la investigación científica y tecnológica, mucho más que la universidad; si bien muchos catedráticos eran directores o jefes de grupo en los institutos del CSIC. Si la guerra perjudicó a la Ciencia, en el caso de la Física y las tecnologías físicas el efecto fue devastador, no obstante se crearon en el CSIC dos centros de investigación aplicada notables. Uno fue el Instituto Nacional de Electrónica (1951), sustentado, en gran medida, con tecnólogos alemanes acogidos después de la Segunda Guerra mundial; su principal especialización fue el desarrollo de equipos de radar que no se podían comprar en el exterior debido al aislamiento político de España; estos radares llegaron a fabricarse en pequeñas series para equipar a las Fuerzas Armadas españolas; también desarrolló equipos de medida de radioactividad, Telegrafía y Telefonía secretas, detectores de minas y teléfonos infrarrojos. El otro fue el Instituto Leonardo Torres Quevedo de Instrumental Científico (1939), que diseñó equipos para investigación y prototipos de equipos de aplicación industrial, fabricados por empresas del Instituto Nacional de Industria. Ambos centros se fundieron en uno solo en 1965, formando el Centro de Investigaciones Físicas Leonardo Torres Quevedo.
Más tarde (1971) se creó en el CSIC el Instituto de Automática Industrial, dedicado al desarrollo de sistemas de control numérico y robótica, para aplicaciones industriales. Los ingenieros de Telecomunicación habían sido creados, el 22 de abril de 1920, como un cuerpo de Telégrafos; pero no fue hasta el 13 de septiembre de 1957 que se crearon las Escuelas de Ingenieros y Peritos de Telecomunicación con dependencia del Ministerio de Educación Nacional. En un principio sus laboratorios fueron meramente didácticos, pero fue a partir del año 1966, con la inauguración de los nuevos locales en la Ciudad Universitaria de Madrid cuando empezó a despegar la tarea investigadora. En 1971 se creó otra escuela de Telecomunicación en Barcelona, que se unió al esfuerzo investigador. El primer gran centro de I+D en TIC (Electrónica, Informática y Telecomunicación) creado por la industria fue fundado, en 1971, por la empresa estadounidense ITT en Madrid, inicialmente con 7.000 m2 y 150 investigadores, que fueron aumentando progresivamente. Este centro fue vendido en 1985 a Alcatel. Otro gran centro de I+D fue creado por Telettra junto con Telefónica en 1972.
Luego vendría la etapa del despegue democrático. En los años 80 y 90, gracias a la Ley de Reforma Universitaria (LRU) se posibilitó la contratación por las empresas de trabajos de I+D con las cátedras universitarias. Ello fue un estímulo considerable de la investigación y supuso una financiación extra de los laboratorios, que no hubiesen podido obtener del presupuesto docente. Fue el mejor momento de las TIC con un crecimiento del 10 % anual. Esta demanda originó una explosión de centros de formación de estas materias en toda España. La entrada en la Unión Europea reforzó las oportunidades de financiación de la I+D en estas áreas, y además ocasionó numerosas colaboraciones internacionales, sacando así al país de su aislamiento secular en materia científica. En estos años se crearon varios centros de I+D a cargo de la industria: Teldat en 1985, Ericsson en 1986 y Telefónica I+D en 1988.
Y así entramos en el siglo XXI. El año 2000 supuso el cenit de las inversiones de las operadoras de telecomunicación, a partir de entonces se ha producido un descenso rápido, tocando fondo en 2003 con un gasto relativo del 45% respecto del año 2000 y un estancamiento posterior en torno al 50%. El descenso de la demanda ha ocasionado un descenso de la producción y correlativamente del esfuerzo en I+D.
El primer tercio del siglo XX, está caracterizado por el establecimiento de compañías tecnológicas extranjeras como suministradoras del prácticamente único cliente, la Compañía Telefónica Nacional de España. Entre ellas, la Bell Telephone (1922), Western Electric (1922), ITT (1926), Siemens-Halske (1929), Ericsson (1922), Philips (1912) y Marconi Wireless Telegraph Co. En esta época se produjo el arranque de la investigación científica en España con la creación, en 1907, de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), inspirada en la ideología de la Institución Libre de Enseñanza. Su labor fue de investigación básica, absteniéndose de realizar investigación aplicada y tecnológica, con la única excepción del Instituto de Física y Química de la JAE, fundado en 1932 y financiado por la fundación Rockefeller. Al margen de la JAE también estaba el Laboratorio de Automática, dirigido por Leonardo Torres Quevedo.
La Guerra civil supuso una ruptura total del incipiente entramado científico español, pues el bando vencedor aborrecía la ideología de los científicos de la JAE y de muchos profesores de la universidad española, produciéndose su desbandada y exilio. La JAE fue liquidada y sus despojos se aprovecharon para crear el CSIC, que fue, durante los primeros años de la autarquía, el único organismo encargado de la investigación científica y tecnológica, mucho más que la universidad; si bien muchos catedráticos eran directores o jefes de grupo en los institutos del CSIC. Si la guerra perjudicó a la Ciencia, en el caso de la Física y las tecnologías físicas el efecto fue devastador, no obstante se crearon en el CSIC dos centros de investigación aplicada notables. Uno fue el Instituto Nacional de Electrónica (1951), sustentado, en gran medida, con tecnólogos alemanes acogidos después de la Segunda Guerra mundial; su principal especialización fue el desarrollo de equipos de radar que no se podían comprar en el exterior debido al aislamiento político de España; estos radares llegaron a fabricarse en pequeñas series para equipar a las Fuerzas Armadas españolas; también desarrolló equipos de medida de radioactividad, Telegrafía y Telefonía secretas, detectores de minas y teléfonos infrarrojos. El otro fue el Instituto Leonardo Torres Quevedo de Instrumental Científico (1939), que diseñó equipos para investigación y prototipos de equipos de aplicación industrial, fabricados por empresas del Instituto Nacional de Industria. Ambos centros se fundieron en uno solo en 1965, formando el Centro de Investigaciones Físicas Leonardo Torres Quevedo.
Más tarde (1971) se creó en el CSIC el Instituto de Automática Industrial, dedicado al desarrollo de sistemas de control numérico y robótica, para aplicaciones industriales. Los ingenieros de Telecomunicación habían sido creados, el 22 de abril de 1920, como un cuerpo de Telégrafos; pero no fue hasta el 13 de septiembre de 1957 que se crearon las Escuelas de Ingenieros y Peritos de Telecomunicación con dependencia del Ministerio de Educación Nacional. En un principio sus laboratorios fueron meramente didácticos, pero fue a partir del año 1966, con la inauguración de los nuevos locales en la Ciudad Universitaria de Madrid cuando empezó a despegar la tarea investigadora. En 1971 se creó otra escuela de Telecomunicación en Barcelona, que se unió al esfuerzo investigador. El primer gran centro de I+D en TIC (Electrónica, Informática y Telecomunicación) creado por la industria fue fundado, en 1971, por la empresa estadounidense ITT en Madrid, inicialmente con 7.000 m2 y 150 investigadores, que fueron aumentando progresivamente. Este centro fue vendido en 1985 a Alcatel. Otro gran centro de I+D fue creado por Telettra junto con Telefónica en 1972.
Luego vendría la etapa del despegue democrático. En los años 80 y 90, gracias a la Ley de Reforma Universitaria (LRU) se posibilitó la contratación por las empresas de trabajos de I+D con las cátedras universitarias. Ello fue un estímulo considerable de la investigación y supuso una financiación extra de los laboratorios, que no hubiesen podido obtener del presupuesto docente. Fue el mejor momento de las TIC con un crecimiento del 10 % anual. Esta demanda originó una explosión de centros de formación de estas materias en toda España. La entrada en la Unión Europea reforzó las oportunidades de financiación de la I+D en estas áreas, y además ocasionó numerosas colaboraciones internacionales, sacando así al país de su aislamiento secular en materia científica. En estos años se crearon varios centros de I+D a cargo de la industria: Teldat en 1985, Ericsson en 1986 y Telefónica I+D en 1988.
Y así entramos en el siglo XXI. El año 2000 supuso el cenit de las inversiones de las operadoras de telecomunicación, a partir de entonces se ha producido un descenso rápido, tocando fondo en 2003 con un gasto relativo del 45% respecto del año 2000 y un estancamiento posterior en torno al 50%. El descenso de la demanda ha ocasionado un descenso de la producción y correlativamente del esfuerzo en I+D.
Abundemos un poco más en las bases históricas para enmarcar nuestro presente ¿Cuál diría que ha sido la evolución del conjunto de la actividad investigadora en España y cuál es la situación actual?
En cuanto a la investigación científica, en general, España ha sido un desierto hasta los albores del siglo XX. Parece que la frase de Unamuno «¡que inventen ellos!» ya estaba en la mente de los españoles siglos antes de que el paradójico filósofo la pronunciara. Se puede decir que España ha llevado en Ciencia un retraso de dos siglos respecto al resto de Europa; como muestra valgan las fechas de creación de las sociedades científicas: la Accademia dei Lincei fue fundada en Italia en 1603, la Royal Society de Inglaterra se fundó en 1662, la francesa Académie des Sciences se creó en 1666, pero no fue hasta 1847 que se creó la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España. Sin embargo, debemos recordar que toda la Ciencia árabe, y con ella la griega, llegaron a Europa a través de la escuela de traductores de Toledo.
¿Pero cuál fue entonces la razón de que la Ciencia no se desarrollase en España? Yo encuentro tres razones: por una parte el oro de América, que hacía más cómoda la compra de tecnología extranjera que su desarrollo local; por otra parte la expulsión de los judíos, que formaban el tejido burgués que podría haber impulsado y financiado el desarrollo tecnológico si hubiese permanecido en España; y, finalmente, el miedo de los españoles a que la Inquisición confundiese la investigación con la magia demoniaca, y la castigase con el patíbulo —recuérdese que el último ejecutado por la Inquisición lo fue en 1826, Cayetano Ripoll, precisamente un maestro de escuela—. Tal vez esta última sea la razón de más peso, pues los encargados de sacar a la Ciencia española de su atraso fueron precisamente los miembros de la Institución Libre de Enseñanza, profesores universitarios separados de sus cátedras de la Universidad Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a cualquier dogma oficial en materia religiosa, política o moral.
Parece que hoy hemos acortado distancias, pero aún no hemos llegado a ponernos a nivel europeo. Mientras los países avanzados invierten hasta un 3,6% del PIB en I+D, España se conforma con un modesto 1,21%. Si se descuenta la parte destinada a investigación militar —desarrollo de los carros de combate Pizarro y Leopard, helicóptero Tigre, aviones EF-2000 y A400M, submarino S-80, misil IRIS-T—, la I+D civil se queda en el 0,87% del PIB. ¡Evidentemente nos queda mucho camino por recorrer!
¿Pero cuál fue entonces la razón de que la Ciencia no se desarrollase en España? Yo encuentro tres razones: por una parte el oro de América, que hacía más cómoda la compra de tecnología extranjera que su desarrollo local; por otra parte la expulsión de los judíos, que formaban el tejido burgués que podría haber impulsado y financiado el desarrollo tecnológico si hubiese permanecido en España; y, finalmente, el miedo de los españoles a que la Inquisición confundiese la investigación con la magia demoniaca, y la castigase con el patíbulo —recuérdese que el último ejecutado por la Inquisición lo fue en 1826, Cayetano Ripoll, precisamente un maestro de escuela—. Tal vez esta última sea la razón de más peso, pues los encargados de sacar a la Ciencia española de su atraso fueron precisamente los miembros de la Institución Libre de Enseñanza, profesores universitarios separados de sus cátedras de la Universidad Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus enseñanzas a cualquier dogma oficial en materia religiosa, política o moral.
Parece que hoy hemos acortado distancias, pero aún no hemos llegado a ponernos a nivel europeo. Mientras los países avanzados invierten hasta un 3,6% del PIB en I+D, España se conforma con un modesto 1,21%. Si se descuenta la parte destinada a investigación militar —desarrollo de los carros de combate Pizarro y Leopard, helicóptero Tigre, aviones EF-2000 y A400M, submarino S-80, misil IRIS-T—, la I+D civil se queda en el 0,87% del PIB. ¡Evidentemente nos queda mucho camino por recorrer!
Hablemos del aspecto profesional. ¿Un joven con vocación de investigador puede tener una digna vida laboral, en cuanto a retribuciones, en el sistema español de investigación científica? ¿Podría hacernos una descripción de las compensaciones económicas que puede recibir un investigador medio en las distintas fases de su carrera?
Hasta hace poco se decía que “investigar es llorar”, y sigue siendo cierto. Realmente, los incentivos para la carrera investigadora son negativos, los que persisten en ella son verdaderos héroes, o locos, que es lo mismo.
La carrera investigadora en la institución a que pertenezco, el CSIC, es como sigue: Para ser investigador hay que haber terminado la carrera universitaria con un expediente brillante, como mínimo de notable. Gracias a ello se puede optar a una beca pre-doctoral FPI, FPU o JAE; si el expediente es de sobresaliente se suele conseguir la beca, que está remunerada con unos 1.000 € por mes netos. Una vez conseguido el título de doctor se pasa a cobrar el paro, hasta que aparezca una convocatoria de contratos posdoctorales (una vez al año). Si se demostró durante los estudios de doctorado que se era un investigador excelente, y se escribieron más de una docena de artículos en revistas internacionales clasificadas como de prestigio, se puede obtener un contrato postdoctoral por tres, cuatro o cinco años, con un sueldo aproximado de 1.800 €. Pero no hay garantía de ello. Una vez acabado este contrato se vuelve a cobrar el paro, hasta que aparezca una plaza de investigador titular a la que poder opositar. Si se han acumulado más méritos que los demás opositores se obtiene la plaza de funcionario, con sueldo aproximado de 2.000 €. El principal mérito es haber pasado algunos años contratado en algún centro de investigación extranjero. La edad media en la que se obtiene esta plaza de funcionario es aproximadamente 35 años. Después, el sueldo va aumentando paulatinamente según se acumulan méritos y se escalan puestos en el escalafón, para llegar a los 4.000 € a los 70 años, la edad de la jubilación.
La carrera investigadora en la institución a que pertenezco, el CSIC, es como sigue: Para ser investigador hay que haber terminado la carrera universitaria con un expediente brillante, como mínimo de notable. Gracias a ello se puede optar a una beca pre-doctoral FPI, FPU o JAE; si el expediente es de sobresaliente se suele conseguir la beca, que está remunerada con unos 1.000 € por mes netos. Una vez conseguido el título de doctor se pasa a cobrar el paro, hasta que aparezca una convocatoria de contratos posdoctorales (una vez al año). Si se demostró durante los estudios de doctorado que se era un investigador excelente, y se escribieron más de una docena de artículos en revistas internacionales clasificadas como de prestigio, se puede obtener un contrato postdoctoral por tres, cuatro o cinco años, con un sueldo aproximado de 1.800 €. Pero no hay garantía de ello. Una vez acabado este contrato se vuelve a cobrar el paro, hasta que aparezca una plaza de investigador titular a la que poder opositar. Si se han acumulado más méritos que los demás opositores se obtiene la plaza de funcionario, con sueldo aproximado de 2.000 €. El principal mérito es haber pasado algunos años contratado en algún centro de investigación extranjero. La edad media en la que se obtiene esta plaza de funcionario es aproximadamente 35 años. Después, el sueldo va aumentando paulatinamente según se acumulan méritos y se escalan puestos en el escalafón, para llegar a los 4.000 € a los 70 años, la edad de la jubilación.
En lo que se refiere a instalaciones, equipo y facilidades para investigar, ¿podemos decir que están ustedes mejor?
Pues debido a que el gasto en I+D es muy reducido, nadie consigue el equipamiento que desea, pero se puede salir adelante con mucho esfuerzo y combinando astutamente fondos de infraestructura de la institución, más fondos de las subvenciones nacionales y locales, más fondos de convocatorias europeas, más ingresos de contratos con la industria. Así se logra tener un pequeño laboratorio. Lo realmente difícil es conseguir una gran instalación. El truco para salir adelante consiste en elegir temas de trabajo en los que el elemento determinante sea el esfuerzo mental, mientras que el equipamiento de laboratorio sea lo accesorio.
¿El conjunto de la sociedad, y los principales decision makers de nuestra economía, son conscientes del atraso que seguimos arrastrando en investigación? En qué aspectos cree que estamos al día y en cuáles debemos mejorar para ponernos al nivel de los países avanzados.
La sociedad no es consciente de la importancia de la Ciencia ni del retraso que llevamos, aunque los periódicos lo recalquen frecuentemente. Mucho menos consciente es la oligarquía financiera. Hace cinco años, antes de la crisis, hablando con un banquero, al que yo quería convencer de la importancia de invertir en investigación tecnológica, me dijo «con la investigación no se gana gran cosa y además los beneficios son a muy largo plazo, prefiero invertir en construcción o turismo que rinde más y a más corto plazo, si necesito alguna fábrica de algo la compro llave en mano a los alemanes». ¡Realmente sigue siendo actual el “que investiguen ellos”! Yo diría que estamos bajo mínimos en todos los campos de investigación, por lo menos en comparación con los países avanzados.
¿Cuál es la posición de los investigadores, tanto veteranos como noveles ante el proyecto de Ley de la Ciencia? Y también, ¿cuál diría que es entre su colectivo profesional la opinión mayoritaria sobre la actuación del ministerio de Ciencia e Innovación?
Estamos tan escarmentados que somos bastante escépticos. El borrador que ha aparecido no gusta a nadie, no garantiza una carrera científica sin sobresaltos y adecuadamente pagada. Seguirá la fuga de cerebros y los mejores científicos jóvenes serán aprovechados por otros países que no invirtieron en su formación.
Si para conseguir una plaza en el sistema español se exige al científico en ciernes el haber trabajado varios años en laboratorios de otros países —en los que la labor científica es más apreciada y mucho mejor pagada— sólo volverán los nostálgicos de España, los extremadamente patriotas y los que no fueron lo suficientemente buenos para ser contratados en el extranjero.
La definitiva versión de la nueva ley está por verse, pero nuestro problema no es cuestión de leyes, es cuestión de actitud. Las leyes sin dinero, que es lo que hace falta, resultan inútiles. De todas maneras aún es pronto para hacer conjeturas.
La actuación del ministerio de Ciencia e Innovación no es libre ni autónoma, tiene que plegarse a lo que otros ministerios con más poder le marcan. Lo que puedo decir es que los científicos estamos muy desilusionados por la actuación global del Gobierno frente a la actual crisis en materia de I+D, creemos que justamente en estos tiempos es cuando hay que hacer el esfuerzo mayor en investigación, con mayor inversión y mayor creación de plazas, para salir de la crisis y para conseguir una base tecnológica que evite o alivie futuras crisis. El recorte que estamos sufriendo nos puede hacer retroceder diez años. ¿Reduciría usted a su bebé la comida de la que depende su futuro desarrollo porque hay crisis económica?
La importancia de la I+D se puede apreciar mucho mejor con la actual crisis, los países que ya salieron de ella son los que invierten un 3% del PIB, o más, en I+D, y los que tenemos crisis para rato somos los que nos dedicamos al ladrillo y al turismo.
Si para conseguir una plaza en el sistema español se exige al científico en ciernes el haber trabajado varios años en laboratorios de otros países —en los que la labor científica es más apreciada y mucho mejor pagada— sólo volverán los nostálgicos de España, los extremadamente patriotas y los que no fueron lo suficientemente buenos para ser contratados en el extranjero.
La definitiva versión de la nueva ley está por verse, pero nuestro problema no es cuestión de leyes, es cuestión de actitud. Las leyes sin dinero, que es lo que hace falta, resultan inútiles. De todas maneras aún es pronto para hacer conjeturas.
La actuación del ministerio de Ciencia e Innovación no es libre ni autónoma, tiene que plegarse a lo que otros ministerios con más poder le marcan. Lo que puedo decir es que los científicos estamos muy desilusionados por la actuación global del Gobierno frente a la actual crisis en materia de I+D, creemos que justamente en estos tiempos es cuando hay que hacer el esfuerzo mayor en investigación, con mayor inversión y mayor creación de plazas, para salir de la crisis y para conseguir una base tecnológica que evite o alivie futuras crisis. El recorte que estamos sufriendo nos puede hacer retroceder diez años. ¿Reduciría usted a su bebé la comida de la que depende su futuro desarrollo porque hay crisis económica?
La importancia de la I+D se puede apreciar mucho mejor con la actual crisis, los países que ya salieron de ella son los que invierten un 3% del PIB, o más, en I+D, y los que tenemos crisis para rato somos los que nos dedicamos al ladrillo y al turismo.
Somos de los primeros del mundo en publicaciones pero estamos en el puesto 24 en registro de patentes. ¿Se está en camino de corregir esta aberración? En cuanto a la Ciencia aplicada, ¿estamos mejor? ¿Cómo ve la investigación tecnológica en España y cómo se puede mejorar también en este aspecto?
España está muy bien en publicaciones, sobre todo el CSIC, pero hay que tener en cuenta que parte de nuestros sueldos dependen de nuestras publicaciones (en mi caso, por ejemplo, el 34%), por tanto nos esmeramos en publicar. Esto no sucede en todos los países. En cambio, el número de citas obtenidas por nuestras publicaciones nos coloca en un lugar más discreto en cuanto al ranking mundial.
Las patentes son el fruto de contratos con empresas, se patenta para evitar que el producto, cuyo desarrollo haya financiado una empresa, sea copiado por otra. El problema es que la industria española demanda poca investigación y por tanto pocas patentes. Además hay otro problema, una patente en España es casi gratis, pero no sirve para nada, si se quiere proteger un procedimiento hay que hacer una patente a nivel mundial, lo cual es muy caro. Yo, por ejemplo, tengo muchas patentes nacionales y varias internacionales, pero mi institución dejó de pagar los derechos de todas aquellas que no se vendieron durante el primer año de vigencia, por falta de medios económicos para mantener su protección.
Las patentes son el fruto de contratos con empresas, se patenta para evitar que el producto, cuyo desarrollo haya financiado una empresa, sea copiado por otra. El problema es que la industria española demanda poca investigación y por tanto pocas patentes. Además hay otro problema, una patente en España es casi gratis, pero no sirve para nada, si se quiere proteger un procedimiento hay que hacer una patente a nivel mundial, lo cual es muy caro. Yo, por ejemplo, tengo muchas patentes nacionales y varias internacionales, pero mi institución dejó de pagar los derechos de todas aquellas que no se vendieron durante el primer año de vigencia, por falta de medios económicos para mantener su protección.
Parece evidente que la sociedad y el Estado no se están implicando de manera efectiva en la financiación y planificación —a corto, medio y largo plazo— de la investigación científica en España. ¿Qué se puede hacer para motivarles?
No tengo una solución clara para ese problema, pues los científicos nos pasamos la vida clamando inútilmente en el desierto. No sé si hacen falta más crisis verdaderamente penosas para sacudir las mentes. Tal vez haya que esperar más decenios. Tal vez cuando estemos mejor integrados en Europa se produzca el cambio de mentalidad de forma natural.
Para que el Estado le preste a la I+D la atención que merece, primero habría que conseguir un pacto entre todas las fuerzas políticas, para que fuese posible una inversión a largo plazo, porque el fruto se verá a medio y largo plazo. Si no hay pacto, cada partido se puede ver impelido a invertir los fondos de que dispone cuando llega al gobierno en acciones vistosas para la población, a fin de conseguir la reelección en los siguientes comicios, en vez de hacerlo en Ciencia con la vista puesta en el futuro.
Para que el Estado le preste a la I+D la atención que merece, primero habría que conseguir un pacto entre todas las fuerzas políticas, para que fuese posible una inversión a largo plazo, porque el fruto se verá a medio y largo plazo. Si no hay pacto, cada partido se puede ver impelido a invertir los fondos de que dispone cuando llega al gobierno en acciones vistosas para la población, a fin de conseguir la reelección en los siguientes comicios, en vez de hacerlo en Ciencia con la vista puesta en el futuro.
Francesc Ribera